musique.

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Ava despertó algo confundida. El aire de aquella noche de lluvia era espeso, así como la saliva que trataba de saborear. Una mano cálida acariciaba su muslo desnudo. Era un cliente, y era, seguramente, el tal Antoine Chanel.

No podía ser, se había dormido.

Ava iba a tener problemas con el señor de las putas si no complacía de manera correcta al que parecía un joven muchacho. Uno de esos galantes, narcicistas y mujeriegos.

Separó delicadamente la pierna de la mano del joven y fue quitando la seda que envolvía su piel. Antoine abrió los ojos, nunca estuvo dormido. La cara de sorpresa mezclada con coqueteo de Ava le parecía algo adorable a Antoine, especialmente con ese pequeño hilo de saliva seca que tenía a la esquina de sus llenos labios.

Una mujer de respeto, una hermosa mujer.
Ava apresuró su acción, dejándose sólo el sostén y el interior.

--No, no--la mano de Antoine tocó su mejilla. Por el dinero, tenía que dejarse hacer. No podía reclamarle nada. Aunque a él no se le podía reclamar nada, era simplemente caliente--No te desnudes, primor, no hace falta--una gran sonrisa acompañó su gesto caballeroso. Un buen mozo sin duda. Un buen mozo con cara de demonio seductor.

Ava sonrió de vuelta y sus manos dejaron de tocar su piel. Cruzó sus piernas.
No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Por qué un hombre va a un burdel si no va a acostarse con una prostituta? Uno de los tantos misterios que rodeaban el aura de Antoine. Un buen mozo con alma misteriosa.

--En cambio, quisiera hablar contigo--Antoine acercó su cuerpo al de Ava. Su aliento pegó en la cara de la chica de manera agradable. Olía como a arequipe y menta--Cuéntame...--era obvio, no sabía su nombre.

--Suzanne. Soy Suzanne Poulain--la voz de Ava era registrada como una soprano ligera. Sensual e inocente al mismo tiempo. La chica era perfecta--Y tú eres Antoine Chanel--sonrió, al mismo tiempo que colocaba la mano en la pierna de Antoine y la subía hacia sus muslos. No se quedaría sin su entretención de cada noche. Desde luego que no.

Antoine tragó en duro, desesperado por aquella mano pequeña que se dirigía a su entrepierna, sin embargo no se dejó intimidar. Ella era una buena puta.

--Deleitame con tu suave voz, princesa del atardecer y del mar. Sirena del rocío--agarró la mano de Ava para evitar que siguiera subiendo. Suzanne podía ser muy sugestiva--Cuéntame tu historia--Ava hizo un ademán de fastidio. Su boca se deformó en una mueca.
No quería soportar otra de esas estúpidas cursilerías. A ella le encantaba el trato duro. Igual, fue educada así. Pero no dijo nada, ella era una buena chica. Dejó al buen mozo continuar con sus inútiles intentos de atraerla.

Sonrió cortés--Cuénteme usted la suya--se deshizo del agarre de Antoine y siguió acariciando. La caricia se hacía más fuerte.

Antoine esta vez no lo evitó. Ya lo estaba encantando, debilitando su resistencia. Quería acostarse con ella, pero antes quería conocerla. Era un capricho inmediato. Y aunque de verdad quería cumplir ese capricho, habló de si mismo. Algo en ella lo impulsaba a hacerlo.

--Mis padres murieron cuando tenía unos inmaduros cinco años.--la sonrisa de Suzanne Poulain no se perturbó, algo que en definitiva agradó a Antoine--En ese entonces, vivía justo en el norte de París, casi a las afueras. Andaba entonces como quería, como me permitía andar, aunque dejé de frecuentar a mis amigos de infancia. No los dejaban andar con el pobre niño huérfano pordiosero. Nada de eso, nada de eso--una risa por parte de Antoine asustó un poco a Ava, pero su sonrisa no se perturbó. Había practicado en el espejo desde que era niña, primero poniendo una hormiga en su delicado brazo de princesa, luego pinchándose la piel repetidas veces.

--Un día llegué por equivocación a un centro de secuestro menor para compras adultas. O como le dicen los demás, un orfanato.--continuó--Fue divertido hasta que tuve dieciséis años. Entonces todo se vino abajo.--sonrió--Dejé de hablarle a las personas que me llamaban amigo, dejé de prestarles atención.--un nudo se formó en la garganta de Antoine cuando se dio cuenta de lo que tenía que contar--Mi antigua novia desapareció dejando un rastro de sangre.--se miró las manos y entonces, por vez primera, Ava dudó de estar escuchando a un hombre corriente. Tenía un secreto.
Siguió sonriendo y acariciando la pierna del muchacho.

--Y entonces--Antoine salió de su trance siguiendo la deliciosa voz de Suzanne Poulain. Ella inclinó su cuerpo hacia abajo, mostrando más el escote que tenía. Antoine dirigió con descaro sus ojos a los senos de Suzanne. Eran pequeños y blancos, como los prefería él. Algo abajo suyo empezó a endurecerse. Tragó duro nuevamente. Ava se la estaba poniendo difícil a Antoine y lo estaba disfrutando.

Ava volvió a enderezarse y rió, una carcajada mortal para la resistencia de Antoine. Quería cogérsela, de inmediato.
Sacudió su cabeza despejando su mente. Iba a terminar de hablar.

--Entonces cumplí los dieciocho y huí de ese lugar dónde nadie aceptaba mi belleza. Mi adicción al cigarrillo aumentó y mi frecuencia en burdeles como este lo hizo a la par. Hasta que Donatien me salvó--Ava supo de quién estaba hablando. Era ese pedófilo de Lefebvre papá. Se le había insinuado desde que tenía dieciséis años. Le daba un sincero y profundo asco.

Antoine paró de hablar cuando se dio cuenta de la habilidad extraña de Suzanne. Le había contado su historia sin que ella dijera nada más que su nombre. La mano de Suzanne llegó a su entrepierna, enloqueciendo por completo a Antoine. Su resistencia estaba ya amoratada y moribunda. No pudo aguantar más su deseo por aquella sirena del rocío.

Ava, silenciosa, tomó ambas manos del joven y se las colocó en sus pechos. Entonces, Antoine supo algo sobre esta curiosa Suzanne: no tenía miedo de nada.




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¿Qué sucede cuando la vida y la muerte se encuentran? Música.

EuthanasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora