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James despertó con las mejillas mojadas. Aún estaba acostado sobre el hombro de Harry y éste aún tenia su brazo rodeando su cintura con aire protector.

Suspiró y salió del agarre y se sentó al borde de la cama. Aún era de noche, es más, luego de ver la hora en su teléfono se dio cuenta de que no había dormido más de dos horas ya que recién marcaba las tres de la madrugada.

No podía dormir, aunque estaba cansado y se sentía mentalmente fatigado no podía conciliar el sueño.

Su mente simplemente no dejaba de trabajar. Tenía muchas preguntas e inquietudes. Prácticamente ahora estaba solo en el mundo, comenzaría a vivir solo, tendría que preocuparse solo por él, no tendría a nadie más con quien hablar en sus noches de insomnio. Le aterraba pensar que debía habitar su casa él solo.

Sintió a Harry moverse detrás suyo y le miró pensativo. Él estaba completamente fuera de sus límites, no solamente porque fuera una de las personas más importantes de la ciudad sino porque sabía que no sería capaz de soportar todo el equipaje que viene con él.

Se levantó despacio y se colocó sus jeans. Le miró de nuevo desde la puerta y salió del cuarto sin despertarle. No había mucho que pudiera hacer a esa hora, la casa estaba completamente en silencio, un silencio acogedor de algún modo. Las luces estaban apagadas pero rápidamente se familiarizó con aquella oscuridad.

Mientras bajaba las escaleras se permitió pensar en cómo que sería bajar aquellas escaleras todos los días, prepararle el desayuno a Harry y darle un beso de buenos días. Nada más que una fantasía.

Buscó algo en el refrigerador y optó por el bote de helado que el mayor le había ofrecido al llegar. Cogió una cuchara de uno de los cajones y fue rumbo al gran sofá.

Era realmente cómodo. Sinceramente, le encantaba la casa de Harry. Era muy acogedora, a pesar de todo los cuadros costosos y caros jarrones.

Pensó en distintas cosas, más en Harry y en lo que realmente estaba haciendo ahí. ¿Porqué aceptó ir con él? Tenía que terminar la relación que ambos estaban iniciando sin darse cuenta. No quería tener problemas y los tendría si comenzaba una relación de cualquier tipo con su jefe. Lo sabía.

Luego de varios bocados de helado decidió que quizás podía ver un poco de televisión pero se arrepintió al ver el tipo de aparato que Harry tenía ahí.

Primero, no encontró un control, y segundo, tampoco botones alrededor del televisor. Sin duda eso superaba su nivel de inteligencia.

Volvió al sofá con su helado y siguió comiendo. No tenía ganas de pensar en nada y por más que lo intentaba no podía dejar de pensar en su papá. Suponía que era lo normal. Ahora que él ya no estaba (y pensar de esa manera le achicaba el corazón) debería pensar en mudarse, vender la casa quizás y utilizar el dinero para comprarse un apartamento en la ciudad, cerca de la oficina. Era buena idea, teniendo en cuenta de que el hecho de seguir en aquella casa le traería demasiados recuerdos y tardaría más en superar su partida.

-¿Estás bien?-

-¡Diablos!- gritó soltando la cuchara que cayó directo al bote de helado -Me asustaste...-susurró masajeándose la frente.

-Lo siento...realmente no era mi intención- le contestó el pelinegro mientras se sentaba a su lado y soltaba un bostezo de aquellos.

-¿Por qué no sigues durmiendo?-

-Porque tú estás aquí- dijo con naturalidad y quitó el bote de entre las piernas de James colocándolo sobre la mesita del centro. James no dijo nada ante eso, quiso preguntar pero luego fue demasiado obvio.
Harry se inclinó y dejo su cabeza sobre sus piernas cerrando los ojos -Háblame de él- le pidió en un susurro.

Ríndete ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora