Capítulo tres.

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El día pintaba bien, no había nevado y el clima era bueno. Matthew pasó por mi a las tres y media para ir a comer. Después de dos semanas y media de no verlo me resultaba extremadamente pálido. 

-¿Te sientes mal?- pregunté. No me parecía buena idea preguntar si sentía "bien" porque era obvio que no lo estaba. En cambio si preguntaba lo contrario obtendría la respuesta que quería escuchar, o al menos sabría su grado de dolor.

-No,- dijo.- Sólo estoy cansado.

-Vale.- dije. El camino a su casa era largo, así que me permití una pequeña siesta. Tuve un sueño extraño en los treinta minutos de viaje. Tenía seis años y la maestra nos preguntaba qué queríamos ser de grandes. Unos decían que bombero, otros doctor, enfermeras, presidente... Había de todo.

"Anne," dijo la maestra, "¿Qué quieres ser de grande?"

Sin dudarlo me levanté de mi lugar, estiré mi overol y dije:

"Cuando sea grande quiero ser un chico." 

Silencio, nadie me aplaudió como al pequeño William, él dijo que quería ser pastelero y todos le dieron ánimos. Ese sueño pasó en realidad. La maestra había armado un alboroto por mi respuesta tanto que mi madre tuvo que sacarme de ese lugar. 

-Aini,- dijo Matthew,- Aini ya llegamos a casa.

A casa, que lindo es cuando las personas no le agregan el "mi" a todo. Desperté adolorido.

-¿Qué hora es?- dije.

-La cuatro y diez,- dijo,- sal del auto y sígueme.

Tomó mi mano y me llevó al patio trasero de su casa. Parecía un bosque encantado. 

-¿Tu casa siempre ha sido tan grande?- le pregunté con los ojos entre cerrados. 

-Sólo el patio, mi abuelo era dueño de este lugar y al morir me lo dejó a mi.

-¿Por eso vives solo?

Matthew lo pensó un momento y temí haber preguntado algo estúpido.

-Ven,- finalmente dijo,- te contaré una larga historia.

-Pero tengo hambre.

-Eso puede esperar.

Llegamos al pie de un gran árbol que parecía albergar los secretos del mundo. Era magnífico y tan verde que me dolían los ojos con sólo verlo. Nos sentamos en el pasto uno frente al otro y esperé a que Matthew hablara. 

-¿Trajiste el dibujo?- dijo.

Saqué de mi mochila un cuaderno de dibujo y se lo entregué.

-Puedes verlo cuando quieras, no tiene que ser ahora.- dije.

-Quiero verlo,- suspiró.- Estoy listo.

Abrió el cuaderno y la sonrisa se borró de su rostro.

-Thom- dijo.

No era la reacción que esperaba.

-¿Qué ocurre Matthew?- dije.

-Aini.

-¿Sí?

-La...

-Continúa.

-La persona del dibujo.

-¿Qué tiene la persona del dibujo?

-La persona del dibujo so...

Tenía esperanzas, podía ser él. Eran idénticos.

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