Parte 8 - Un asunto que resolver

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Capítulo 8: Un asunto que resolver

Bonnie corría arriba y abajo, yendo de la cocina a la despensa y viceversa, atrapando ingredientes para colocarlos en los brazos de Nick, quien no hallaba el modo de escapar.

—Necesitaré algo de esto... —iba diciendo la mujer —y de esto... Hum... Podría preparar unas hamburguesas de tofu. ¿Te gusta el tofu, Nick?

—Bueno... la verdad, no sé lo que...

—¡Oh! ¡Ya sé! —Se entusiasmó la suegra. —¡Haré un rebozado de verduras! A ver... ¿dónde he puesto las berenjenas...?

Mientras Bonnie hablaba prácticamente sola y Nick hacía malabarismos con las verduras en sus brazos, Karin entró disimuladamente en la cocina y fue directamente hacia él.

—Nick, Judy te llama.

El zorro sonrió para sus adentros y correspondió al guiño que le lanzó la pequeña, agradeciéndole la oportunidad. La madre dejó escapar un suspiro.

—Oh, pero ahora que me iba a...

—Ya te ayudo yo, mamá. —Karin atrapó las verduras como pudo y dejó algunas encima de la mesa mientras el zorro huía como alma que lleva el diablo.

—¡Ya voy, pastelito! —Exclamó, desapareciendo por el pasillo.

Judy estaba echada en su camita, con los ojos cerrados y una pata cubriéndolos. Tenía sus auriculares en las orejas, escuchando algo de música relajante que le permitiera pensar. Lo necesitaba.

No entendía cómo había llegado a esto pero todavía menos los sentimientos que danzaban en su vientre. Por un lado, la sorpresa de ver a Glenn y conocer una parte de sus sentimientos la conmovía, pero... tras todos esos años se había vuelto tan independiente que no quería precisar de un compañero a semejante nivel. Por otro lado... estaba Nick.

La comedia en la que había decidido tomar parte para ayudarla era realmente innecesaria. Ella solita podía darle una respuesta a Glenn sin poner a otros en medio. Además, sabía que sus padres estaban intentando disimular... bueno, su madre sí, porque el viejo Stu no había mostrado simpatía por el zorro en ningún momento. ¿Realmente tenía sentido engañar a todos? Sería mejor decirles la verdad y enfrentarse a Glenn. Eso era lo justo, ¿no? No era como si fuera a romperle el corazón a Nick; sólo era puro teatro.

El supuesto prometido se coló en la habitación sin hacer ruido, abriendo la boca para suspirar de alivio y decirle a su compañera lo enérgica que era su madre. Sin embargo, no llegó a pronunciar palabra.

Al verla echada, se acercó despacio y comprobó que tenía los ojos cerrados y la música a cierto volúmen. No se había dado cuenta de su presencia, por supuesto.

Sonrió para sus adentros y, con cuidado, se arrodilló al lado de la cama para observarla con detenimiento y en sumo silencio. Su naricilla se movía, seguramente por el estrés que estaba acarreando; y sus manos apretaban de vez en cuando el reproductor de música, dejando escapar también un largo suspiro.

Nick la apreciaba. Ella no tenía ni idea de lo mucho que le agradecía haberle dado una segunda oportunidad en la vida y, a pesar de todo, tenía la sensación de que sus intentos por ayudarla, por ser el compañero de fatigas perfecto, no eran suficientes. La conejita tenía una insaciable independencia que luchaba por destacar y él no ocupaba en ella el lugar que le habría gustado. Es más, las pocas veces que había intentado echarle algún piropo, ella lo había tomado como una broma. Aunque... visto lo visto, era de esperar. ¿Cómo iba a tomarse en serio una relación... que no tenía ni pies ni cabeza? Desde el principio, lo habían tenido difícil para ser simplemente amigos. ¿Cómo iban entonces a escalar la montaña que se interponía entre sus razas?

Se elevó un poco por encima de ella, acercándose, y la miró de frente, con su hocico a escasos centímetros de su naricilla rosada. No le gustaba que la llamaran cuqui y esas cosas, claro, pero... de verdad la encontraba adorable. Vista así, sin su expresión confiada, la veía incluso como a una criatura vulnerable a la que proteger... y no podía ir más errado en eso.

Tan metido estaba en sus pensamientos que apenas se dio cuenta de que Judy había apartado la pata de sus ojos y comenzaba a abrirlos. Al toparse con el morro del zorro, su reacción fue instintiva. Tras un grito, le propinó un patada en el estómago a Nick y éste cayó de espaldas, derrumbándose en el suelo mientras ella jadeaba de espanto.

—¡¿Cómo... cómo se te ocurre sobresaltarme así?! —Lo reprendió.

El zorro apenas podía mencionar palabra, sujetándose el vientre y preguntándose si sería capaz de digerir la comida.

Judy se incorporó en la cama y se quitó los auriculares de las orejas mientras él se ponía de pie.

—Esas patas... —murmuró el pelirrojo —deberían considerarse un arma.

—Y tu habilidad para pasar desapercibido también. —Replicó ella, ya más tranquila. —Me has dado un buen susto.

—Créeme, no entraba en mis planes. —Nick dejó escapar el aire contenido y terminó de masajearse el estómago. —Pero lo tendré en cuenta la próxima vez.

Ella suspiró y golpeteó el lado libre de su cama para que se sentara.

—Tenemos que hablar.

El vulpino se dejó caer poco a poco a su lado y Judy le explicó la conclusión a la que había llegado.

—Siento las molestias que te has tomado para seguirle el juego a mi hermana, pero esto no puede continuar así. Voy a decirles la verdad a mis padres.

—¿Estás... segura? —Reconoció la determinación en aquellos ojos violeta pero, por alguna razón, esperó ver en ellos un atisbo de duda.

—Sí, lo estoy. —Respondió nuestra conejita. —Mira, es absurdo que tengamos que haber llegado a esta mentira sólo porque mis padres quieren organizarme la vida. Glenn me gustaba cuando era joven y... bueno, puede que todavía sienta algo... —Nick sí sintió algo; sintió un pequeño dolor en el pecho por un segundo... hasta que ella continuó —pero no estoy preparada para salir con nadie por el momento; y menos aún casarme y tener hijos. Todavía me queda mucha guerra que dar como policía y no voy a echarme atrás ahora que justo empieza mi verdadera carrera.

—Como quieras. —Aunque admitía cierta decepción por terminar con su asombrosa interpretación en la obra, estaba satisfecho de que su compañera tuviera tan clara su vocación. Eso sólo significaba que seguirían formando equipo. Mejor para él.

La voz de Bonnie resonó de pronto por el pasillo.

—¡Todos a comer!

—Bueno... —Judy se levantó de la cama, sonriendo de nuevo con confianza —es hora de terminar con esta farsa.

El zorro la vio caminar hacia la puerta, moviendo la pequeña cola con más ánimos, y sintió ganas de sonreír. Su determinación era realmente contagiosa. 

¡Un asunto conejudo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora