Capítulo 4: Quiero saber

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 —Jack... —pudo decir finalmente Elsa, rompiendo el incomodo silencio que se había formado —. El chico de la ventana...

Un torbellino de emociones la invadió, no sabía qué más decir. Había pasado cada día tratando de encontrarle, buscando pistas... lo que fuera. Lo habló con sus padres y pensaron que solo era un amigo imaginario que se había inventado para no aburrirse tanto tiempo sola. En ocasiones incluso dudó que su encuentro llegase a ser real y, después de trece años ahí estaba él de nuevo, frente a ella, exactamente igual.

—¿Por qué...? Estas igual que la primera vez que te vi... —Elsa comenzó a respirar con un poco de dificultar, estaba alterada y la nieve que caía a su alrededor lo confirmaba —¡Me he pasado años buscándote! ¿Por qué desapareciste de repente? ¿Por qué no volviste nunca? ¿¡Por qué nadie sabe nada de ti!? ¡No tienes un aspecto que pase desapercibido! Nadie capaz de... ¡volar! pasa desapercibido.

—¡He cálmate fiera! O majestad —se corrigió. Hizo una leve reverencia inclinando la cabeza —. No era mi intención, lo siento, quería venir antes...

—¿Cómo lo haces? —interrumpió.

—¿Qué?

—Tus poderes ¿Cómo los controlas?

—¿Me lo está preguntando la persona que se ha montado un chalé de hielo en lo alto de una montaña? —bromeó.

—¡Déjate de tonterías! ¡Respóndeme, enséñame antes de que vuelvas a desaparecer! —la nieve que cubría sus pies se convertía lentamente en hielo afilado.

—¡Eh, relájate! Y no voy a desaparecer, no esta vez. Primero: no puedes controlar nada si no te controlas a ti misma.

Jack quiso acercarse pero Elsa se apartó bruscamente, un soplo de aire procedente de ella agitó el pelo del muchacho.

—¿Por qué tanto miedo? No voy a hacerte nada.

—Tú a mí tal vez no... pero yo a ti sí. —Sus ojos, que lo rehuían, reflejaban un profundo miedo.

Jack no pudo evitar soltar una carcajada. La reina no entendía qué le hacía tata gracia.

—No puedes hacerme daño, no te preocupes por eso. —Se apoyó sobre su cayado con ambas manos y sonrió. —Nadie puede en realidad.

Elsa lo miró dubitativa.

—¿Qué quieres decir?

Jack la miró y dudó unos instantes antes de responder, pensaba que debería saber la verdad pero no estaba seguro de que pudiera entenderla. De todos modos tampoco sabía cómo explicárselo.

—¿Sabes quién es el hada de los dientes?

—¿Quién? —preguntó confusa.

—Ya sabes: el hada que se lleva los dientes de los niños cuando se les caen.

—¿Disculpa? —Cada vez estaba más desorientada y su mueca se hacía más evidente. —¿Me estás tomando el pelo?

—¡No, no! A ver, para resumirlo: digamos que no soy de este mundo. —Elsa no cambió su cara. —El por qué nadie sabe nada de mí es sencillo y es porque nadie más que tú puede verme.

—¿Qué? ¡No! Eso no tiene sentido.

—No. No tiene mucho sentido. Como tú has dicho puedo volar y eso no pasa desapercibido, pero tanto el día que te encontré en la ventana como hoy he estado entre las gentes del pueblo, incluso con tu hermana, y nadie, nadie más que tú es capaz de verme.

—¡Mi hermana! ¿Qué? No. Espera: ¿insinúas que eres un fantasma?

Cada vez hacía más frío en la habitación, algunos muros comenzaron a agrietarse.

Hielo y Escarcha ❆Jelsa❆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora