-¿Anna?

-Dígame, señora.

-¿Dónde está Dylan?

-Mi niño aún no ha llegado. –Volví a fruncir el ceño. Ya eran las nueve pasadas y él nunca salía tan tarde del trabajo.

-¿Llamó o dijo algo con alguien?

-No, señora. –Saqué el móvil de mi bolso para buscar su número. Un pitido, dos pitidos, tres pitidos y nada.

-Esto está muy raro...

-¿Dónde está, papá?

-No lo sé, cariño. Estará a punto de llegar... –Dejé un beso en su cabeza para mirar a Anna. –Llévala a darse un baño, Anna. Gracias.

-Sí, señora. –Ambas subieron las escaleras para ir al piso de arriba mientras que ahora marcaba el número de mi amiga.

-Hello!

-Sof, ¿Dylan está ahí?

-¿Aquí? ¿Por qué debería estar aquí?

-No lo sé. Por eso te estoy llamando.

-No, aquí no está, Oli. ¿Qué pasa?

-Debería de haber llegado ya de la empresa y no lo ha hecho.

-Quizás siga allí. ¿Has llamado?

-No...

-¡Y a qué esperas! Llámame si no lo encuentras.

-Está bien, gracias. –Colgué enseguida para volver a llamar, por tercera vez en los últimos quince minutos desde que había llegado, el teléfono de la empresa, pero nadie contestó. Lo volví a intentar, en vano.

Resoplé tirándome sobre el sillón. ¿Dónde diablos se había metido Dylan? Él nunca era de tardar al salir del trabajo... ¿Y si le había pasado algo? O a lo mejor simplemente había cogido caravana y aún estaba en ella...

Entonces, como por arte de magia, la puerta se abrió de golpe y porrazo dejándome ver a Dylan entrando torpemente. ¿Pero qué hace?

-¿Se puede saber dónde te habías metido?

-¿Mmm? ¿Me hablas a mí? –Preguntó señalándose así mismo confundido.

-No, a tu abuela. ¿A quién más le hablaría?

-Pues mi abuela vive un poco lejos... –Balbuceó mientras arrastraba los pies hasta tirarse en el sillón a mi lado.

-¿Estás borracho?

-¿Yo? –Frunció el ceño para tocarse la cabeza. –Solo fui a un bar con... ¿Cómo se llamaba? Bah, da igual. Fui con ese...

-Estás borracho, Dylan. –Afirmé cuando me incliné hacia él oliendo el apestoso alcohol que emanaba de su cuerpo.

-¿Sabes? Me encontré con Katherine y Christian en el bar. Está incluso mejor de como la recordaba... –Una punzada de dolor llegó a mi pecho al oír eso. –Creo que se operó o algo... –Rió negando con la cabeza. –Tenía los pechos más grandes...

-No digas estupideces, Dylan.

-Y no las digo. –Volvió a reír para mirarme fijamente. –Quizás tú tengas que operarte también. La llamaré para que me dé el número de su ciruja...

-Dylan. –Apreté los dientes con rabia conteniendo las ganas de bofetearlo. ¿A qué venía todo esto ahora?

《Está borracho. No sabe lo que dice

-¡Llegaste, papi!

-¡Hola, pipita! –Elyssa se acercó a abrazarlo.

-¿Dónde estabas, papi? Quería enseñarte mi muñeco...

-¿Cuál muñeco? –Dylan intentó cogerla en brazos, pero se detuvo al notar que perdía el equilibrio.

-¡Es una tortuga! Mamá dice que me la regaló la tía Lizzie. ¡Voy a buscarla!

-Ya se la enseñas mañana, Ely. Ahora vamos a dormir.

-¿Pero por qué...

-A dormir, Elyssa. –Asintió cabizbaja antes de dejar un beso en la mejilla de Dylan para subir las escaleras.

-Yo creo que también voy a...

-No, tú te quedas a dormir aquí.

-¿Eh? –Me miró frunciendo el ceño como si me hubieran salido dos cabezas. –Mi habitación está...

-Tu habitación es mi habitación, y no quiero dormir contigo. –Me di la vuelta apagando la luz del salón antes de dirigirme a las escaleras. –Buenas noches. –Subí las escaleras casi corriendo para encerrarme en la habitación donde las lágrimas que tanto había contenido no tardaron en salir. ¿Por qué me había dicho esas cosas? Nunca antes se había quejado de mi cuerpo y mucho menos me había dicho que tenía que operarme...

Sorbí por la nariz limpiándome la cara con las manos antes de ir a darme una ducha para acostarme a dormir. Elyssa y yo ya habíamos cenado antes de volver, por eso la había mandado a dormir sin ir a comer antes.

Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos y no me hizo falta preguntar quién era porque sabía perfectamente quien seria.

-¿Olivia? ¿Puedo pasar? –Preguntó desde el otro lado de la puerta.

-Te dije que dormirías en el salón.

-¿Pero por qué? Tengo frío...

-No es mi problema. –Dije sin más apagando la luz de la mesita de noche para acostarme a dormir. Él solito se lo había buscado.


☼☼☼


Después de dar vueltas y vueltas en la cama sin poder dormir, miré el reloj para ver que marcaba las tres y media de la madrugada.

Con remordimiento, salí de la cama en busca de una manta pequeña al armario. Quizás fui un poco injusta al no dejarlo pasar a coger una manta aunque fuera... Pero me había ofendido y comparado con su ex cuando sabe perfectamente que ella y yo no nos parecemos en nada.

Abrí la puerta de la habitación quedándome sorprendida al encontrármelo sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y los pies extendidos.

-Dylan... –Me puse de cuclillas a su lado para volver a llamarlo. –Dyl, despierta...

-¿Mmm?

-Ven a la cama, Dylan... –Medio abrió los ojos para mirarme somnoliento.

-¿Puedo entrar?

-Sí, venga... –Lo ayudé a levantar guiándolo hacia la cama quitándole únicamente los zapatos cuando se había tumbado en la cama. Le eché la manta por encima, me acosté a su lado, besé su mejilla y apagué la luz para intentar dormir algo.

No solamente tendría que lidiar mañana con la resaca, sino también con todas las explicaciones que debía darme. 

¿Me adoptas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora