La miré impresionada.

—¿Cómo lo hiciste?

Rió alzando un hombro, coqueta.

—Estás hablando conmigo linda, todavía no nace alguien que no me sea fácil de leer.

Fruncí el ceño. Dejé el tazón sobre la mesa.

—¿Eres bruja, acaso? —reí. Poco a poco comencé a comprender cómo era su comportamiento. Cómo tenía que tratarla.
Se llevó un dedo a los labios, se mordió la uña con misterio y alzó una ceja.

—Algo así —dijo. Marlee soltó una carcajada.

—¡Te falta poco para serlo! —exclamó. Luego me miró—. Mera les hace un té a todas las personas que la conocen por primera vez —explicó—. Conmigo fue al revés porque la conocí cuando me ayudó a curar mis manos y la espalda de Carter.

Le miré las manos y efectivamente las cicatrices eran mucho más leves de lo que realmente podrían haber sido. Se asemejaban casi a rasguños de gato. Finitas y pequeñas.

—Entonces ¿eres médico, o algo así? —quise saber. Meridia frunció los labios.

—No...—miró a Marlee como si estuviera confirmando si podía abrirse conmigo. Luego de unos segundos bebió de su propio té y me contestó—: Soy algo así como la enfermera de los pobres.

Sonreí.

—¿Cómo es eso? ¿Ayudas a las doncellas?

—Soldados, doncellas, lavanderos, estableros, cocineras, y cualquier persona que no pertenezca a la realeza —rió secamente—. Si me pagaran por cada persona a la que he salvado la vida sería millonaria.

Abrí la boca con impresión.

—Es... fascinante —observé—. ¿Hace mucho que trabajas en esto?

Negó con la cabeza.

—No, linda, no trabajo en esto —dijo con sorna—, soy jardinera. Trabajo en los huertos, para eso me pagan.

No parecía muy contenta.

—¿Entonces...cómo....?

Bebió un poco más de su té y respiró hondo.

—La naturaleza tiene millones de secretos...—plantó el codo sobre la mesa y alzó un dedo girándolo como si enredara un rizo— y yo los conozco todos y cada uno de ellos.

Me encogí de hombros con suavidad.

—Es... bueno saberlo —dije sin saber qué decir realmente.

Se levantó de la mesa y caminó hasta los estantes para guardar algunas cosas. La seguí con la mirada.

—Claro que si eres embajadora dudo que quieras aparecerte por estos lados a que te cure con hierbas alguna dolencia —dijo con un leve dejo de irritación—. Probablemente te llevarán donde Asher.

Marlee resopló.

La miré.

—Cuando nos azotaron con Carter las medicinas que nos pasó Maxon sirvieron momentáneamente. De no haber sido por el tratamiento de Mera tal vez Carter no habría vuelto a caminar con normalidad.

—Los antibióticos no sirven para ese nivel de daño —dijo Meridia guardando los frascos en el estante con llave—. Especialmente los que están dispuestos para los de la plebe —se apoyó en el mesón y cruzó un pie sobre el otro.

—Temo que no entiendo —admití avergonzada. Ella alzó una ceja, se cruzó de brazos y suspiró.

—Cuando hay ataques Asher y sus enfermeras solo atienden a los soldados que pueden recibir tratamiento inmediato. Si hay algún moribundo u otro con heridas superficiales, o los dejan morir o simplemente no los atienden —explicó. Me llevé una mano a la boca.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora