Capítulo 39.

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[LEAN LA NOTA (bueno más bien la posdata)]

Observé el anillo en mi mano, era tan precioso. Era de oro y tenía pequeñas incrustaciones de diamantes en todo el borde y en el marco cuadrado del diamante, el anillo conservaba un gran equilibrio entre sus componentes haciéndolo perfecto. Sean yacía dormido a mi lado en la cama del hotel, el cual aún mantenía su nombre desconocido para mí. Se suponía que hoy viajaríamos de regreso a la ciudad de Miami para ir a la casa de sus padres y la simple idea de aquello había conseguido quitarme el sueño. 

Ya había amanecido, el sol comenzaba a colarse a través de las cortinas cerradas de la gran habitación. Con mucho cuidado me levanté de la cama, Sean refunfuñó un poco y se volteó para el otro lado. Una vez fuera me dirigí a nuestras maletas, las cuales estaban junto al armario de madera blanca. Busqué un conjunto bonito, algo cómodo pero a la vez elegante, por lo que me decidí por unos pantalones ajustados blancos, unas blusa sin mangas azul marino adornada con un collar en picos dorados y por último unas sandalias con plataforma altas. Con la ropa en mis manos me encaminé al baño de la habitación. 

Dejé que el agua comenzara a acumularse en la bañera mientras buscaba los jabones y cremas para el cabello. Me metí en el agua despacio, disfrutando de la calidez que ésta me proporcionaba, una vez que quedé recostada en el fondo de la bañera metí mi cabeza bajo el agua y luego comencé a aplicar las cremas. 

Mientras esperaba que las cremas surgieran efecto palpé mi vientre, había crecido un poco aunque apenas comenzaba a mostrarse. Sonreí con emoción, estaba asustada por todo el proceso del embarazo sin embargo me mantenía tan maravillada al pensar que nuestro hijo crecía ahí adentro. Coloqué la mano ahí y la mantuve en un gesto protector, una electricidad llegó a mi con potencia, para estar de tres meses estaba llevando el embarazo demasiado bien por lo general siempre me encontraba demasiado cansada pero lo suficientemente bien como para sobrellevar mi día a día. 

Luego de unos minutos me quité las cremas y con cuidado salí de la bañera dejando un pequeño charco de agua donde me quedé parada mientras me secaba. Haciendo movimientos extraños como una foca con epilepsia logré colocarme los benditos pantalones. En menos de diez minutos había terminado de colocarme toda la ropa y una fina capa de maquillaje para ocultar las marcas del insomnio. Para cuando salí del baño, Sean ya se encontraba despierto y con su ropa perfectamente doblada sobre la cama. Me sonrió y soltó un silbido. 

- ¡Estás preciosa!- exclamó para luego tomar su ropa. Antes de ingresar en el baño me robó un corto beso. 

Se escuchó el agua cayendo y una leve melodía, algunas veces cuando Sean se bañaba en casa me paraba tras la puerta sólo para escucharlo cantar. Por lo general no lo hacía fuerte, como ahora, y murmuraba algunas melodías sin embargo su voz era una linda armonía. En unos cuantos minutos el agua se apagó y la voz se cayó hasta ni siquiera oírse. Me separé de la puerta y fui a por mi bolso, revisé que todo estuviera en su lugar y lo deposité sobre la cama. 

Volví a colocarme el anillo de compromiso en su lugar y me volví a ver a mi futuro esposo que acaba de salir por la puerta del baño. Llevaba unos pantalones medios ajustados negros y una camisa de manga corta en tonos azules. De su cabello caían pequeñas gotitas de agua, las cuales sacudió con la mano mientras me sonreía. Se acercó al borde de la cama donde se colocó sus supras grises. 


Dos horas mas tarde ya nos encontrábamos frente a una enorme casa de techo de loza cobriza y paredes de ladrillo oscuro, los marcos de las ventanas resaltaban con su blancura extrema y la puerta de color caoba deslumbraba en medio del marco blanco. La casa estaba protegida por una enorme reja de hierro negro. Un enorme jardín delantero separaba la calle de la entrada de la casa, unos enormes arbustos de plantas con flores en colores azules y lilas, algunos rosales decoraban el camino empedrado de la entrada. 

El carro de Sean aparcó dentro de una gran cochera y mi respiración dejó de circular por mis pulmones. Giré la cabeza sólo para encontrarme con una mirada analítica de su parte. Le sonreí un poco dudosa, era su familia, nunca había hablado de su familia y algo me decía que las cosas iban a ser difíciles. Su hijo, Sean Powell, luego de algunos años sin verlos aparece con una novia, su futura esposa, que está esperando un hijo suyo; no sólo eso sino que también esa chica es una boxeadora ilegal al igual que él, la hija de un jefe de la mafia, la hija que asesinó a su madre, la que fue prostituta. 

Ni siquiera me di cuenta en el momento en que Sean se bajó del carro y lo rodeó para abrir mi puerta. Me sostuvo la mirada por varios segundos antes de decidirse a hablar. 

- Todo irá bien, Sky- afirmó seguro de sus palabras, tal vez él tenía razón. 

- Eso lo sabremos una vez que ingrese... 


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¡Nuevo capítulo!

Disculpen si es corto y si no es lo que esperaban, pero no tengo excusas contra ello sólo que estaba en blanco e intenté cumplir con ustedes. 

No tengo nada que decir ni que comentar... Lamento mi actitud pero de verdad me siento defraudada y sola así que ni siquiera puedo ingeniármelas para que mi comentario acerca del capítulo sea algo positivo. 

Sin más, me despido Ari ♥

P.D.: Lancé un nuevo proyecto se llama "A los pies del boxeador"  

Para las que les gusta la acción he decidido lanzar este proyecto que será comenzado a publicar en Junio o antes, todo depende de cuanto me lleve terminar esta temporada... Les dejo el prólogo. 

Él no era como los otros hombres que frecuentaban aquel viejo bar, no. Primero porque usaba un refinado traje que de seguro estaba hecho a medida. Pero algo no combinada con aquellas costosas prendas, quizás era que su cabellos estaba demasiado cuidado para un empresario, quizás eran esos tatuajes que sobresalían bajo la tela de las mangas o quizás aquellas gafas de aviador y su falta de un maletín lo confirmaban.
Pero él no era lo que aparentaba y lo supe en cuanto se paró frente a mí en la caja registradora, con sus gafas en la mano y, una mirada penetrante y fría. Lo confirmé en cuanto me miró a los ojos y mi garganta se secó. - ¿Una mesa, señor?- logré pronunciar luego de unos segundos. Desvié la vista y me regañé por mi falta de carácter.  

- No- respondió cortante. Metió la mano en su chaqueta y me alarmé ¿acaso era un maldito ladrón? Sin embargo sacó un sobre amarillo. -Dale esto a tu jefe- ordenó. Me tendió el sobre para luego dar media vuelta y marcharse por donde vino.

Secretos en el ring [DSP#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora