EN EDICIÓN LENTA.
[Libro #2 de la saga "About Werewolves and Witches"]
NOTA: por favor, lee la primera sección del libro Steredith antes de empezar con este.
Con los poderes de Meredith y las transformaciones de Scott a hombre lobo mejor control...
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|| Solo una pesadilla en el bosque.
Estoy en una casa que no conozco. Hay una fiesta, pero no sé qué es exactamente lo que estamos celebrando. No conozco a nadie aquí, no veo ningún rostro siquiera vagamente familiar.
Sé que Stiles debería llegar pronto o, al menos, que ya debería estar aquí.
Atravieso el patio trasero en busca de mi novio, luego entro a la casa y miro detenidamente en cada habitación sin tener suerte alguna. Saco mi celular para ver la hora; ya son casi las once. Él debería estar aquí ya.
Decido volver a salir de la casa, esta vez al jardín frontal, con la esperanza de ver el jeep. Sin embargo, apenas cruzo el umbral de la puerta principal me hallo a mí misma descalza, con la ropa en mal estado y sucia y, además, en medio del oscuro bosque.
Camino con cautela, pues la luz lunar apenas consigue filtrarse por entre las frondosas ramas de los árboles y temo tropezar o toparme con algún animal salvaje. A lo lejos escucho una manada de coyotes, lo cual me obliga a caminar un poco más rápido.
Al cabo de un rato llego a un riachuelo e instantáneamente recuerdo que alguna vez vi un documental– o quizás era un reality show–en donde explicaban que si estás perdido una forma de no adentrarte más a una zona que no conoces es encontrar un río y seguir la corriente; lo único que no puedo recordar es la dirección que debo seguir: ¿debo caminar en la misma dirección en la cual el agua corre o en sentido contrario? Hago un "de tín marín" para escoger a dónde ir, aunque termino yendo en sentido contrario porque es el camino más iluminado.
No estoy segura del tiempo que transcurre desde que llegué al riachuelo hasta el momento en que mis pies comienzan a doler y me exigen un descanso. Asimismo, no estoy segura de cuánto he caminado, pues todo a mi alrededor luce exactamente igual.
Al sentarme sobre la tierra, noto una mancha de sangre en mi rodilla izquierda. No siento dolor, pero antes de asumir que eso se deba al hecho de que la sangre no es mía, decido echarme un poco de agua en la zona. Para mi gran sorpresa, en cuanto meto las manos al riachuelo, el agua se tiñe de rojo. Asustada, comienzo a tallar mis manos para deshacerme de todo el rastro de sangre antes de buscar una herida en ellas, pero no hay nada, ni un solo rasguño. Me toco el rostro con desesperación tan solo para descubrir que también hay sangre allí.
