8| Zoey

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Un silencio sepulcral se instala entre nosotros al instante en el que él abre la puerta

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Un silencio sepulcral se instala entre nosotros al instante en el que él abre la puerta. Siento la intensidad de su mirada sobre la mía y enseguida aparto la vista, cambio el peso de mi cuerpo de un talón al otro, incomodísima. 

—¿Me vas a dejar pasar? —pregunto.

Todavía no ha terminado de abrir del todo la puerta. 

—¿Desde cuando eres niñera?

—Oí que necesitaban de una en el vecindario. Pero no sabía que seguías viviendo aquí. 

—No tengo empleo. ¿Como pensaste que no iba a seguir viviendo con mis padres? —refuta. 

—Debí haberlo imaginado. 

—Sí, debiste. Y ya no necesitamos niñera. Yo puedo cuidar de mi sobrino. 

—Dudo que alguien te confíe cualquier ser vivo que respire. 

—Vete. 

—No me mandas —me niego—. Y el dinero es para el viaje. 

—Zoey, no sigas jodiendo mi paciencia. 

—¿Zoey? —oigo que alguien pregunta detrás de él. Luke se da la vuelta, todavía con uno de sus brazos impidiendo mi paso y cuando vuelve a reincorporarse, palidece. —¿Escuché bien? 

—No...no empieces a...—La puerta se cierra frente a mi cara. Me quedo de pie en mi sitio oyendo voces y una discusión del otro lado. Al cabo de cinco segundos otra vez la puerta se abre, pero esta vez, una chica rubia, esbelta y delgada me recibe sonriente. 

—Mira que he escuchado de ti —Abre la puerta en su tonalidad y extiende su mano —. Me viste un par de veces cuando venías a jugar después de la escuela, pero no creo que lo recuerdes.  

¿Jugar? Quizá no lo describiría así. Si volvemos seis años atrás, cuando Sam y Luke eran amigos y yo era amiga de Sam, después de clases cuando ya no había películas que mirar y éramos obligados por Sam a intentar dejar de pelearnos, Luke y yo lo más sano que hacíamos era practicar karate. Mi madre no me dejaba asistir a clases porque creía que iba a salir lastimada. Pero a Luke sus padres sí lo dejaban, y con el tiempo había logrado copiarle algunas tácticas.  Quizá esos momentos eran las únicas veces donde realmente no estábamos peleando, aunque a vista de todos, fuera insignificante la diferencia. 

—Te recuerdo —estrecho su mano e imito su sonrisa. —Es un gusto verte de nuevo. 

Ella es más grande que nosotros dos, tal vez por cuatro o cinco años, y también mucho más pequeña de estatura. Su cabello es largo, rizado y con un friz natural que le queda precioso. ¿Vestimenta? Como una modelo, pero buscando la discreción. Es demasiado guapa, con una sonrisa carismática que parece ser parte de su look. 

Dos veces hasta prontoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora