Cap. XVI - Maiden Lane 71. San Francisco

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Alonso caminaba sin prisa por la Saks Fifth Avenue alrededor de la agitada zona de Union Square, en pleno San Francisco hacia Market St por donde pensaba bajar hasta llegar a la característica Maiden Lane, una calle en pleno centro de California, que se distingue por poseer sólo dos cuadras de longitud. Flanqueada por locales comerciales, boutiques de marcas internacionales, se habilita únicamente como peatonal durante el día por el gran flujo de transeúntes y turistas que la visitan, momento en que las cafeterías instalan sus mesas y sillas directamente en la calle; lo que le otorga un rasgo absolutamente distintivo a este corto tramo.

Faltaban cuatro horas para el momento que precisaba ese mensaje en la pantalla del Iphone que había encontrado oculto en el departamento que ocupaba Jackson en Barcelona. Cada vez que repasaba las posibles alternativas en el intento de explicar el papel que podría haber jugado ese sujeto en la muerte de Natalie volvían los mismos interrogantes que se había planteado una y mil veces durante el viaje de regreso. ¿Para qué diez días más esperando antes del vuelo programado? ¿Qué se pensaba pagar? ¿Era el seguimiento de la víctima y las fotografías, o también el propio asesinato? ¿Quién hacía el encargo y la contratación del ex recluso de la Penitenciaría Federal de Fort Worth Texas para esa tarea? Y por último: ¿Quiénes eran ellos?

Se encaminó hacia la primera cuadra de Maiden Lane hasta llegar a la altura correspondiente. La entrada a un viejo edificio de departamentos, con el 71 en números grandes de bronce lustrado, se encontraba entre dos comercios que contrastaban por su construcción moderna en acero y vidrio templado. Esa doble lógica que propone la arquitectura contemporánea en conservar y resguardar el patrimonio cultural para el futuro como un rasgo característico de las poblaciones fundacionales, dando también lugar a la edificación comercial necesaria para el crecimiento económico se veía reflejado a lo largo de las dos cuadras. Entró al edificio y subió por las escaleras recorriendo el sector en cada piso hasta llegar al cuarto donde detuvo el ascenso faltando sólo el último para llegar al fin del edificio. Al parecer la convocatoria refería al quinto piso. Allí se había programado el encuentro.

Volvió a subir ese último tramo, pero ahora muy lentamente tratando de que sus pasos fueran casi imperceptibles, y se asomó por el pasillo que se veía blanco por el traslado de material de la obra hasta el ascensor. Observó que había sólo dos puertas de departamentos, y una de ellas había sido reemplazada por un nylon grueso encintado sobre el marco provisorio ante la necesidad que requería la construcción en el interior.

Luego de ese primer contacto con el lugar, se retiró de inmediato del edificio y cruzó la calle para sentarse en un pequeño bar que tenía mesas adentro, y también algunas otras dispuestas sobre la calle con amplias sombrillas de tela blanca y estructura en madera color ocre.

Se ubicó junto a los vidrios que dan a la calle, y sacó de su bolsillo un papel donde había transcripto el único mensaje de texto dentro del celular. Lo leyó una vez más, deteniéndose en cada palabra, pretendiendo deducir de allí algo distinto... Alguna otra clave que le permitiera anticiparse a la comprensión de las razones que dieron lugar a la contratación de Jackson.

"El pago será realizado dos días después de su regreso. Maiden Lane 71 último piso en refacción 18pm".

Su mirada se dirigía de un lugar a otro tratando de cubrir todos los movimientos que se daban a su alrededor. En esos rostros desconocidos que iban y venían transitando la calle peatonal, por momentos se perdía en pensamientos ligados a su pasado. Creía ver ciertos rasgos que lo llevaban a evocar situaciones extremas por las que tuvo que atravesar durante su permanencia de dos años en Irak. Una experiencia límite cargada de violencia, dolor e irracionalidad, que se lleva en cierta forma una parte del ser con ella para siempre. Las formas de la guerra son sólo comprensibles para aquellos quienes la ordenan, y monitorean en las imágenes lejanas que devuelve un satélite desde otras tierras e intentan explicar el sin sentido desde el oprobio y la infamia del poder político y económico. Los únicos reales beneficiarios de la muerte por encargo en nombre de la protección de la soberanía. Existe un cierto mecanismo de supervivencia en la condición humana que procura borrar de la conciencia aquellas experiencias traumáticas, como si se pudiesen extirpar de la memoria para nunca más volver a ellas, en un intento de aferrarse a un futuro que se trasforma de inmediato en el salvoconducto para lograr atravesar esa situación límite. Algo que permita sobrellevar la locura de la negación absoluta del otro que representa matar, y que al mismo haga posible la continuidad del propio pulso vital, que nos constituye y se niega a extinguirse. Por más profundo que se crea haberlas guardado, por más que se las niegue al no ponerlas en palabras que permitan aliviar al menos el dolor, siempre vuelven... <Se encargan de hacernos saber que están ahí, con nosotros, que nos van a seguir acompañando hasta el último aliento.

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