9

16.2K 1.2K 90
                                    

Se encontraban en la casa de Harry. Era un lugar increíble. Todo el suelo estaba alfombrado y era de color rojo oscuro. Habían muchos cuadros y ni hablar de la cantidad de cosas costosas. James estaba claramente impresionado y cada vez lo estaba más a medida que Harry le mostraba el lugar. También le sorprendió la seguridad que tenía, aunque sabiendo muy bien su estatus, era de esperarse.

Harry le enseñó cuarto por cuarto, había contado cuatro hasta el momento y todos eran hermosos y muy grandes. Uno solo era todo el lugar donde él vivía.

-Y ésta es la habitación principal- indicó Harry abriendo la puerta -Mi cuarto- le dijo de nuevo y James observó sorprendido. Realmente era una habitación principal. Era gigante, la cama estaba en el medio de la habitación y era muy espaciosa.

Había un televisor en una de las paredes, habían jarrones con flores, un guardarropas detrás de la cama.

-Es hermosa- dijo después de todo. Avanzó junto con Harry hacia las ventanas y suspiró.

-Lo que más me gusta es la vista- le comentó el mayor y solo asintió completamente de acuerdo.

Definitivamente, era una de las mejores vistas de la ciudad. Por un segundo se imaginó a si mismo en ese balcón leyendo un libro en la mañana, con semejante paisaje no le molestaría leer mil libros

-La cortina es gruesa...- comenzó a decir Harry y vio como la gruesa cortina llegaba hasta sus dedos que se habían posado sobre el vidrio -Para cuando quiero quedarme más tiempo en la cama- comento y James tragó un poco fuerte. La habitación se había quedado completamente a oscuras.

No podía ver ni sus propias manos.

-No...no pareces el tipo de hombre que se queda más tiempo en la cama- le dijo intentando no sonar nervioso.

El silencio reinaba a su alrededor pero podía escuchar la respiración de Harry, un poco demasiado cerca.

Un jadeo se le escapó de entre los labios en cuanto la mano del mayor se posó en su cintura.

-Solo lo hago cuando vale la pena- contestó Harry en su oído y respiró profundo. James volteó despacio rozando el pecho del otro como consecuencia de su cercanía y también inhaló profundo, llenando sus pulmones de aquel perfume que conocía tan bien y extrañaba inconscientemente.

Ambos permanecieron en silencio,
era como si ambos se negaban a dar el primer paso. Aún algo les detenía. A James, le detenía pensar que quizás no era eso lo que estaba buscando.

¿Trabajar y acostarte con tu jefe? No, definitivamente no quería llegar a eso. Pero ya habían cruzado aquella línea. A Harry, le detenía el hecho de que se conocía tan bien y solo ver a James se le estrujaba el corazón. No quería hacerle daño, no quería corromperle. Pero le quería.

Entonces James lo comprendió.

Estaban ahí, en ese momento, Harry volvió antes por él. Y James sabía que sus latidos dejaron de pertenecerle dos semanas atrás.

Se colocó de puntitas y rozó sus labios con los de Harry. Éste le abrazó por la cintura pegando sus cuerpos y soltó aire agitado. Lo necesitaba más de lo que creía. Cortó los escasos centímetros que aún los separaba y unió sus labios en un beso desesperado y errático.

Ninguno de los dos sabía muy bien lo que hacían, lo único que buscaban era sentirse, querían sentir al otro de una forma tan inhumana que ni ellos mismos conocían.

James rodeó el cuello ajeno con sus brazos y respiró sin detener el beso. Estaba demasiado ansioso y torpe. Estaba enloqueciendo. Su vientre daba vuelcos y su entrepiernas ya estaba dura.

Ríndete ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora