2| Zoey

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Soy una cobarde

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Soy una cobarde. Y el corazón latiéndome a mil por hora me delata. Pensé que había aprendido a controlarlo, a mi corazón, digo. Pero últimamente le ha agarrado el gusto a ser rebelde y a no hacerme caso cuando le pido de manera explícita que no delate mis nervios. 

O mejor dicho, que calmara sus latidos. 

Pero esta vez, puedo echarle toda la culpa a ellos dos. A los amigos de la infancia que abandoné en su momento y que, cuando uno de ellos enfermó de gravedad, no fui capaz de volver a ver  por miedo y cobardía a que ya no quisieran saber más nada de mí. 

Ahora bien, ¿cómo se actúa con viejos amigos después de varios años sin verse? ¿Y qué es lo primero que dices luego de que uno de ellos haya acumulado el peor de los odios hacia ti? 

Me gusta leer, y como tal a lo largo de mi vida he leído varios libros donde los personajes principales se reencuentran y expresan lo difícil que es volver a verse. La incomodidad, los recuerdos, las palabras que nunca se dijeron. Todo  se acumula y es como si se formara una bomba que es capaz de explotar en el momento que sus miradas se encuentran de nuevo. 

Cuando ex parejas vuelven a verse se forma una explosión atómica de sensaciones y sentimientos. ¿Pero qué sucede cuando dos ex mejores amigos vuelven a encontrarse y uno de ellos te mira con odio? Es simple, el corazón se te estruja, te llenas de vergüenza y agachas la mirada porque no quieres seguir viéndolo a los ojos. 

Porque sabes y eres consciente de que la única culpable de todo ese resentimiento, eres tú. 

—¿Qué haces aquí? —me espeta Luke Dyer. 

Retraje mi labio al percibir el ácido de sus palabras.

No es el niño pequeño que recuerdo. Ahora bien debe medir al menos un metro ochenta y la pubertad lo bendijo ciertamente con creces. El pelo se le ha oscurecido a un negro azabache y los ojos azules parecen más azules y opacos de lo que mi memoria recuerda. Lástima que su carácter parece ser lo único que no se vio sujeto a transformación. 

—Me dieron una beca para estudiar dos semestres en Duquesne.

—¿Y por qué viniste al hospital? —inquiere. 

—La señora O'Donnell me invitó. 

—¿Y qué te mostró primero? ¿la morgue o el quirófano? 

Debí haber imaginado que entre los dos, él sería el que me recibiría de peor forma. 

—Luke —Sam interrumpe y me detiene con un gesto antes de que decida marcharme.  —También la he invitado yo. 

—¿Tú? —Se da la vuelta. Hay molestia pura en su voz —¿Y por qué soy el último en enterarme que tenías su teléfono? 

Es igual de insistente y necio como lo recuerdo, mientras que Sam sigue siendo el mismo chico calmado de siempre. Quizá y obviando lo físico, no habían cambiado mucho, mientras que yo, había cambiado tanto que hasta a mí misma se me dificultaba reconocer. 

Dos veces hasta prontoWhere stories live. Discover now