Capítulo 11. Perdida inevitable.

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El día de ayer me permitieron verla pero en cuanto sus ojos se cruzaron con los míos, se puso a gritar a todo pulmón. Ella no me quería ver, sus gritos dejaron en claro eso.

Por más que intento darle vueltas al asunto, no logro comprender que le pudo hacer Lina a Kendra para que tan solo hacerle una pregunta se alterara de esa manera. Incluso fui a su casa y me respondió: "Si quieres saber la verdad, ya sabes que tienes que hacer. Solo tienes que prometerme que jamás te acercaras a ella y te olvidaras de esa bastarda que tuvieron."

Si nunca había odiado a una mujer, Lina ese día se ganó mi odio y mi desprecio. Me di la media vuelta y la llame ZORRA, ni ella misma se creía como le había dicho. Y por primera vez en mi vida, sentí que me quitada un peso de encima. Un peso muy grande y que me trajo muchos pesares.

Puede que al principio el que Lina estuviera en mi vida me trajo mucho placer―eso no lo negare―. Pero así como me trago placer, me trajo dolor y pesar. Y ya nada me devolverá los días felices que tuve antes. Aunque me alegra saber que he sacado para siempre a esa chica de nuestras vidas.

Dejo de mirar por la ventanilla y con paso lento me encamino a la salida del hospital, necesito una buena taza de café, así como los padres de Kendra.

Al salir el aire frío me golpea completamente y me abrazo a mí mismo. Al levantar la mirada descubro que varios de los amigos de Kendra están sentados en las banquitas que hay por todo el lugar. Al igual que Elsa y Marcos, se encuentran esperando noticas de su amiga.

Por alguna extraña razón, en cuanto veo a Elsa levantarse de su lugar corro hacia ella y la abrazo con fuerza. Puede que en ocasiones sea muy cruel conmigo pero es la única amiga sincera que tenemos Kendra y yo, y que además está pasando por el mismo dolor.

La única de entre todos, que sabe realmente todo lo que paso ese día.

―No puedo verla así―le digo entre hipidos, ¿en qué momento comencé a llorar? No lo sé, pero se siente bien descargar todo el dolor que me rompe por dentro―. Ella no se merece eso, si alguien tendría que estar en esa cama soy yo, no ella.

Elsa me abraza con fuerza y sé que ella también necesitaba este abrazo. Ambos estamos perdiendo a la única persona que nos comprende más que nadie.

Ambos podríamos ver como nuestro pequeño ángel personal pierde la cordura y jamás regresara para alegrar nuestros días.

―Lo sé, Mateo―dice con voz rota―. ¿Por qué crees que yo no me he atrevido a entrar? ―confiesa entre sollozos―Tú, eres más valiente que yo―se separa de mí, sus ojos están llenos de lágrimas y su expresión es de verdadera tristeza―. Tú estás con ella porque te necesita y yo... Estoy aquí afuera como una cobarde.

Me limpio las lágrimas que derrame y ella hace lo mismo. Ella le sonríe ligeramente a la persona que está detrás de mí y cuando escucho su voz, me sorprendo de sus palabras.

―No eres una cobarde, cariño―le dice Marcos a Elsa.

Marcos me rodea y atrae a Elsa a sus brazos envolviéndola tiernamente. Los miro frunciendo el cejo. ¿Estoy teniendo alucinaciones?

―Quieres cerrar la boca, Robles―dice Marcos con una ligera sonrisa―. Se te podría meter una mosca a la boca.

Sacudo la cabeza y los vuelvo a mirar fijamente.

―¿Cuándo paso esto? ―pregunto señalándolos.

Marcos me muestra una sonrisa de lado y Elsa se ruboriza completamente.

―Kendra nos unió―responde Elsa con un poco de alegría en la voz―. Ella sabía que mi última relación amorosa fue dolorosa, así que ella creyó que era hora que tuviera a un caballero como novio y envió a Marcos.

𝐒𝐨𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐮𝐲𝐚 (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora