De: Justin
Creo que deberíamos de hablar.
Mordí mi labio inferior con nerviosismo y suspiré estando de acuerdo con su propuesta. Iba a llamarle o simplemente ir a su habitación, pero el se había adelantado.
Para: Justin
Tienes razón. ¿Cuando?
Jugué con mis dedos mientras esperaba impacientemente a que el contestara, y lo hizo a los pocos segundos.
De: Justin
Estoy ahora en mi habitación. Ven.
Tragué saliva con dificultad y di un profundo suspiro mientras me levantaba de la cama para coger mis zapatillas. Me miré al espejo. Llevaba un short muy corto negro y una camiseta algo corta. Me di algo de perfume en mis muñecas y detrás de mis orejas y me dirigí hacia la puerta.
Algo me hizo detenerme en seco antes de abandonar la habitación.
La ropa.
Su ropa.
Me dirigí hacia la cama y en cogí de los pies de esta la ropa de Justin. La camiseta y los pantalones de chándal estaban completamente plegados. Lo cogí entre mis manos y me fui de la habitación.
Cada paso que daba por el pasillo, los nervios aumentaban y las dudas y preguntas surgían en mi cabeza. Esto me estaba matando lentamente y lo peor era que me estaba dando cuenta de ello.
Me planté delante de la puerta, llamé con mis nudillos después de respirar dos veces y animarme con un simple ‘tu puedes ______’ y esperé nerviosa a que él abriera.
La puerta se abrió y alcé mi mirada para encontrarme con sus ojos mieles claros. Me perdí en ellos con solo mirarlos. Sacudí mi cabeza e hice una mueca con mi labio quitando mi vista de sus ojos. “Hola.” El me saludó primero.
“Hola.” Dije suavemente mientras suspiraba y el se hacía a un lado para que yo pasara. Se veía tan bien con unos pantalones cortos de deporte y una camiseta de tirantes negra. El pelo mojado recién salido de la ducha.
Me estremecí al verle así y pasé dentro de su habitación mientras la cerraba detrás de nosotros. Miré alrededor para ver la cama desecha y una maleta al lado algo desordenada. Hice un amago de sonrisa y luego desapareció al volverme.
A este punto, estar nerviosa sería una subestimación.
Me volteé y le miré a los ojos mientras el metía sus manos en sus bolsillos. Tragué saliva y comencé a hablar. Siempre que me ponía nerviosa era como si me dieran cuerda y no pudiera parar de hablar. Pero esta vez, no era solo nerviosismo, era también miedo y por ello sería mejor callarme antes de meter la pata. “Te traje la ropa que me dejaste.” Se la entregué y el asintió.
Capitulo 26
En başından başla