El Ataque.

77 8 0
                                    

Volví junto a mis amigas, tomando la única botella en la que quedaba alcohol y dándole un trago tan largo que me abrasó la garganta y me hizo toser. .- Bueno, bueno, bueno...¿Y para cuándo la boda?-. inquirió la siempre irónica Frankie, aunque su voz sonaba más pegajosa que de costumbre a causa del alcohol. .-Tranquila Fran, que os dejo ser damas de honor a todas-. contesté entre risas. Seguimos bailando y riendo, la noche iba de maravilla e incluso Mo se lo pasaba bien, pues parecía haberse olvidado por completo de aquel mal presentimiento que la había asaltado hacía unas horas. Pero no debería haberlo hecho. Nosotros no lo sabíamos, pero ya no estábamos rodeados por ningún hechizo de protección, solo teníamos a los guardianes. El cuerpo de vigilancia era bueno, pero las sombras de la noche eran un escondite mejor. La alarma la dio una niña, una alumna del agua que soltó un grito desgarrador cuando la primera flecha impactó contra su hombro.  

Después de esa, cientos de flechas más cayeron sobre nosotros, algunas cayendo en el suelo pero otras impactando contra mis compañeros. El caos se instaló en la fiesta, y todos los alumnos empezaron a correr y a gritar, aterrorizados. De las copas de los árboles saltaron una docena de hombres armados con arcos, ballestas, dagas y un largo etcétera de armas. .-Cazadores....-. musité cuando por fin entendí que demonios estaba pasando. .-Al bosque, ¡corred!-. gritó alguien alzando su voz, y la multitud de magos adolescentes trató de buscar refugio entre los árboles, dejando tras de sí los cuerpos de aquellos pobres que no volverían a levantarse jamás. Yo estaba tan asustada como los demás, pero tardé unos segundos en echar a correr pues estaba tratando de localizar a Steph. Una flecha, que aterrizó a centímetros de mi pie, me hizo desistir de mi búsqueda y correr hacia el bosque, alzando el vuelo unos metros para ir más rápido. Los cazadores venían detrás de nosotros gritando en una lengua extraña, y arrojando sus armas contra nosotros. La noche se llenó de los aullidos de dolor de aquellos que recibían su impacto. Mis amigas, donde estaban. No las veía a mi alrededor, de modo que alcé mas el vuelo, buscándolas desesperada entre la muchedumbre. Pero no fue eso lo que vi. Lo que vi me dolió más que si una de aquellas dagas que volaban hacia mis compañeros me hubiera dado.

Ocultos tras el tronco de un árbol, muy alejados de la hoguera y demasiado concentrados en lo suyo como para, al parecer, oír los gritos de aquellos a los que se supone que debían proteger, estaban Steph y Eydís. La irlandesa había conseguido su propósito, puesto que ella y el americano estaban besándose de una manera .... extraña, muy sexual. Aquello me produjo tanta rabia que me olvidé de que un grupo de humanos trataba de darnos caza, y dirigí mi vuelo hacia allí. Conforme me acercaba, pude ver que el torso de la rubia estaba totalmente descubierto, así como el de Steph. La ira crecía en mi interior, una incluso más fuerte que la que me había permitido conjurar aquel tornado de fuego con ayuda del diamante, y grité. Grité con todas mis fuerzas antes de posar mis pies sobre el suelo, a escasa distancia de ellos. Ambos se giraron sobresaltados, reaccionado de maneras muy diferentes. La mirada azul de Eydís se tiñó de orgullo, mientras que le gesto de Steph reflejaba ¿vergüenza?. Oh, pero me daba igual. Antes de que ninguno de los dos atinara a decir nada, yo abrí los brazos hacia los lados, recurriendo una vez más a la energía del diamante. No sabía que estaba haciendo, pero lo que quisiera que estaba provocando era fruto de la furia que me sacudía. Los árboles empezaron a agitarse ante el viento, creado por mí, que empezó a formarse. Mi intención era dispararles una ráfaga de aire tan fuerte que los empujara por las alturas y los hiciera caer brutalmente, pero no controlaba mi magia. Cuando lancé mis brazos hacia delante, el aire que salió disparado  iba tan rápido que se comportaba como una cuchilla, atravesando los troncos hasta llegar hasta ellos, que lo esquivaron por los pelos. Mi miraron como si estuviera loca, pero la cosa no había acabado. Con su soporte cercenado, el árbol más cercano se precipitó hacia ellos, demasiado rápido como para que Steph pudiera usar su don para desviar su trayectoria. Pero no Eydís. Justo antes de que el árbol caído impactara contra ellos, la irlandesa lo hizo explotar, haciendo que sobre los dos solo cayera una lluvia de astillas. Entre el polvo que se había levantado, pude distinguir a un Steph que se acercaba hacia mí, pero levanté el vuelo de nuevo antes de que lo consiguiera.

El gritaba desde el suelo, pidiéndome que regresara, pero yo no lo escuché. Volé tan rápido como pude hacia la Academia, viendo un rastro de cadáveres por el camino hacia la hoguera que me encogió el corazón y me humedeció los ojos. Recé con todas mis fuerzas para que mis amigas no se encontraran entre aquellos caídos y que hubieran llegado a tiempo a la protección de la barrera. Por más que busqué, no pude encontrar a los cazadores, que parecían haberse esfumado.  Llegué sana y salva a la Academia, donde tras la barrera mágica estaban los Magistri, lanzando diferentes conjuros para hacerla más fuerte. Aterricé como pude frente a ellos, inclinando levemente la cabeza. .-Por el amor de Dios, Señorita Derderián. ¿Se puede saber donde estaba? ¿Ha visto a alguien...algún alumno más vivo tras de sí?-. me preguntó Bakoesky. Su voz, normalmente segura y fuerte, ahora sonaba quebrada por los sucesos acontecidos. Yo asentí, reuniendo la poca fuerza que me quedaba para musitar "Guardianes". Mi cuerpo, ahora lo notaba, estaba fatigado y mis músculos temblaban, porque no, todavía no había aprendido a manejar el caudal energético del anillo. .-¿Derderián, se encuentra bien?-. esas fueron las últimas palabras que oí antes de desmayarme, con un pensamiento de frustración, en el medio del patio.

Academia MiolnirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora