33| Luke

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Yo nunca he sido bueno demostrándole mi afecto, quizá y si no diera el aspecto de ser una persona hostil y con mal genio, si me preocupara más por buscar el arcoíris y no quedarme bajo la tormenta, demostrar mi afecto a las personas que me importa...

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Yo nunca he sido bueno demostrándole mi afecto, quizá y si no diera el aspecto de ser una persona hostil y con mal genio, si me preocupara más por buscar el arcoíris y no quedarme bajo la tormenta, demostrar mi afecto a las personas que me importan no resultaría una tarea tan difícil. 

Pero con Sam nunca fueron necesarias las pruebas. Él lo sabía, lo sabe y lo seguirá sabiendo si el destino no planea entrometerse en los planes. Con Sam no es necesario verse seguido para continuar siendo amigos, no es necesario compartir hobbies como el futbol o el basquetbol y tampoco rodearnos del mismo círculos de amigos. Solo basta con un mensaje que diga "Sigo vivo" para saber que el otro continúa ahí. 

Así funcionaban las cosas. 

Así funcionábamos nosotros. 

Y hoy podrían dejar de funcionar. 

Filmore decide dejar este mundo en el peor momento de todos. Pruebo arrancar el motor un centenar de veces mientras Sophie es calmada por Zoey pero al final ninguna de las dos cosas dan resultados. Las manos me tiemblan cuando de un salto bajo de la furgoneta y me encamino de nuevo rumbo al muelle. 

Que siga ahí. 

La suerte se apiada de nosotros cuando no muy lejos de donde la había visto un rato antes, encuentro a Cassie. 

No me agrada pedirle favores a la gente, mucho menos a una ex novia coqueta, pero todo eso pasa en segundo plano cuando se trata de la salud y estabilidad de Sam. 

—Luke...—advierte mi presencia y sonríe —Pensé que no volverías, había pensado que te gustaría...

—Samuel está en el hospital —interrumpo.

Parpadea y se pone de pie con lentitud. Mientras lo procesa, mi menta no deja de maquinizar que Zoey va a odiarme por esto. 

—¿Puedes llevarme? La furgoneta se averió —añado después —Sophie y Zoey también necesitan ir. ¿Tienes tu coche cerca? Es una emergencia. 

La castaña no pone reparos en alcanzarnos hasta el hospital donde se llevaron a mi mejor amigo. Sophie se sienta en el asiento delantero y le señala la ubicación. 

Siento nudos. Uno en el pecho, otro en la boca del estómago, y dos más detrás de los ojos cuando bajamos de la furgoneta. 

El eco las pisadas es lo único que se escuchó después de que la puerta del hospital se cerrase a mis espaldas. Era un lugar sorprendentemente silencioso, y mi respiración acelerada resonaba por el pasillo.

Mientras avanzaba a toda prisa hacia recepción, traté —en vano— de tranquilizarme. Creí que, al llegar aquí, al lugar en donde habían trasladado a Sam, conseguiría calmarme. Pero no. El corazón seguía latiéndome tan rápido como antes.

—¿Familiares de Sam O'cconnel?—Pregunta la enfermera. 

— No, pero vendrán pronto. 

—No podemos dar información personal del paciente si no hay parentesco —lamenta. 

Dos veces hasta prontoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora