Capítulo 1: Nuevo mundo

9K 558 114
                                    

En las lejanas aguas heladas del Ártico, en un lugar recóndito conocido por muchos como el polo norte, se halla un enorme palacio cubierto de hielo y nieve, donde se está llevando a cabo una importante reunión para planear la Navidad de este año.

Yetis y pequeños elfos escuchan atentamente las instrucciones de su jefe, un hombre robusto y grande de larga barba blanca llamado Norte, más conocido como Papá Noel o Santa Claus. El hombre daba órdenes claras y precisas a los trabajadores y trabajadoras para que todo fuera a la perfección. Cuando hubo terminado su trabajo se retiró a su pequeño despacho, decorado con un montón de juguetes que él mismo había creado. Allí Norte se relajaba, pensaba o nacían sus más brillantes ideas. Aunque esta vez el hombre apenas tuvo tiempo de acomodarse en la silla cuando la puerta se abrió de repente.

—¡Hola, Norte! —dijo la animada voz del joven peli blanco.

—¡Jack! ¿Cuántas veces debo decir que llames a la puerta? ¿Qué haces aquí? ¿No ves que estoy muy ocupado planeando la navidad? —La voz del hombre era fuerte y áspera, con un acento rudo y contundente.

—Si, si, lo sé. Pero el verano me aburre un poco, ya sabes: el calor, el sol... derriten la nieve, y podría cundir el pánico si provoco una nevada —explicó mientras curioseaba entre los juguetes de la habitación.

—Bueno, puedes ir a jugar con pingüinos u osos polares. —Miró hacia Jack un momento y vio cómo jugueteaba con una pequeña bola de cristal con polvo dorado y un castillo en miniatura en su interior. —¡Ten cuidado con eso Jack déjalo en su sitio!

—Ya... —El joven obedeció y dejo la bola en la estantería. —Los pingüinos son muy monos aunque no es tan divertido jugar con ellos. ¿No tendrás ningún trabajito de guardián para mí verdad?

—No —respondió tajante, muy concentrado en tallar una muñeca de madera.

—¿Sabes? Cuando me convertí en guardián creí que mi existencia sería más interesante, pero desde que nos cargamos a Sombra no ha pasado nada y sigo haciendo lo mismo de siempre... O sea: nada.

—Eso es bueno: los niños están a salvo, ellos creen y nosotros también estamos a salvo. Todo está en paz.

—Sí, vale, es bueno pero... no sé... Siento que anhelo algo más, alguna aventurilla...

Norte respondió con una carcajada sonora. El muchacho arqueó una ceja; no entendía qué le parecía tan gracioso.

—El verano nunca te ha sentado bien Jack. Si tanto te aburres te doy permiso para crear una ventisca en Canadá ¡Pero no te acostumbres! Ahora márchate, estoy muy ocupado —dijo volviendo a la talla —. ¡Ah, Jack! Llévate un juguete si quieres, para entretenerte estos meses.

—Sí, vale... Gracias. —Jack se giró para abrir la puerta y vio la bola de cristal que Norte le había ordenado guardar. <<Parece que esto tiene cierta importancia>> Pensó. << ¿Y si pensara que lo ha perdido? ¡Podría ser divertido! Se lo devolveré cuando empiece a arrancarse el pelo>>. Cogió la pequeña bola y la guardó cuidadosamente en el bolsillo; Norte ni siquiera lo miraba. —Ya me marcho. —Y cerró la puerta tras de sí.

Habían pasado ochenta años desde la batalla contra Sombra. Tal y como había dicho Norte, todo estaba en orden y los niños y niñas del mundo a salvo. Jack no tenía muy claro por qué, y se sentía un poco idiota al reconocerlo, pero extrañaba esos días. Tirar bolas de nieve no le contentaba. A demás su condición de guardián limitaba mucho sus travesuras habituales y el contacto con las personas.

<<¿De qué sirve que los niños crean en mí si tengo que esconderme de ellos?>>.

La fe de la infancia es lo que mantiene vivos a los guardianes, por lo que le servía de mucho; pero lo que realmente le gustaba era jugar con ellos, cosa que no podía ser, ya que entre las normas de los guardianes existe la de no dejarse ver. ¿O tú has visto alguna vez al hada de los dientes?

Hielo y Escarcha ❆Jelsa❆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora