Elle.

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No podía creerme lo que acababa de suceder. ¿Realmente Steph Clearwater, un ligón por naturaleza, acababa de confesar que sentía algo por mi? No fui capaz de reaccionar, mi cabeza se había quedado como paralizada y ni siquiera podía hablar, tan solo boqueaba como un pez fuera del agua. El guardián rubio me miraba con preocupación, con las manos metidas en los bolsillos y esperando una contestación de mi parte. Llevé una mano a mi cuello, del cual colgaban varios cristales y piedras vinculados a diferentes elementos, y agarré la amatista. Fue el primer amuleto que compré que además estaba vinculado a mi elemento, el aire, y solía ejercer un efecto calmante sobre mí. Inspiré profundamente, dejando que el oxígeno llegara bien a mis pulmones, y me dispuse a hablar. .-P-pero...-. tragué saliva antes de continuar. .- Si a-apenas nos co-conocemos. Y además ¿p-porqué has salido co-corriendo?-. Pregunté señalando vacilante la puerta. El americano pareció hundirse en si mismo ante mi pregunta, pues desvió la mirada de mi y, en voz muy baja, contestó .-Por que...Por que me he asustado, Selene. He sentido como un...como si tu fueras la boca que encaja en mi boca, como si fueras la pieza que me faltaba...Dios.- Cerró los ojos y se dejó caer al suelo con un gesto de tristeza en el rostro. Parecía que los aparentes sentimientos de Steph lo estaban devorando por dentro. Mordí mi labio con fuerza, con tanta fuerza que conseguí abrirme una pequeña herida, y me quedé de pie, contemplando al orgulloso chico hecho un ovillo en el suelo por culpa de unos sentimientos que no entendía. Mi cabeza me decía que ahora era mi oportunidad para huir de allí, para evitar más problemas, pero algo dentro de mi, algo mucho más visceral que racional, me decía que me quedara.


Di dos pasos hacia la puerta, dispuesta a escapar de allí, pero no pude. Solté un sonoro suspiro y apreté los puños, maldiciéndome por dentro por ser tan sentimental. Recorrí los pocos metros que me separaban del chico y me senté a su lado, pero manteniendo las distancias. Él seguía encogido, con la cabeza gacha y la mirada fija en sus zapatos. Tenía la sensación de que quería decirme algo, así que permanecí en silencio hasta que su voz, profunda y vibrante, se elevó por encima del silencio de la habitación. .- Tenía una hermana, una hermana pequeña a la que adoraba con todas mis fuerzas, ya sabes como son los hermanos mayores con sus hermanitas-. Su tono se había tornado tan triste que de inmediato supe que aquella historia iba a ser horrible. -Se llamaba Elle, tenía 6 años menos que yo y era mi debilidad. El día que la trajeron a casa y la vi en su cunita...tan pequeña...Prometí que siempre la cuidaría. Tenía los mismos poderes que yo, así que me encargué de enseñarle como utilizarlos, como controlarlos.- Apretó fuertemente los puños, tanto que los ante-brazos comenzaron a temblarle, aunque parecía no importarle. - Tenía que coger el autobus para ir al colegio...Y un día el autobus volcó.- Su voz se cortó con lo que pareció un sollozo, pero el centinela respiró profundamente y continuó hablando. -Se salió de la carretera y se incendió. Para cuando yo llegué ahí, no quedaban más que cenizas...-. Aquella última palabra pareció quedarse flotando en el aire unos instantes, pero el silencio volvió a apoderarse de la sala. Por tercera vez en pocas horas, me quedé de nuevo sin palabras. No tenía ni idea de que decir, así que opté por abrazar al guardián. Cuando me acerqué, pude ver sus ojos gatunos ensombrecidos por una película de lágrimas. Toqué su hombro con una mano para que me mirara, y abrí los brazos. Él pareció sorprendido por el gesto y me miró con extrañeza, pero finalmente acabó dejándose caer contra mi, con su cuerpo agitado por sollozos. Yo no sabía muy bien que hacer, pero recordé que cuando era pequeña mi madre solía acariciarme el pelo cuando lloraba. Odiaba pensar en mis padres, y el simple hecho de que ese gesto fuera algo que mi madre hacía me llevó a pensar que era una mala idea, pero muy a mi pesar tuve que reconocer que siempre conseguía calmarme. Llevé una de mis manos al cabello rubio y ligeramente ensortijado de Steph, deslizándola con suavidad por él.


Poco a poco, los sollozos del guardián se apagaron y se incorporó de nuevo, mirándome ya sin sombra de lágrimas. .-Nadie..nadie aquí sabe lo de Elle...Y quiero que siga así -. Yo asentí rápidamente, ni por un momento se me había ocurrido contarle aquello a alguien. .-Y por favor pelirroja...No le cuentes esto a nadie, no soy débil y no quiero que la gente piense que lo soy -. Su voz sonaba dura, convencida y exigente. .-Tranquilo...No voy a contarle nada a nadie. Pero..Steph...¿Porqué me has contado esto?.- No entendía que había llevado al americano a contarme algo tan importante para él, ¡Si nuestra primera conversación había sido dos días antes!. El se alzó de hombros y esculpió sobre sus labios su característica sonrisa socarrona. .-¿Quién sabe pelirroja? A lo mejor era solo una treta para que no siguieras cabreada conmigo...-. Yo no pude más reír al ver de nuevo ante mí al Steph que todos conocíamos, y le di un manotazo sin fuerza en el hombro, divertida .-Idiota...-. .- Pero bueno pelirroja, ¿No sabes que está muy feo insultar a la gente? Ai, ai, ai...-.Dijo negando con la cabeza. Antes de que pudiera replicar, él ya se había echado sobre mí, y me había tumbado en el suelo.


Agarró con fuerza, pero sin llegar a hacerme daño, mis muñecas y alzó mis brazos por encima de mi cabeza. Yo me revolví debajo de su cuerpo, a sabiendas de que sería inútil, pero tenía que intentarlo. Él acentuó su sonrisa burlona y se inclinó tanto sobre mi que cuando habló sus labios se rozaron con los míos .-Y yo que te tenía por una niña buena...Primero te pillo escapándote del Aquelarre y luego insultas a un guardián...Vas a resultar mucho más interesante de lo que me pareciste al principio-. Yo traté de soltar uno de mis brazos para golpearle, pero me tenía agarrada con fuerza. Una risa divertida brotó de su garganta. -¿Pero tú por quién me tenías? Claro, como tu eres un...-la frase se quedó inconclusa en el aire, pues sus labios habían ahogado mis palabras.

Academia MiolnirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora