Cap. XX - Infiltrado

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Eran las 19.30 horas del siguiente día a su llegada al Light Court Key West. La puesta del sol era imponente, los rojos violáceos que se dibujaban en el horizonte le otorgaban a la playa un atractivo único en ese momento del día. Todavía había bastante movimiento en el sector, muchas personas aprovechaban ese atardecer espectacular para disfrutar del mar hasta los últimos minutos de luz. Los 28 grados de temperatura a esa hora lo hacían aún más tentador. Alonso se encontraba a unos cien metros de la playa del hotel, sentado en la arena blanca y preparando el equipo que retiraba pausadamente de un bolso tipo marinero en tela de color negro. Ya se había puesto el traje húmedo de neoprene que le permitiría en algunos minutos más permanecer sumergido durante al menos una hora regulando la temperatura corporal en el nivel de profundidad en el que iba a manejarse hasta ese momento. La delgada capa de agua que penetra entre el mismo y la piel alcanza y sostiene rápidamente el calor del cuerpo en movimiento. Si lograba mantenerse en condiciones de máxima relajación durante la inmersión ése sería el tiempo de rendimiento de la carga; lo suficiente para que al salir nuevamente del mar la noche hubiera cubierto de oscuridad la playa. Envolvió el tubo de oxígeno en una malla de red negra que cubría el amarillo original disminuyendo su visibilidad, y procuró liberar las dos mangueras que salían del pico de obturación. Preparó la válvula del regulador, aspiró profundo un par de veces y controló el nivel de salida de la mezcla de aire comprimido con la que se los rellena, compuesta en un 21% de oxígeno y un 79% de nitrógeno. Comprobó el nivel de la carga completa que indicaba la aguja del reloj. Decidió esperar al menos cinco minutos más para caminar hacia el agua.

Esa mañana había continuado con el control de los movimientos en la propiedad de Delaware, cambiando su posición desde el balcón de la habitación a una banderola rebatible de aluminio y vidrio que tenía el baño por donde lograba sacar un extremo del monocular.

Lo vió salir en un par de ocasiones en un BMW z4 gris metalizado sin techo, pero regresó en ambas oportunidades al cabo de una hora aproximadamente, seguido todo el tiempo por una camioneta Land Rover que ocupaban dos de sus guardaespaldas armados.

Ya tenía la confirmación de que el corredor de apuestas estaba extorsionando a Herz desde hacía un tiempo. Natalie, coincidentemente, le había mencionado un mes antes de su muerte que lo notaba alterado e irascible, distinto al Ryan de siempre, y sin siquiera tener sospechas de la extorsión por la que su marido había pagado considerables sumas de dinero en varias ocasiones. Le quedaba averiguar si también tenía algo que ver con la muerte de ella en Canarias. Era posible que Jackson tuviera órdenes de llegar a consumar la ejecución de las amenazas tras la negativa de pago en la que se había cerrado el actor.

Respuestas que no pudo obtener de éste en Barcelona por la contundencia de su defensa ante el ataque inesperado. Tampoco tenía garantías de que el sujeto en San Francisco con la rodilla hecha trizas realmente le dijera la verdad.

Debía ser el propio Delaware quien tuviese que responder a esas preguntas... Ese era el motivo central de su viaje a Miami.

Era seguro que debía estar alerta, y esperando que alguien llame a su puerta. Por eso la necesidad de una irrupción por el sector de la playa, el menos custodiado de la propiedad según las observaciones de esas dos jornadas.

Con el agua hasta la cintura le inyectó dos o tres flujos de aire desde el tubo al chaleco de flotación para mantenerse sobre la superficie y colocarse cómodo recostado hacia atrás las dos aletas de silicona que llevaba en su mano. Enjuagó la máscara del visor y se lo puso sobre el rostro.

Desinfló casi por completo el chaleco para poder bajar, y comenzó a ganar metros hacia el fondo del mar. Se sumergía en ese líquido transparente, que a estas horas del día lucía un rosado similar al del cielo. En la medida que alcanzaba mayor profundidad la temperatura bajaba y la luz disminuía.

Equilibró la flotación entre el lastre del cinturón de plomo y el nivel de aire que contenía el chaleco para sostener el nado sobre uno de los arrecifes de corales ubicado a unos cincuenta metros de la costa. Lo recorrió sin prisa en casi toda su extensión moviendo muy suavemente sus pies para impulsar el avance. Así, mientras disfrutaba de ese espectáculo único que guarda la naturaleza sólo reservado para algunos, dejó transcurrir los minutos esperando la noche para salir del agua. Durante ese tiempo repasaba mentalmente el recorrido que había planificado realizar una vez estuviera fuera.

La costa en el acceso sur de la propiedad estaba a oscuras. Algunos de los reflectores iluminaban la zona pero recién varios metros más adelante. La orientación bajo la superficie del agua fue perfecta. Se acodó detrás de unas rocas y comenzó a quitarse el equipo. Lo guardó todo en la misma bolsa negra que antes traía atada a su cintura. Retiró la Glock junto a un cargador adicional y un cañón silenciador de una bolsa precintada al vacío que había fijado en su pierna izquierda. Se colocó el pasamontaña que cubría su rostro completamente y comenzó a avanzar hacia el interior de la casa.

En la galería externa se encontraba uno de los guardias sentado fumando.

Alonso se acercó sigilosamente y lo tomó por detrás con una mano cruzada por sobre la otra, la derecha en su mentón por debajo, y la izquierda en la nuca arriba y atrás, para luego en un segundo con un brutal tirón invertido desnucarlo y sostener el cuerpo inerte hasta recostarlo en el suelo.

En el interior vidriado no se veían movimientos.

Según sus registros en ese horario el resto del personal estaría en el sector del frente de la mansión en Key West.

En ese instante, a unos treinta metros hacia la derecha observó a Delaware caminado solo hacia una de las dependencias de servicio que se encontraba más alejada del casco central. Lo observó detenidamente detrás de unos ligustros mientras se alejaba, y esperó el momento oportuno para ir detrás de sus pasos.

Parado casi en el umbral de la puerta Delaware recibió el culatazo fuerte en la cabeza que lo dejó inconsciente de inmediato. Cayó hacia adelante e impactó duramente contra el piso.

Cuando Alonso entró a la habitación no podía creer lo que veía. No esperaba encontrarse con algo así. Mía, la amante de Herz que tantas veces había fotografiado junto a él mientras lo seguía por encargo de Vektor, se encontraba maniatada de pies y manos a una silla con un trapo rellenando su boca. Sus ojos estaban inyectados en sangre en la desesperación de decir lo que su boca no podía gritar desde hacía horas. Al verlo trasponer la puerta comenzó a producir sonidos guturales pidiendo su ayuda inmediata.

Ya había desatado sus piernas y estaba ahora desanudando las manos de Mía cuando sintió el cañón frío de un arma sobre la nuca. La mirada de ella hacia atrás lo decía todo.

Dos guardias ya estaban adentro y lo tenían controlado. El cuerpo del seguridad que ultimó al ingresar había desatado la alarma general apenas fue hallado. Por radio se comunicaban con los del acceso principal, que en la confusión del ataque que creían estar sufriendo habían recibido al grupo de Castillo con disparos desde el interior apenas bajaron de las camionetas Ford Ranger.

Mientras lo encañonaba, el guardia, nervioso al escuchar la percusión de los fusiles de asalto Gilboa Snake bitubo en el portón de ingreso, respuesta de los comandos que acompañaban a Castillo que ya se habían pertrechado detrás de los vehículos blindados, le preguntaba:

_¿Quiénes son? ¿Qué vienen a buscar? ¿Cuántos son? Balbuceaba ansioso cada vez más interrogantes que determinaban una única emoción que lo atravesaba por completo, Alonso la había visto en todas sus formas: miedo.

En el radio del guardia que todavía se encontraba parado en la puerta por la confusión sonó una voz desesperada que pedía apoyo...

_Voy hacia allá ahora mismo, respondió con el arma en su mano, y se hundió en la oscuridad de las plantas en la salida de la casona de huéspedes que le proporcionarían cierto resguardo.

Alonso no dudó un segundo y aprovechó esa oportunidad que no volvería a presentarse.

Su mano derecha en un movimiento automatizado y explosivo tomó por detrás la muñeca que sostenía el arma, y corrió su cabeza a la izquierda mientras rotaba el cuerpo para impactar con el puño directo a los genitales del seguridad, que no atinó respuesta alguna por la velocidad del acto. Al caer de rodillas por el dolor agudo el guardia pudo ver la mano tensa y extendida de Alonso que venía al choque de su tráquea decidir su suerte en un segundo.

Terminó de desatar a Mía que lo miraba sorprendida y sin entender demasiado; la tomó de la mano y emprendió la carrera hacia el sector de la playa...

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2016 ⏰

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