—¿Aún lo tienes?

Ella lo miró sin comprenderlo.

—El mapa —añadió él.

Por supuesto, el mismo mapa que los había conducido hasta allí.

Ella buscó en su bolsillo y se sintió aliviada al descubrir que el documento seguía ahí. ¡Benditos bolsillos con cremallera!

Se lo entregó a Caleb.

Él lo desenrolló y lo observó.

—No estamos lejos —anunció, y luego bajó el mapa y se fijó en el bosque que tenían frente a ellos—. La cabaña debe de estar cerca de aquí.

Caitlin miró alrededor y entrecerró los ojos para ver mejor en la oscuridad. Lo único que había eran árboles.

—No veo nada —dijo.

—Es un mapa viejo —explicó Caleb—. Fue trazado a mano y es muy burdo. Estoy seguro de que hay imprecisiones, pero, según los símbolos, ésta es la zona.

Ambos volvieron a mirar alrededor, pero seguían sin ver nada.

—Esta cabaña estuvo aquí hace cientos de años —planteó Caitlin—; ¿no crees que pudo haber sido destruida?

Caleb escudriñó el bosque y tomó una dirección específica; ella lo siguió, con el sonido del crujir de las hojas bajo sus pisadas.

—Sí —contestó él—, es posible, en especial si era de madera. De hecho es lo más probable, pero espero que la hubieran construido con piedra. La mayoría de las viviendas de vampiros estaban hechas de ese material; en ese caso, tal vez todavía subsista, al menos una parte.

—Pero, aun así, ¿no crees que, después de tantos años, ya la habría descubierto alguien?, ¿o tal vez incluso haya sido destruida por vándalos? —le preguntó Caitlin.

—Tal vez, a menos que...

—A menos que ¿qué...? —lo presionó Caitlin.

—A menos que la naturaleza la haya envuelto. Hay una tradición entre los vampiros que nos permite pasar pistas de generación en generación. Primero construimos una cabaña de piedra, y luego sembramos glicinia, espinas y capas de matorrales alrededor de ella. Si a todas esas plantas trepadoras se les permite crecer con libertad, se reproducirán de manera silvestre y con gran rapidez. Llegarán a ser tan gruesas y frondosas con el tiempo que, si la cabaña se encuentra en un lugar suficientemente remoto, permanecerá inmaculada e invisible a los extraños. De esa manera, quienes conozcan dicha información, podrán encontrarla siglos después.

Caleb miró alrededor.

—La ventaja que tenemos aquí es que este bosque está alejado de la civilización. Eso me da algo de esperanza.

—Bueno, esto tendría sentido si supiéramos que el mapa que tenemos es auténtico —aventuró Caitlin tratando de asumir el papel de abogada del diablo—, pero ¿y si alguien lo puso ahí? Tal vez es una pista falsa. Caleb la miró y sonrió.

—Tienes una estructura mental muy sofisticada —le dijo—. Pero tal vez estás pensando demasiado las cosas. Sí, lo que dices es posible, pero lo dudo. Creo que el pergamino es real.

La cogió de la mano y se internaron más en el bosque. El único sonido que se oía era el del crujido de las hojas. Caitlin sentía que el frío le calaba los huesos.

De pronto Caleb se quitó el amplio abrigo de piel y lo colocó sobre los hombros de su acompañante. Como siempre, a ella le sorprendió la forma en que él leía su mente, y se sintió conmovida por su generosidad.

Amores (Libro #2 de Diario de un Vampiro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora