Capítulo 19 "Indigente de alcantarilla"

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~Daryl Dixon~

Llevaba al menos dos meses yendo y huyendo de aquí a allá con el pequeño Grimes, la busqueda de Rick se podría resumir en una palabra: Fiasco.

Lo extrañaba, ¿Cómo no iba a hacerlo? Sí él es la única persona a la que he amado. El no encontrarlo me hundía de angustia, tristeza y melancolía. Extrañaba todo de él, su aroma, su pelo, su piel, sus jodidos ojos azules, su estúpida sonrisa al verme, sus aburridas charlas sobre sus estudios, y aquellas comidas a su lado, e incluso extraño sus patéticos ataques de celos.

Todas las noches hacía guardia mientras Carl dormía, o al menos era mi pretexto para tener privacidad e implorar a toda divinidad encontrar pronto al rubio, a mi Rick.

Coral y yo eramos notoriamente más cercanos, teníamos nuestras discusiones, pero no tardaban más allá de cinco míseros minutos.

Una noche alojados en la oficina administrativa de una vieja y abandonada gasolinera que habíamos encontrado ese mismo dìa después de eternos días de dormir en el primer monto de hojas secas que encontrábamos en el bosque, y si es que teníamos suerte; Mandé al mini Grimes a dormir para hacer mis típicas rutinas de vigilancia, el obedeció e hice lo que se había vuelto costumbre cada noche, tomaba mi collar y comenzaba a recordar aquellos hermosos días que compartimos el sheriff y yo, e involuntariamente mis lagrimales derramaban agua salada sin parar. A veces me sentía patético al llorar tanto por él.

Una ya preocupante cuestión era que no habíamos encontrado rastro alguno de él, y otra era la de su posible asco hacia mí.

Me dolía pensar en él, porque ¿Qué pasaría si lo encontrábamos y él no quisiera verme por lo que me vió hacer? Estaba seguro que yo le daría asco, por atreverme a hacer algo tan guarro a un tipo que puso en peligro a los del grupo. Pero aun así la posibilidad de no encontrarlo me resultaba peor.

Me acosté al borde de la pared y seguí sollozando silenciosamente tomando con fuerza el único recuerdo físico que tenía de Rick: el collar.

Desperté de un profundo sueño de compensación por las largas noches que pasaba en vela cuidando nuestro "campamento" barato, pero sobretodo, protegiendo el sueño del pequeño Coral, quien terminaba exhausto después de largas jornadas caminando.

Me levanté del incomodo y frío suelo, tallé mis ojos levemente hinchados por la noche pasada, estiré mis manos y vi la sábana del junior cuidadosamente doblada y colocada encima en uno de dos escritorios pequeños de aquel sórdido lugar.

-Junior.- Lo llamé a través de un bostezo.

Caminé hacía el baño de aquel reducido lugar y toqué la puerta.

-Hey, Junior- Lo llamé de nuevo a la par que abría lentamente la puerta que dejaba al descubierto sólo un baño sucio con mierda pegada en las paredes y un hedor a drenaje.

Busqué al pequeño Coral por todo el diminuto lugar pero éste no estaba. Salí a los alrededores del mismo sitio y lo llamé repetidas veces pero tampoco apareció. La angustia fue comenzando su recorrido por mis venas.

Entré rápidamente a la mini oficina, me pusé el calzado y me colgué la ballesta en mi hombro para salir de nuevo a buscar al Junior. Él nunca salía sin avisarme previamente, y el hecho de que esta vez fuera diferente, estaba carcomiéndome de los nervios.

Abrí aquella puerta vieja del lugar para empezar el rastreo cuando a lo lejos vi que se avecinaba el pequeño Coral junto con un tipo joven de cabellera larga, con aspecto de pordiosero. Caminé hacia ellos acortando nuestra distancia hasta toparnos de frente.

In My VeinsWhere stories live. Discover now