Cap. XIII - Rastros en Torrevieja

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La sangre ya emanaba del cuerpo de Jackson con mayor fluidez, corría espesa por la madera del entablonado que se iba tiñendo de ese color rojo que pasaba del escarlata al púrpura producto de la pérdida del oxígeno de un corazón que ya no bombeaba.

Los labios y las uñas de los dedos ya mostraban el paso de los minutos comenzando a palidecer. Las manos y los pies comenzaban a cobrar un color azulado y los ojos abiertos se empezaban a hundir de a poco hacía el interior del cráneo en una imagen grotesca casi fantasmal de los cambios faciales luego de la muerte. Se podía ver en ellos la sorpresa de ese instante mortal al observar un arma apuntándole cuando no lo esperaba. El orificio donde la bala hizo contacto y la penetración en forma de ojal redondeado estaba justo al centro de su frente, y el otro en su tórax, era un manchón rojo que apenas dejaba ver la rotura del ingreso del proyectil en la camisa leñadora que llevaba puesta.

Alonso había rotado el cadáver boca arriba en busca de algo en sus bolsillos que le permitiese entender qué hacía el grandote esa noche en La Serena. ¿Por qué había tenido esa reacción inesperada apenas se había presentado? Sin dudas de haber podido lo hubiese eliminado con ese cable de acero en cuestión de segundos; algo tenía que ver con la muerte de Natalie. Si no, era inexplicable ese nivel de violencia en su respuesta física.

El departamento estaba equipado con un mínimo mobiliario, lo que simplificó la búsqueda rápida que efectuaba Alonso en cada lugar. Algún indicio debía encontrar para dar respuestas... Era posible que el fuerte estallido de los disparos de la 9mm hubiese alertado a algún vecino que podría haber solicitado presencia policial en la zona. Procuraba ser veloz, para evitar encuentros indeseables, pero también preciso en la revisión de cada ambiente. La policía haría sus propias indagaciones en cuanto encontrara el cuerpo sin vida, que él no se ocuparía en limpiar.

Varios equipos de fotografía profesional sobre una mesita bajo el televisor dejaban adivinar que había existido en su accionar un seguimiento y vigilancia planificados. Encendió una de las cámaras y el rostro de Natalie se reproducía en casi todas las tomas... El contexto y los lugares de fondo cambiaban, por tanto, la secuencia en la captura de imágenes se había sostenido por días.

En el hotel, la playa, la noche en la casa de Weller, en la mesa de un restaurante con Herz, junto a una amiga, cobertura total de sus movimientos en Canarias. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Para quién?

<Todas preguntas que si hubiese manejado la situación de otra forma se las podría hacer ahora mismo a éste infeliz mientras le retorcía alguna parte del cuerpo para que cante> se continuaba reprochando Alonso y seguía buscando algo.

<Un balazo en cada rodilla y ahora la historia sería otra, eso podría haber sido> pensaba... pero por otro lado tenía pleno conocimiento de que cuando un gesto defensivo tiene tan alto grado de automatización, en entrenamientos que sólo buscan lograr cada vez más eficiencia en el menor tiempo posible, el resultado es éste. Uno vivo y el otro muerto. Punto final. No más para analizar.

Continuó con la revisión bajo el colchón, en los cajones de un mueble patinado en gris claro junto a la cama, golpeó el piso en varios puntos para revisar si bajo los listones de madera se podría ocultar algo. Pero nada.

El hallazgo fue al retirar el burlete zócalo de goma de la puerta de la heladera. Retiró la plancha plástica del interior y ahí se encontró con un pasaporte falso con la fotografía de Jackson pero a nombre de un tal Edward Munch, una pistola Bersa Thunder calibre 22, un Iphone y un ticket pasaje Madrid-California de Iberia con fecha de diez días más adelante. Eso le pareció de inmediato sumamente extraño. ¿Por qué alguien que pensaba matar en un determinado momento habría de sacar un pasaje con esa diferencia temporal? Quedarse ese margen de tiempo era exponerse innecesariamente después de algo así. Nadie que se dedicara a realizar un crimen de esas características de forma premeditada, y profesional como todo lo indicaba, dejaría esa brecha para desaparecer.

¿Qué sentido tendrían tantas fotografías de la víctima en forma previa, si el objetivo final era liquidarla? ¿Para qué tomarse ese trabajo? Simplemente sería cuestión de esperar, tomar el momento más oportuno que pudiese presentarse y ahí terminar la cuestión. Nada más. Limpio, seguro y sin rastros que podrían permitir conexiones a futuro.

<En todo esto hay muchas cosas que no cierran por más que las piense. Se me están escapando algunos puntos que no puedo ver...

Este tipo sabía que lo podían llegar a atrapar y es por eso que se tomó el trabajo de esconder el material en un lugar así>.

Alonso tomó el celular, apretó el botón de encendido y luego comenzó a revisar en el listado de últimos llamados realizados y entrantes. Limpio, borrado por completo en ambos casos; pero al ingresar al buzón de los mensajes recibidos había sólo uno. El nombre con el que había ingresado al remitente en la lista de contactos era "ellos", y decía al abrirlo: "El pago será realizado acá dos días después de su regreso. Maiden Lane 71 último piso en refacción 18pm".

<Esto es lo que buscaba, valió la pena sostener la revisión del departamento durante éste tiempo, el maldito tenía algo para mí finalmente>.

En ese preciso instante las sirenas acercándose por la calle lateral al complejo de viviendas en altura lo sacaron de inmediato de sus pensamientos. Guardó el celular en un bolsillo de su campera, y corrió sin perder un segundo hacia el pasillo para trepar por las escaleras que llevaban hacia la terraza. Desde ahí podía ver como se desprendían de cada una de las dos patrullas los oficiales enviados por la emergencia del 911. Una vecina de la planta baja abrió el portón de acceso principal mientras señalaba la parte más alta del edificio, debía ser quien hizo el llamado con el aviso, algunos de ellos ya habían retirado su arma reglamentaria del estuche a un lado del cuerpo y subían empuñándolas con ambas manos.

Hizo un último recorrido por la parte trasera de la explanada de cemento tomando carrera para saltar al techo del edificio contiguo y desde ahí desapareció deslizándose por las escaleras contraincendios.

El hallazgo en ese último momento antes de salir del departamento abría nuevos interrogantes. ¿Cuál era precisamente el servicio que se iba a pagar? ¿El seguimiento, la vigilancia y el registro fotográfico de la estadía de Natalie en la isla, o su propia muerte? ¿Quiénes eran "ellos"? Mientras trotaba suavemente alejándose del lugar por una bici-senda que rodeaba al Parque de la Ciudadela, un inmenso espacio verde en plena ciudad de Barcelona, Alonso ya adelantaba sus próximos movimientos de regreso a su país.

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