Capítulo 20: Revolución

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Anna estaba en la biblioteca de palacio, recostada en el gran sillón que había justo al fuego, con una larga manta de lana burdeos cubriendo su cuerpo de vientre para abajo y con la mirada fija en las páginas de un libro de leyendas de Arendelle. Había tratado de distraerse con la lectura, pero su cabeza parecía negarse a dejar de pensar en los sucesos de los últimos días: La emoción que había sentido el día de la coronación y como esa misma noche su vida dio un cambio radical. El encuentro con Hans, la agradable velada que pasó con él, los poderes de Elsa, su consecuente desaparición, el estado del reino, el bebé, la boda... la traición de Hans...

Hans... ese nombre se le clavaba como un puñal en el vientre y en el pecho. Ya no sabía si sentía tristeza o ira. No sabía como iba a salir de esa, no se veía capacitada para llevar un reino, ella no había sido educada para eso. <<No puedo seguir>>, se dijo a sí misma, <<ya no tiene sentido>>. Esa frase cruzaba su mente muchas veces, pero algo en su interior, la última luz de la chispa de su esperanza, le susurraba con voz débil que debía ser fuerte, que no podía abandonar al reino ni a su hijo, que las cosas mejorarían.


Un repentino bullicio en las calles hizo que se desconectara de sus pensamientos. Con prudencia, se asomó a la ventana.

Lo que vio la dejó atónita: El pueblo, probablemente mucho más de la mitad, y muchos de los invitados de los reinos vecinos se estaban agrupando ante el palacio. Incluso pudo distinguir algún que otro rostro conocido de guardias reales y criados entre la multitud.La furiosa muchedumbre parecía encabezada por el Duque de Wesenton,el cual blandía en su mano izquierda una bandera de Arendelle con la silueta de las herederas tachada con una gruesa franja roja. En la mano derecha empuñaba una espada que relucía con los rayos del sol.

Pudo distinguir con claridad algunos de los gritos: Unos pedían comida, otros explicaciones sobre la reina y el príncipe Hans. Querían saber como se encontraban, cuando desaparecerían el frío y la nieve y por qué Hans había sido exiliado.

Anna estaba paralizada. No sabía que hacer.

Algunos guardias intentaron detenerlos y evitar que llegaran al patio principal de entrada, pero eran demasiados y se vieron obligados a retroceder mientras la muchedumbre avanzaba incansable y furiosa. Casi por impulso, la princesa abrió el ventanal y salió al balcón.

Los gritos en el patio cesaron, y Anna saludó al pueblo con una impecable reverencia.

- ¡Exigimos saber – comenzó el duque – el paradero de vuestra hermana la bruja y el príncipe Hans!

- El paradero de la reina es desconocido – respondió con voz clara y firme, produciendo un eco atronador –, y el príncipe de las Islas de Sur ha sido exiliado por traición.

El pueblo comenzó a vociferar; algunos dudosos y sorprendidos,pero la mayoría furiosos.

- ¿Cuál ha sido su traición? - preguntó el duque - ¿A caso ha sido mayor que maldecir un reino y abandonarlo?

- El príncipe Hans planeaba tomar Arendelle: Traición a la corona.

- ¡Pues tal vez debería haberlo hecho antes! - gritó uno de los guardias renegados del reino. Todos corearon y aplaudieron la afirmación.

- ¡Su familia ha traído la desgracia a este reino! - explicaba exasperado el duque, señalando de forma amenazante a la princesa con la espada - ¡Es hora de que el pueblo responda! - la muchedumbre apoyó las palabras.

- ¡Devolvednos el verano y al príncipe Hans! - gritó una mujer.

Una flecha impactó y rebotó contra la balaustrada de piedra del balcón. Anna, presa del pánico, se metió en la biblioteca, y retrocedió hasta el centro de la estancia. ¿Qué iba a hacer?¿Salir de allí? ¿Y si había más traidores en palacio?

Hielo y Escarcha ❆Jelsa❆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora