Capítulo Quince

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Tres semanas habían pasado ya desde el incidente en el departamento  de Cosima, y esta, no se había presentado hace dos semanas ya al  Instituto. Alice la bombardeaba día y noche con llamadas y mensajes pero  la morena nada, no quería nada, porque  la primera semana que se le ocurrió asomar sus narices por esos lados,  insistía en entrar a la oficina de Delphine, pero Agatha la desconocía y  negaba la entrada, cuando se topó con ella un día que llegó temprano,  la rubia ni siquiera la miró, siendo que Cosima pedía y lloraba a mares  que la escuchara y tratara de entender que lo que vio no fue lo que su  mente creyó ver, pero nada sirvió y se rehusó a seguir asistiendo a su  lugar de trabajo.

Resultaba muy doloroso borrar de su corazón lo  que sentía, pues sabía que Delphine no cedería y no la perdonaría aunque  no fuese su culpa lo que pasó, así que no perdía nada con dejar de ir  al Instituto, pero a solas. A solas dolía todo de una forma distinta,  ese dolor que conoció hace años y ya no quería, dejar de amar a alguien y  acarrear el amargo dolor le sabía a sus dieciocho años, aquellos años  donde la depresión la hundió, aquellos años de tortuosa tristeza se  sentía igual a lo que sentía ahora, y nunca creyó volver a aquello, se  había convencido de que no sería igual, pero ahí estaba, en el mismo  punto que antes.

Extrañaba la extraña presencia de Delphine junto a  ella, extrañaba sus desesperantes cambios de humor, extrañaba sus  gestos, su risa, verla seguido, la amaba, si, la amaba y se había  percatado de eso muy tarde. Debió saber que la amaría desde que la vio  por primera vez en la distancia, con su rostro perfecto, su cabello  reluciente, sus hermosos ojos y el espeso ambiente cayendo sobre ella,  debió saber que ese escalofrío que sintió su columna la llevaría a otra  cosa, pero no, posiblemente si lo hubiese sabido tampoco hubiese hecho  caso, porque así era. Debió hacerse a un lado cuando su estómago ya no  se contenía estando junto a ella, pero no lo hizo. Cuando por poco la  besa en aquella sala de conferencias, hubiese sido un buen momento para irse, pero nada, y para ser sincera, ¿quién en su sano juicio se  rehúsa al amor? ella no, y nunca deseó del todo renunciar a Delphine,  pero la conocía, de alguna u otra forma la conocía y sabía que no sería  de ella más nunca.

Mientras el tiempo pasaba, no solo se enfadaba  Alice, sino que Alison también lo hacía, pero aquello venía con un halo  de preocupación porque, hace casi dos semanas la canadiense llamaba y  llamaba a Cosima y esta nada de nada. Se decidió a viajar y averiguar  cuál era el problema y que le sucedía a su hermana. Cuando llegó a San  Francisco solo se subió a un taxi y dio la dirección que en el Instituto  le habían proporcionado. Se detuvo en frente a un edificio lúgubre para  ella, con aquel falta de color, así como Cosima lo era, "tal para cual"  se le cruzó por su mente.

El clima estaba helado y con dificultad  salió del taxi luego de pagar. Una vez dentro se acercó al portero  llamado Freddie, amigo de Cosima. Alison preguntó por ella y el quedó  sorprendido ya que no sabía que la morena tuviese una hermana. Le indicó  el apartamento y Alison se alejó con una dulce sonrisa.

Al  momento de llegar al número indicado golpeó pero nadie aparecía, se le  cruzó por la cabeza que quizás estuviese abierto y giró la manilla, en  efecto, esta estaba abierta y con cuidado se adentró al departamento,  que con un aire espeso y sumido en una penumbra la recibían. Alison  quedó helada, no se imaginaba que su hermana viviese en un lugar tan  constipado, tan húmedo, frío y lúgubre. Suspiró pesadamente y comenzó a  caminar, pero a pocos pasos tropezó con unas cuantas cajas, se enfadó un  poco mientras acariciaba su pie.

- ¿Cosima? - habló en voz alta para que su hermana la escuchase y apareciera, pero nada - ¡Cosima! - elevó el tono pero nadie aparecía - ¿Dónde estarás? - susurro.

Pero  aquello que continuaba sería lo peor que en su vida haya visto hasta el  momento, sintió su vida desvanecerse en segundos, porque de la nada, un  ruido proveniente del baño llamaron su atención. Alison, sin bacilar  mucho se acercó rápidamente y al abrirse la puerta, vio a Cosima tendida  en el suelo, con la boca sangrante y tocando su pecho mientras jadeaba  en busca de aire, sus ojos abiertos de par a par buscaron los de Alison,  que petrificada en la puerta aún se encontraba. Cosima extendió su  mano, al mismo tiempo que de su boca salió disparado el líquido rojo  espeso que estaba asfixiándola. En la cabeza de Alison algo la impulso a  acercarse, porque estaba tan sorprendida que su cuerpo no respondía. La  tomó de los hombros y puso su cuerpo de lado, de tal forma que  escupiera en dirección a ella y no se asfixiara. Sin saber cómo, marco  el número de emergencias con los dedos cubiertos de sangre manchando el  aparato, también tenía algunas salpicaduras en el cuello, de las cuales  no se percató.

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