Capítulo 49.

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(Antes que nada a ti Charlie, o Carlos, te agradezco por compartir tu talento. Me atrevo a decir que amé tus poemas tanto como amo a los animales, son tan extrañamente perfectos con esa pizca que te hace quedarte a leer más, amo lo que haces y vuelvo a decir te agradezco por compartirlo. A todo esto he decidido utilizar uno de tus poemas, precisamente he querido utilizar "Charlie" uno de mis poemas favoritos, gracias)


El pasillo estaba en silencio, los largos tubos de las luces vibraban un poco provocando un ruido espantoso, sin embargo, el lugar parecía impecable. Todo en orden y ni una minúscula molécula de polvo sobre algún mueble. Los sillones eran nuevos, aunque los anteriores no eran feos o incómodos, éstos eran mucho mejor; el cuero negro brillaba y aún se podía sentir el olor a nuevo impregnado en su tela, dicho olor contrastaba con el olor a desodorante de ambiente de rosas. 

El consultorio del doctor Kurt McCain se encontraba con su puerta cerrada, él todavía no había llegado aunque la recepcionista nos había dicho que no tardaría mucho. Era muy temprano en la mañana, alrededor de las nueve, nos habían adelantado el turno una semana ya que Kurt saldría del país en ese tiempo y al hombre no le gustaba dejar turnos pendientes. 

Sostenía en mi regazo un libro del cual desconocía el nombre, era un libro de poesías del cual estaba enamorada desde hacía tiempo. Quizás había uno que me hacía recordar a Sean en todo sentido: 

Llévate todo;

llévate lo que queda.

Llévate mis océanos, 

llévate mis noches de verano.

Llévate el polvo, las cenizas, 

el humo, los gritos, 

los papeles quemados, 

los versos solitarios, 

mi piel, las hojas secas de primavera. 

Aquella fotografía, 

aquella carta

que nunca te escribí. 

Llévate mis dedos nerviosos

y mis aprietos de mandíbula.

Llévate el deseo 

y llévate el odio. 

Llévate el desamor, 

y llévate las rosas.

Llévatelo todo.

Y cuando hayas acabado, 

pon sangre 

en mis labios 

y veneno 

en mis ojos.

Encadéname las muñecas

y tira tan fuerte 

que todos los huesos 

de mi esqueleto 

se rompan.

Y bébete el oxígeno 

de mis arterias, 

y muerde la suciedad 

de mis venas, 

Secretos en el ring [DSP#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora