—¿Y Maxon? —preguntó la reina. Me encogí de hombros.

—La verdad, no lo sé —admití fingiéndome avergonzada. Se suponía que como futura princesa debía de saber dónde andaba el príncipe—. Entramos juntos, pero luego nos separamos. ¿No anda por aquí? —pretendí buscarlo con la mirada, la reina y Silvia negaron con la cabeza.

—No se ha aparecido desde que ingresó al palacio —acotó Silvia con tono de sospecha. Seguí su mirada. Estaba enfocada en una de las mesas que compartían el Mayor y su esposa junto a algunas doncellas y soldados. Logré distinguir al que había cantado con America, tenía a su hermanita sentada sobre las piernas. Uno de sus amigos, un tipo rubio y alto, se rió de algo y el otro lo empujó con el pie hasta hacerlo caer de la silla, todos explotaron en una carcajada.

—Ese grupo de allá es muy desordenado, deberé pedirle a la señorita Lucy y al Mayor Leger que los controlen —dijo apática. Me crucé de brazos y apreté los labios. Silvia tenía muy poca tolerancia a la diversión, incluso en días así, tan alegres como un evento repleto de niños.
Se alejó hacia la mesa caminando con autoridad y me quedé sola con la reina.

—¿Te sientes bien? —preguntó preocupada. Sentí que me subía una corriente fría por las piernas.

—Sí, sí majestad. ¿Por qué lo pregunta?

Me sorprendió cuando estiró su mano hacia mi mejilla y acarició con el dorso.

—Tienes las mejillas rojas —dijo con suavidad—. Creí que podrías tener fiebre. A veces tanto trabajo agota y produce decaídas.

Negué con la cabeza, agradecida de que al menos alguien en el palacio se preocupara por mí.
Tuve que limpiarme la máscara de pestañas que me había manchado la cara cuando discutí con Maxon. Por suerte lo había podido retocar antes de volver a salir, pero al parecer no tenía tan buena mano como Mary o Anne cuando me maquillaban.

—Estoy cansada, pero no me siento mal —sonreí. La reina me quedó viendo como si me analizara. Odiaba cuando hacía eso. Últimamente se pasaba mucho rato estudiándome, como si esperara descubrir algo.

Rompí el contacto visual y me enfoqué en los niños que corrían y jugaban con los soldados y las doncellas disfrazadas. El mago ya se había retirado después de la primera función al igual que los payasos. Así que no quedaba nadie más que los mantuviera entretenidos.

Debía agradecerle a America por la ayuda. Su madre y hermana habían conseguido los contactos necesarios para que el evento fuera un éxito.
Fruncí los labios disimuladamente. La fiesta había sido idea mía, pero resultó que los únicos números musicales que yo misma había contratado habían fallado a última hora. De no haber sido nuevamente por America la atracción principal habría sido un fracaso.
Recordé su desplante sobre el escenario y sonreí. En realidad era muy buena en lo que hacía aunque al principio se hubiera visto temerosa.
Reí para mis adentros al recordar los celos de Maxon. ¿Realmente era tan descarado para ni siquiera molestarse en ocultar cuánto le molestaba ver a America con otro chico? ¡Y yo estaba con él! Aunque no me molestara lo más mínimo su reacción lo creí bastante desconsiderado de que no fuera capaz de ocultar aquellos celos estando yo al lado. Se suponía que él seguía creyendo que yo lo quería.

—¿No te molesta si te dejo sola un rato? —pregunto la reina de repente. Negué con la cabeza—. Iré a despedir a Adele y mis sobrinos que se marchan.

Asentí.

—Por favor, despídalos por mí. Tengo que terminar el evento —le pedí. Asintió con una sonrisa y se alejó.
La vi acerarse hasta su hermana y sus sobrinos. Una de las niñas estiró sus brazos hacia la reina y ella la levantó. La miré a lo lejos. Odiaba no poder convertirme en la hija que ella deseaba, pero había otra opción que seguramente la haría mucho más feliz que yo.

La Única (COMPLETA)Where stories live. Discover now