Capítulo diecinueve: Citación.

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Estaban los niños sentados a un lado de la sala, donde el pasto se mezclaba con la tierra. Jaime sonreía viendo como sus nuevos amigos decían chistes sin sentidos y reían a carcajadas. Pero Nicolás un poco más alejado lloraba al sentirse solo. Cuando Navarro lo vio sentado dibujando se le acercó a paso lento, y cuando vio las pequeñas gotas sobre el cuaderno se sentó a su lado.

— ¿Estás enfadado? — Preguntó el ruliento provocando un salto en el niño.

— No — Soltó sin mirarlo.

— ¿Te retaron? — el chico negó con la cabeza — ¿No te caigo bien? — Nicolás lo miró asustado.

— Si me caes bien — Habló con rapidez.

— ¿Entonces por qué no juegas conmigo? — El moreno levantó los hombros sin saber que contestar.

— Vamos a jugar al cachipun chirlito — Tomás se acercaba con su grupo y dos niños más — Vamos a jugar todos — El resto de los niños rieron.

El juego partió con ocho niños armando un círculo y tirando la primera ronda, el que ganaba pegaba y el que perdía tenía que poner el brazo. Jaime con su estómago revuelto miraba al grupo de chicos golpearse y cada sonido le retumbaba en la cabeza. No pegó en todo el juego pero, fue cuando perdió que se comenzó a poner nervioso y tiritando puso su brazo.

— No quiere jugar — Soltó Nicolás tomando la mano del ruliento.

— Es una niña entonces — Gritó uno de los chicos nuevos tomando nuevamente la mano del más bajo.

— No quiero — Susurró Navarro con los ojos cristalizados mirando su antebrazo.

— No quiere jugar más — Nicolás empujó al chico enfadado dejando a todos descolocados — No le puedes pegar si no quiere jugar más.

— Cállate tú — Tomás le devolvió el empujón que le había dado a su amigo — Tu estás loco y eres retrasado — Le dijo al moreno.

Nicolás intentó levantarse, pero los niños comenzaron a tirarle tierra impidiendo que abriera los ojos y ahogándolo.

—Paren — Edgar intentaba que se detuvieran pero, ellos más insistían.

— ¡Basta! — Gritó la directora y los cinco niños comenzaron a correr.

Jaime comenzó a llorar y el moreno aún se mantenía tosiendo.

— Dios mío mira lo que haces Gaulle, ¿qué se supone que tengo que decirle a tu madre ahora? — Nicolás abrió los ojos, su rostro lleno de tierra lo hacía ser el punto de atención en el patio del colegio — Vamos — De un tirón la mujer lo obligó a avanzar.

— ¡Me duele! — Reclamó el moreno — ¡Me estás haciendo daño!

— ¡Le está haciendo daño! — Jaime  empujó a la mujer, la que perdió el equilibrio y cayó de espaldas al suelo.

— Uuh — Sonó de fondo en la escuela

Oscar reía tirado en el pasto con Naiko, entre los dos intentaban recordar el nombre de una flor que muy cerca de ellos tenía sus pétalos al sol.

— Margaritas — Soltó el rapero sujetando la cintura del menor  atrayéndolo a él.

— Mi mamá — Respondió nervioso.

— Las que se forman en tus mejillas — Sonrió Oscar — Y debo aceptar que son hermosas.

Nicolás no pudo evitar que su rostro tomara un color carmesí e intentando evitar la mirada del gran Bestia miró hacia la copa de los árboles, Oscar encantado con la reacción tomó el mentón del menor y acercándolo a él depositó un beso en sus labios, tan simple como un topón.

— Dame un beso — Susurró sobre los labios contrarios el rapero.

Nicolás con el corazón latiendo a mil se acercó despacio, transformando los segundos en una tortura para el mayor, quien rendido a los encantos cortó la cercanía. No fue mucho tiempo el que demoraron en aumentar las sensaciones del beso y entre un sutil movimiento de Naiko y las manos traviesas de Oscar en minutos se convirtió totalmente en un beso necesitado, necesitado de calentura y amor.

— Puede venir alguien — gimió Nicolás cuando el rapero lo subió sobre su cuerpo — Aquí no Bestia.

Al levantarse el rapero tomó la mano del chico que lo acompañaba y comenzó a correr, sin importarle la gente que los miraba o su bulto levantado, sin prestarle atención a nada más que la distancia que los separaba de su auto.

Cuando estaban a punto de llegar el teléfono celular del rapero comenzó a sonar, no quería contestarle, no quería detener el momento pero, vencido por la preocupación que le generaba su hijo contestó.

— Aló — Bufó subiendo al auto.

— ¿Oscar Navarro? — Un hombre hablaba del otro lado.

— Sí

— Llamamos del colegio municipal GGH, necesitamos que se acerque para hablar un tema con respecto a su hijo — El tipo hablaba con una seriedad que volvería cualquier tema importante.

— Sí, no se preocupe voy para el colegio — Pateando todo lo que podía mentalmente conectó las llaves.

— Podremos repetirlo — Rió Nicolás deslizando su mano sobre su erecto miembro — ¿Te la chupo?

Oscar pasó la mano por la cabeza del menor y ejerciendo un poco de fuerza hacia su cuerpo le hizo entender que aceptaba.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora