"Remember Me"

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   .-Con lo que hizo, más le vale montarte algo digno de una peli de estas romanticonas, rollo escribir tu nombre con fuegos artificiales en el cielo-. añadió Fran, divertida pero todavía un poco molesta por la actitud del chico hacia mí. .-Por favor, eso sería tan cutre como poco original-. rebatió Elektra .-Para que pase su prueba, debería hacer algo tan original que no se nos ocurriría a ninguna-. .-Coincido, si prepara algo que se os ocurra a alguna, next-. dije con cierta nota de diversión en la voz. Miré a mis amigas con cariño. Hacía unas horas habíamos sido atacadas por cazadores, que habían asesinado a nuestros compañeros y a nuestra Mo, y faltaba poco menos de una hora para que tuviéramos que enterrarla, pero aún así, habíamos conseguido sonreír. Yo sabía que en el fondo todas estábamos tristes, y que nos acordaríamos de Mo todos los días de nuestra vida, pero cuando estábamos juntas podíamos superar hasta la peor de las adversidades, sonreírle (literalmente) a la mismísima muerte. Por eso ellas eran mi familia. Pero aquellas luchadoras sonrisas se esfumaron de nuestros labios cuando Maddie miró su reloj y nos informó, con la voz baja y los ojos llorosos, de que debíamos vestirnos para el entierro.  

Nos levantamos y recorrimos el camino de vuelta a nuestras habitaciones, todas sumidas en un silencio triste, todas con alguna lágrima rebelde escapando antes de tiempo. Quedamos en la puerta de Fran en media hora, y cada una se fue con un paso lento hasta su dormitorio. Yo me encerré en el mío, tomando una gran bocanada de aire y haciendo esfuerzos por no llorar mientras me colocaba una camisa negra con brocado, unos pantalones negros largos y unas botas del mismo color con cordones. Al tiempo que me ataba estas últimas, sentada en mi cama, no podía dejar de pensar en Sam. Entendía que Fran quisiera encontrarlo pero... ¿Quería yo? De momento, lo único que sabíamos con seguridad era que el chico era un asesino que había participado en la masacre. Tendríamos que  hablar de eso después del entierro. Bueno, cuando tuviéramos fuerzas para ello. Todavía me quedaban unos minutos antes de ir a reunirme con las chicas, y se me había ocurrido una idea. Rebusqué en mis cajones mi vieja caja de tierra, la que utilizaba para practicar el crecimiento acelerado de las plantas. La dejé sobre la cama, y tomé un puñado de semillas de hortensia, también guardadas por las prácticas, y que resultaban ser una de las flores favoritas de Malorie. Me concentré todo lo que pude, haciendo brotar en unos segundos seis hermosos ramilletes de hortensias azuladas, que corté con cuidado para hacer un ramo, un pequeño homenaje a mi banshee. Salí por la puerta, rumbo a la habitación de Fran, con los ojos llorosos, pero intentando no dejarme llevar por el llanto, intentando ser fuerte por ella. 

-Sel- la voz de Elektra me llamó, y  me paré a esperarla para ir juntas hasta el dormitorio de Frankie, donde ella y Maddie ya nos esperaban. -Hortensias...-susurró la empath, antes de echarse a llorar al entender su significado. Su llanto desató el nuestro, y nos abrazamos con fuerza durante unos minutos hasta que conseguimos calmarnos. -Tenemos que bajar- susurré con un hilo de voz, echando a andar junto a mis tres amigas. Bajamos las escaleras al hall, donde una muchedumbre negra de luto y sollozante se había congregado ya. De las almas supervivientes, todos habíamos perdido a alguien. Al dar las seis en punto, aparecieron los Magistri, todos con los rostros tan tristes como los nuestros, seguidos del cuerpo de guardianes, que había sufrido importantes bajas. Mientras estos últimos se desplegaban, formando un pasillo justo detrás de los Magistri, ellos se tomaron por las manos y empezaron a entonar una letanía en un lenguaje ancestral, una magia grupal enormemente avanzada. Respondiendo a su canto, las puertas de la habitación donde reposaban los caídos se abrieron, y los ataúdes salieron levitando a un metro del suelo, lentamente y orden, y se colocaron en el pasillo hasta que la sala se vació. Los Magistri descendieron las escaleras, con la procesión de féretros tras ellos y los guardianes cerrando la marcha. Los alumnos congregados en el hall nos hicimos a un lado, dejando paso a aquella extraña marcha de muertos y vivos, comenzando a andar detrás de los guardianes cuando el último de ellos hubo pasado. Mi mirada se cruzó un segundo con la de Steph, pero en aquellos momentos me sentía demasiado rota para pensar en él.


Todos avanzamos en silencio, con un paso lento. Las chicas y yo íbamos cogidas por los brazos, formando una pequeña cadena, tratando de infundirnos fuerzas las unas a las otras. Pronto alcanzamos el lugar destinado para el descanso eterno de nuestros muertos,  y los Magistri se pararon. Todos los alumnos, incluyendo guardianes, nos pusimos en torno a ellos, formando un círculo solo abierto para dejar espacio a la ristra de ataúdes de cristal. Los profesores volvieron a tomarse de las manos y a entonar un nuevo hechizo, uno que servía para cavar los 60 hoyos necesarios para el reposo de cada una de las víctimas. Siguiendo las órdenes de la magia, cada uno de los ataúdes flotó hasta quedar encima de uno de los huecos, húndiendose en él de manera que solo sobresalía parte del cristal que cubría los cuerpos, pero sin permitir que se vieran los restos. La siguiente parte del hechizo grabó con un fuego verde los nombres de los caídos en el dicho cristal, ilúminandose levemente cuando cada nombre estuvo completo.  Y los Magistri callaron, haciéndose ahora a un lado para dejarnos llegar hasta nuestro o nuestros seres queridos, que reposarían allí  como un recuerdo constante del peligro que suponían los cazadores.

Recorrimos aquel improvisado cementerio cogidas de las manos, y no tardamos en dar con el cristal que tenía grabado el nombre de la banshee " Malorie Adams. RIP".  Yo solté mi mano derecha, en la cual llevaba el ramo de hortensias, y lo dejé apoyado sobre la tierra que lo cubría. Quería decir algo, todas queríamos, pero a ninguna le salía la voz. Las palabras morían en nuestras gargantas antes de ser pronunciadas, y lo único que podíamos hacer era llorar. Las lágrimas de las cuatro mosqueteras restantes se deslizaron hasta el suelo, regando la tierra que protegería a Mo. Nos quedamos allí de pie, contemplando el silencio las letras centelleantes, hasta que la voz de Bakoesky nos ordenó volver a la Academia. Nos apresuramos a dejar un beso sobre la tumba de la pelirroja, y nos unimos al caudal de alumnos que se dirigía de nuevo al edificio. Mirase donde mirase, solo veía una cosa ante mi: Desesperanza. Eso era lo que trasmitían los semblantes húmedos de lágrimas, las ojeras violáceas y los ojos rojos. Desesperanza e incertidumbre.

Academia MiolnirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora