Capítulo 1. ¡Claro que fue mi culpa!

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PVO Mateo.

Imaginar una vida sin ella es imposible, porque su ausencia se siente desde el comienzo. Desde que la perdí, me pregunto cómo pueden existir personas capaces de seguir adelante cuando un ser amado se marcha sin decir adiós. Quizá tengas una pócima secreta que les hace olvidarse de alguien tan especial, porque si es así, desearía poder darle un trago para solo poder deshacerme del dolor por un par de horas.

No puedo vivir con esta tristeza que aprieta mi corazón y cierra mis pulmones cada minuto del día, porque simplemente no me puedo olvidar de mi sol.

¿Cómo es posible que existan personas que con solo sonreírte tienen la capacidad de alegrarte el más gris de tus días y es tan duro cuando esa fuente de alegría se marcha como las olas del mar dejan de tocar la suave arena?

―Soy un mentiroso, el peor mentiroso que puede existir en esta viva y en todos los tiempos―le digo a la doctora Amelia, mi psiquiatra desde hace siete meses―. ¿Cómo pude prometer algo hace tantos años y no cumplir? Soy un idiota y día tras día me recrimino por eso. Día tras día sufro un calvario por mi estupidez y que solo la muerte me podrá ayudar a olvidar.

»¡No! Estoy seguro que ni la muerte me ayudaría a olvidar mi dolor―escucho como su pluma raspa el papel con cada palabra que escribe. He pasado tantas horas y citas en su consultorio que ya se identificar sus expresiones. Por ejemplo, su ceño fruncido es una señal de que no está de acuerdo conmigo respecto a todo lo que sale de mi boca, pero ella no me interrumpe cuando las palabras salen.

Amelia―sí, la tuteo. Ella me dio permiso de hacerlo, de esa manera habrá más confianza entre nosotros y no le ocultare nada―, me deja desahogarme hasta que siento que todo sale de mí. Aunque, nunca sale completamente, siempre se queda una parte que me atormenta a todas horas y que nunca se va.

La culpa es algo que al hablarlo desaparece por unos instantes y al salir del consultorio, simplemente vuelve a florecer y me recuerda que soy responsable de todas las desgracias que existen en este momento en mi vida y en la vida de los Guzmán.

―Hoy el sol brilla, tan hermoso―se me forma un nudo en la garganta al decir esas palabras―. Hoy es la clase de días que ponían feliz a Kendra, que la hacían brincar de alegría y cantar con emoción. Hoy yo puedo ver otro hermoso día caluroso y ella no.

»¿Por qué? Porque ella está muerta y yo la mate.

Escucharon bien, yo mate a una persona y era la más importante en mi vida.

Puede que no la matara directamente pero si yo no hubiera dudado de su palabra, ella jamás se hubiera ido de la escuela y estaría contigo. Si no hubiera sido tan idiota y creerle a otras personas, nosotros estaríamos justo en este momento sentados en la comodidad de mi sofá y viendo una ridícula película de terror.

Si nada malo hubiera pasado, yo estaría viendo la película con ella y aprovechando cada instante, donde algo bastante tenebroso fuera a suceder en la cinta, para lograr asustarla.

Me encantaba hacerla grita o que me abrazará con fuerza al ver una escena tan espeluznante que le provocaba pesadillas en las noches. Me fascinaba que al día siguiente me reclamara por obligarla a ver esa película y que por eso no logró dormir bien.

―Si no hubiera sido un estúpido, un idiota... si no hubiera creído en las palabras de un chico más estúpido que yo, ella aun estaría conmigo.

»Me odio a mí mismo por dejar que las palabras me convenzan y las acciones me lo confirmen. Todo en ella ese día indicaba que si era verdad lo que me habían dicho y resulta que nunca dijo nada de eso... ¡Dios!, estoy tan arrepentido de haber dudado de sus hermosos ojos que siempre brillaban al decir la verdad.

𝐒𝐨𝐥𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐭𝐮𝐲𝐚 (#1)Where stories live. Discover now