Levantó la tapa del teclado y lo contempló.

Cerró los ojos y se quedó así durante un rato. Caitlin se preguntaba qué estaría pensando, qué tipo de recuerdos le evocaba el instrumento. Y luego, después de un prolongado silencio, le dio la impresión de que había cambiado de parecer, que tal vez no complacería a Roger.

No obstante, tras algunos minutos, levantó las manos y comenzó a tocar.

Era hermoso.

Las notas hicieron eco en la enorme iglesia vacía y resonaron en las paredes, inundando el espacio. El sonido parecía reflejarse en cada objeto.

Caitlin jamás había escuchado música como ésa, ni remotamente parecida. Deseó poder capturar el momento y sintió ganas de llorar.

La embargó una profunda tristeza y, una vez más, comprendió que había mucho de Caleb que jamás llegaría a conocer. Tendría que conformarse con lo que le brindaba y aprender a ser feliz con él durante el tiempo que tuvieran disponible.

También se entristeció al recordar a Jonah. No había pensado en él porque, cuando estaba con Caleb, no tenía necesidad de pensar en nadie más. Sin embargo, a pesar del poco tiempo que habían pasado juntos, su recuerdo continuaba allí, en algún lugar, en lo más profundo de su conciencia. En cierto modo, a Caitlin le incomodaba haber finalizado su incipiente relación con Jonah de una manera tan abrupta.

Cualquiera que fuera la naturaleza de su vínculo, éste se había quedado sin resolver. A pesar de todo, ella creía que se volverían a ver tarde o temprano. No sabía cómo, sólo sabía que así sería.

Ni siquiera deseaba que sucediera; al menos, no en ese momento en particular. En realidad, toda su devoción estaba dedicada a Caleb y esperaba que eso nunca cambiara.

Caitlin se sumergió en la música por completo y ésta llenó su alma durante el tiempo que Caleb la interpretó; tenía la impresión de que había pasado una eternidad. Ni ella ni Roger se movieron. Ambos permanecieron inmóviles y en silencio mientras Caleb tocaba con virtuosismo.

Cuando terminó, la última nota resonó en el aire durante varios segundos y Caitlin vio a Roger abrir los ojos poco a poco.

Caleb se levantó y atravesó el proscenio con calma; bajó los escalones y regresó a donde ellos estaban. Se detuvo a unos metros de su amigo.

Roger suspiró y se enjugó las lágrimas de los ojos.

-Es justo como yo la recordaba -confesó.

Luego respiró hondo, se dio la vuelta y caminó por el pasillo.

-Seguidme -indicó.

Ambos lo siguieron y subieron por una antigua y sinuosa escalera. Llegaron a un piso intermedio y Caitlin miró hacia abajo. La belleza de la iglesia, desde aquella perspectiva, la dejó impresionada.

Siguieron a Roger por el corredor y a través de una puerta oculta; luego volvieron a subir por otra escalera de caracol. Continuaron así hasta llegar más y más arriba. La chica tenía la sensación de que nadie había subido hasta allí en años.

La escalera terminaba en una pequeña cúpula situada en la parte más alta de la iglesia. Era tan pequeña que apenas cabían los tres.

Roger se estiró y tocó una sección de la pared. Corrió un pestillo que estaba oculto. Se abrió un compartimento secreto y, de allí, sacó un pequeño cofre enjoyado.

Lo sostuvo con cuidado entre sus manos y le dedicó una mirada muy especial.

-Nunca lo he abierto -dijo-. Jamás lo he visto abierto y pensé que nunca lo haría. Hasta que vi la llave que traíais.

Roger miró a Caitlin. El espacio era tan pequeño que el calor iba en aumento y resultaba difícil respirar; ella comenzó a sentir claustrofobia. También vértigo. Todo parecía irreal y daba la impresión de no tener fin.

-Conocí bien a tu padre -anunció.

Caitlin se quedó boquiabierta; de hecho, no podía hablar. Había tantas preguntas que quería hacer, que no sabía por dónde empezar.

-¿Cómo era? -fue lo primero que se le ocurrió.

-Era un buen hombre; un gran hombre. Le tenía un gran aprecio. Era mucho mejor que todos los demás; mejor que toda la raza. Estaría muy

orgulloso de verte llegar tan lejos -expuso mientras continuaba sosteniendo el cofre con ambas manos.

Caitlin insertó la llavecita de plata. El corazón le palpitaba con fuerza y no dejaba de rezar pidiendo que se abriera. Y así fue.

La llave se deslizó y produjo un maravilloso clic. Caitlin la giró a la derecha y se abrió la tapa del cofre.

Los tres se acercaron con ansiedad para ver lo que éste resguardaba.

El descubrimiento los dejó anonadados.

Amores (Libro #2 de Diario de un Vampiro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora