Tierra, Aire, Fuego y Electricidad.

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Recorrimos los anchos pasillos que llevaban hasta la puerta trasera de la Academia. De noche eran un bello espectáculo, pues pese a que las habitaciones estuvieran iluminadas por aparatos eléctricos normales, en los pasillos principales todas las noches se encendían bolas de electricidad, cortesía de la Magister Leia, que bañaban el espacio con una agradable luz violácea. Cuando llegamos a la antigua puerta , mucho menos ostentosa que la principal, Maddie la empujó y la abrió, con un quejido de la madera al moverse. -Yo no he mejorado demasiado desde la última vez...-admitió mientras sujetaba la puerta para que nosotras descendiéramos los escasos escalones de piedra, que se desvanecían en la suave hierba del jardín. 

En aquella parte del castillo no solía haber casi nadie, y menos de noche. Es más, algunos alumnos ni sabían de su existencia. Se trataba de una porción de hierba, de unos 20 metros de ancho y 10 de largo, rodeada por un imponente vallado de acero. Tan solo crecían dos árboles allí: un hermoso y viejo roble que extendía sus ramas más allá del vallado y un sauce llorón, cuyas ramas inclinadas tocaban el suelo y formaban una tupida cortina de hojas que te ocultaba de miradas indiscretas. 

Nos dirigimos hacia el roble, sentándonos sobre la hierba con su tronco como respaldo. La única que se quedó de pie fue Frankie, pues al ser la que estaba en el nivel más bajo siempre empezaba ella. Se subió las mangas de su túnica decorada con el árbol y soltó un suspiro. -Bueno que, ¿listas chicas?-. nosotras le respondimos con un grito colectivo de júbilo, que la hizo reír. Se giró hacia el bonito sauce, cerrando los ojos para concentrarse mejor. Casi de inmediato, las ramas colgantes del sauce se alzaron lentamente quedando flotando en el aire, moviéndose como los tentáculos de un pulpo. Fran abrió los ojos y volvió sus manos hacia nosotras. Cuatro finas ramas, recubiertas por las hojas verdosas de envés plateado se alargaron mágicamente, llegando hasta donde estábamos y acariciando nuestras mejillas. Una sonrisa se formó en el rostro de la joven maga, quien hizo un casi imperceptible movimiento con la mano que provocó que la rama que me acariciaba a mí empezara a hacerme cosquillas. -No...Fran...PARA- grité mientras me revolvía en el suelo, entre carcajadas. Las demás empezaron a reír también, y Frankie ordenó a las ramas que volvieran a su posición original. Bajó as manos, dejándolas pegadas a su cuerpo, y el hechizo que mantenía las ramas del árbol flotando en el aire se desvaneció. -¡Bravo¡- -¡Así se hace¡-. gritamos mientras le aplaudíamos. Ella hizo una teatral reverencia y vino a sentarse bajo el roble. 

Ahora, era el turno de Maddie, que estaba en el nivel del aire. Se levantó de un salto, quitándose algunas briznas de hierba de su túnica . -Sel, no vale que te rías, ¿eh?- dijo mirándome con cierta preocupación. Puse los ojos en blanco .-Oh vamos Madds, sabes que nunca haría eso.- Pareció quedarse más tranquila, y respiró profundamente antes de comenzar.  Alzó las manos frente a sí, haciendo movimientos circulares con ella. Segundos después, una bola de aire, casi invisible pero perceptible si se estaba atento, se formó entre sus manos. Con delicadeza, Maddie la llevó hasta el suelo. Una piedra, casi del mismo tamaño que mi puño, fue absorbida dentro de la mágica esfera, quedando flotando en el aire. Maddie la mantuvo quieta unos momentos para después, con un impetuoso gesto, lanzar la bola de aire que la contenía tan fuerte contra la parte superior del tronco del roble, que se incrustó en la madera. Las tres espectadoras levantamos la mirada a la piedra,  estupefactas ante aquella demostración. Yo fui la primera en volverme hacia Madds, con la boca abierta por la sorpresa. Aquello no era propio de ella...luego le preguntaría. .-Impresionante, de verdad. Un control perfecto de la esfera de aire, muy bien-. dije con una sonrisa mientras aplaudía. Las otras dos salieron de su asombro y siguieron mi aplauso. Maddie se sentó de nuevo, encantada por mi comentario. Dado que mi don natural era la aerokquinesis, ese año se tomaba muy a pecho mis críticas o  alabanzas.

.-Bueno, me toca-. respiré profundo antes de levantarme de un salto y situarme frente a ellas. Las miré una a una, con una sonrisa en los labios. Probablemente lo que estaba a punto de hacer no fuera a impresionar demasiado a Elektra, pero Fran y Maddie... eso era otro asunto. Me alcé las mangas de la túnica, como había hecho antes la intangible, para evitar posibles quemaduras. De mi bolsillo derecho saqué una pequeña vela y un encendedor, dos objetos que ahora siempre llevaba encima para poder practicar. Una vez la mecha de la vela estuvo encendida, deposité el objeto frente a mi, guardando de nuevo el mechero. Después, me puse manos a la obra. Apunté con las manos al pequeño núcleo de fuego, haciendo lo primero que aumentase su tamaño. Debido a mis... problemas anteriores con las llamaradas, las chicas miraban la fuente luminosa con algo de desconfianza. Hice alzarse del suelo una bola candente, que quedó flotando a unos 2 metros del suelo. Bien, de momento la cosa estaba bajo control. Con cuidado para que la bola no cayese, dibujé en el aire una tosca figura humana, provocando así que la magia que actuaba sobre el fuego le diese al mismo la forma de la figura que acababa de esbozar.  Instantes después, un monigote hecho de llamas flotaba frente a nosotras. Miré unos segundos a mis espectadoras, sonriendo para mis adentros cuando vi la cara con la que las dos más inexpertas miraban el efecto de mi encantamiento.  Todo estaba saliendo perfecto, y no quería fastidiarla tratando de hacer algo más difícil, de modo que bajé las manos y la figura se encogió hasta que tan solo quedó la pequeña llama parpadeante, que nada tenía de mágica. Frankie y Maddie rompieron aplaudir inmediatamente, realmente impresionadas con lo que había hecho. Elektra, por su parte, me dio su aprobación con una sonrisa. .-Has mejorado muchisímo, Selene-. me dijo antes de ponerse en pie, toda regia. 

Por suerte para ella, había una pequeña fuente de electricidad en el lugar. Una bombillita redonda que colgaba justo encima de la puerta de salida, y que apenas iluminaba 4 metros del jardín. Elektra se volvió hacia ella y, siguiendo un procedimiento muy similar al mío, formó en el aire una esfera violácea e inestable de pura electricidad. Se giró de nuevo hacia nosotras, mirándonos con determinación. -Frankie, necesito que cojas la piedra esa que está a tu lado y que me la lances con fuerza-. La morena la miró sin entender nada, pero cogió la roca y se la arrojó lo más fuerte que pudo. En el mismo momento en que su brazo se movió hacia atrás para catapultar el objeto, Elektra  movió las manos, colocándolas en vertical, una encima de la otra y separadas por unos 40 centímetros. La bola de energía respondió, expandiéndose y creando una barrera de la misma altura que Ele frente a ella. La roca impactó contra esa pared violácea... y se desintegró nada mas rozarla. 

Academia MiolnirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora