Capítulo Diez

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Amanecer en un lugar completamente ajeno a su hogar a veces le presenta serios problemas, pero amanecer en la casa de Alison para Cosima era totalmente distinto. Ese aire hogareño estaba por todas partes, aroma a tostadas, el ruido de los pequeños retozar por aquí y por allá y la voz de su hermana corrigiéndolos, no pudo ser una mejor forma de comenzar el día, por lo tanto, se puso de pie y se dio una ducha rápidamente, se acercó al closet de su hermana y tomo prestado unos jeans junto a una sudadera, algo ligero para estar en familia. Cuando se acercó a la primera planta se quedó mirando la pequeña familia de Alison, sus sobrinos tan sanos como nunca antes y a su querido cuñado que mostraba devoción y ternura a sus pequeños, de pronto, recordó que era el cumpleaños de Gemma y que para variar no llevaba un regalo y mientras pensaba en que regalarle a su sobrina, fue esta quien la descubrió mirando a lo lejos.

- ¡Buenos días tía! – saludo la pequeña mientras corría a sus brazos y se abrazaba a su cintura, Cosima la abrazo cálidamente y acarició su rizado cabello.

- Buenos días - saludo Cosima. Ambas se acercaron a la cocina y la morena abrazó a Oscar, su sobrino dos años mayor que Gemma - Buenos días a todos - saludo a su hermana y cuñado.

Pasaron la mañana hablando y comiendo, claro, le sorprendió lo muy energética que Alison era, o al menos como se había convertido con el tiempo, por otra parte y a pesar de que Donnie le agradaba bastante, no podía negar lo inútil que a veces llegaba a ser, pero bueno, independiente de eso, era un buen hombre y no podía pedir más para Alison.

Cuando todo el mundo se retiró a sus actividades de medio día, Cosima y Alison se quedaron a solas, a la morena le pareció raro que los pequeños estuviesen con actividades un día sábado y Donnie también, pero supuso que Alison mantenía a todos muy ocupados. A medida que pasaba la mañana y ambas hacían los que aceres de la casa, a Alison se le había pasado la hora muy rápidamente, ya que, como era de esperarse tenía un elaborado itinerario para organizar apropiadamente el cumpleaños de su hija y con Cosima para ayudarle pero también distrayendola se había olvidado, así que de un tirón ambas acabaron en la furgoneta de Alison camino a la tienda para los arreglos y adornos, Cosima de inmediato lo creyó una oportunidad excelente para comprarle un presente a su sobrina y con la ayuda de Alison, pues, mucho mejor.

Alison hablaba y hablaba, había olvidado eso de ella, pero lejos de molestarle le agradaba, sentía que su hermana tenía muchas cosas que decirle y resumirlos en dos días, incluso menos, era demasiado pero lo intentaba, Cosima solo escuchaba, como siempre, no acostumbraba hablar demasiado, solo escuchar porque así creía conocer mejor a las personas, a pesar de que conociera a su hermana como nadie más. Mientras paseaban por los pasillos de la tienda y Alison arrojando cosas en el carrito que llevaba Cosima, la morena aún intentaba pensar en un regalo para Gemma, pero había crecido tanto y tan rápido que esta labor se había vuelto mucho mas complicada, así que prefirió interrumpir a Alison y que la asistiera, pero ambas estaban en blanco, porque a pesar de que su hermana intentaba conocer a sus pequeños, estos van cambiando y deseando cosas distintas, como todos, y esas cosas eran muchas cosas, valga la redundancia.

Cosima pensó como pequeña nuevamente e intentó pensar en algo que a ella le hubiese gustado tener, dejó el carro con Alison mientras pagaba y camino por los pasillos para ver si se enamoraba de algo, y así fue, porque en una vitrina había un sinnúmero de agendas y diarios, con cuero, flores, prismas, puntos negros otros blancos y creyó encontrar su regalo perfecto, porque cuando Cosima tenía casi la misma edad de Gemma poseía un diario de cuero negro que su padre le regaló con su nombre estampado en una placa con letras doradas, por años no se despegó de aquél diario, y ahora que lo recordaba, no se le cruzaba por la cabeza dónde estaba, habían pasado muchos años y quizás ese diario ya estaba obsoleto, como sea, tomó uno que se parecía mucho al que tenía antes. Si bien Gemma había crecido y madurado con rapidez, sabía que aún tenía esa admiración hacia ella, y que si le regalaba eso con el propósito de que plasmara ideas o sentimientos, por la cabeza de la pequeña solo pasaría aquel "tuve uno igual cuando tenía tu edad" y lo aceptaría encantada.

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