Jaehwannie.

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Sanghyuk estaba en su escritorio, concentrado a medias en su crucigrama para matar el tiempo en que Taekwoon le juró le llevaría la comida... Su estómago ya empezaba a aclamar alimento pero debía ser paciente, sabía que era su culpa de todos modos por pasar demasiado tiempo perdido en el centro comercial y que por eso se atrasara la hora en regresar al campus. En veces volteaba hacia arriba, donde Hongbin estaba sentado en su cama, prestando atención a su cámara fotográfica semi-profesional y que, hasta donde estaba enterado, tan pronto iniciara el segundo ciclo escolar, el club de fotografía empezaría con una actividad para presentar una galería dentro de un mes. Le emocionaba ver a su compañero tan entusiasta, a dos días apenas para comenzar un lunes estudiantil.

Sin embargo, su estómago tiritó con alegría al escuchar que tocaban a la puerta, saliendo rápido a abrir, imaginando una sopa, un filete, o alguna hamburguesa, se saboreó el guisado de pollo con zanahoria, imaginaba qué cosas podría haber cocinado esta vez su hyung, abriendo a la puerta con una sonrisa amplia y hambrienta que se sustituyó al instante con algo de asombro y silencio mortal.

-¡Hey! He-llo~.

Hongbin soltó la cámara y miró hacia la puerta al detectar esa voz, dándose cuenta de la torpeza con que Hyuk saludaba a alguien que no era a quien esperaba con ansias.

-K... ¡JAEHWANNIE! –Exclamó revoloteando en su cama, bajando de la misma apenas con un paso a media escalera, brincando para entrometerse entre Hyuk y la puerta, la cual abrió de golpe y con efusividad recibió de brazos plenamente abiertos y fuertes en un abrazo que no le daría fin hasta asfixiarlo. -¡Jaehwan! ¡Ahh~! Tonto, tonto~ ¡Ya volviste! ¡AL FIN!

-¡Binnie! –No pudo contener las risas que le causaron las palabras y acciones del menor, dejándose estrujar así como buscaba hacerle lo mismo, dejando al margen de la puerta a un Hyuk confundido mientras cerraba la misma al ver que ambos ya habían ingresado, saltando como niños pequeños, abrazándose con energías de sobra y dándose algunos manotazos.

-¡Eres-un-tarado! ¿Por qué regresas tan tarde? ¿Por qué hasta ahorita? ¡¿SABES CUÁNTO TIEMPO ESPERÉ A UNA SEÑAL DE VIDA TUYA?!

-Ah~ ¿Esa es manera de hablarle a tu hyung? –Frunció el ceño y los labios con exageración, dándole algunos golpes en el cuello con la diestra.

-¡Sí! –Sonrió, dejándose golpear por pocos segundos. –Eres terrible Jaehwannie, te odio. –Murmuró con una sonrisa de oreja a oreja, sintiéndose reconfortado entre ese cálido abrazo que su mayor le daba.

-Dime Ken, tonto. –Sonrió alegremente, encogiéndose de hombros al reparar que aquél chico no dejaba de verlos de una manera incómoda y confusa, apartándose de aquél abrazo. –Ah~ Hongbinnie, ya dejemos la melosidad de lado o tu amigo pensará mal. –Apretó por un momento los ojos mientras se zafaba de aquellos brazos que le mantuvieron prisionero por varios segundos más. –Bin~ ¡Stop!

-Es Hyuk. –Berreó sin querer soltarlo todavía, afianzando con fuerza los brazos alrededor de su cintura. –Hyukkie, él es mi hyung del que te platiqué, Jaehwan... Jae, Hyuk, mi compañero de dormitorio y de clases.

-M-mucho gusto. –Exhaló mientras estiraba su diestra, aun queriendo liberarse y exagerando una asfixia. –Si muero, eres cómplice de Hongbin.

-No pienso matarte, pero no dejaré que te vayas. –Frunció el entrecejo, soltándolo finalmente. -¿Por qué hasta ahorita regresas?

-Tuve problemas con el vuelo, para empezar. –Soltó un bufido, tomando asiento en una silla que Hongbin le ofreció, así ambos para empezar su plática la cual de momento se vio interrumpida por el entusiasta humor de Hyuk al abrir la puerta y ese aroma exquisito que, sin admitirlo ninguno de los dos, les abrió el apetito en cuanto percibieron la comida.
Jaehwan, o "Ken" como le decía Hongbin, dejó de hablar de momento para ladear su cabeza sin discreción alguna, saboreándose mentalmente la comida que aquél chico llevó para Hyuk, mirándolos comer sentados en el piso y gozando de su pequeño festín. Buscó concentrarse en el millar de cosas pendientes que tenía por platicar con el menor, pero el retorcijón en su estómago no le estaba haciendo las cosas fáciles.

El Examen FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora