5. El diario Gilbert

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—Stefan ¿estás consiente de que hay alguien aquí? —le mencione dándole una mirada severa, pues mis sentidos nunca fallaban.

—El profesor Saltzman —respondió. Escuche con claridad como alguien se acercaba hacia donde nos encontrábamos. — A lado de la puerta —ordeno Stefan señalándome el lugar donde debía esconderme. Me puse tras de está esperando.

Escuche como alguien se iba acercando cada vez más, después todo paso en un instante, Stefan sostenía entren su mano una estaca de madera, el hombre que hasta ahora desconocía no se percató de mi presencia, con nerviosismo y a la vez queriéndolo hacer rápido comenzó a colocar torpemente otra estaca en lo que parecía ser una pistola elaborada y hecha exclusivamente para vampiros.

Este, ante su nerviosismo se giró topándose conmigo, sonreí con cinismo para tomarlo por el cuello y estamparlo fuertemente contra la pared elevándolo unos cuantos centímetros del suelo, logrando que sus pies se movieran de manera asustada pidiendo volver a tocar el piso. Aquel hombre movió su arma hacia mí, pero claramente fui más rápida quitándosela de las manos. Miré el arma que ahora se encontraba en mi mano derecha y negué para chasquear la lengua.

—No debió hacer eso profesor —lance al hombre con cierta delicadeza hacia los pupitres.

— Siéntate —le ordeno Stefan, este obedeció sin objeción, aunque si la tuviera no había mucho que pudiera hacer. Le entregue el arma a Stefan que la examino con cierto cuidado y curiosidad. — ¿Qué es? ¿Aire comprimido? ¿Lo hiciste tú? —aquel hombre no respondió. — ¿Quién eres? —cuestiono Stefan acercándose a él que nuevamente no contesto. — No quiero lastimarte —aseguro mi buen hermano. — Si no lo haces de nuevo — Stefan le entrego el arma dejándome completamente perpleja.

—Stefan —hable. — ¿Qué haces? —le cuestione. — Este hombre hace unos segundos intento matarte, y si lo hubiera logrado, a mi también me lo hubiera hecho. —Stefan solo se sentó en la parte de arriba del pupitre.

—Ni siquiera sé quién eres —respondió el profesor.

—Eso no quiere decir que no me hubieras asesinado —asegure.

—No ando por la vida matando a inocentes —aclaro de manera segura y molesta. — No soy como ustedes.

—¿Quién eres? —mencione sin entender ni un carajo lo que pasaba aquí — ¿Nosotros? ¿Qué quieres decir con eso? —mencione sin aparentemente tener una idea de lo que se refería.

— Un maestro —respondió él.

— ¿En serio? — pregunte sarcástica. — ¿Raíz cuadrada de 25? —aquel hombre no contesto, solo me observo atento y algo molesto.

— ¿Quieres hacerlo a la mala? —menciono un molesto Stefan de esta situación.

—También soy historiador —comenzó hablar con un poco más de sentido. — He investigando Virginia, descubrí cosas sobre tu pueblo.

—¿Y quieres ser Van helasen? —mencione con sarcasmo.

—Basta, dime la verdad —sentencio Stefan.

—Mi esposa era parapsicóloga. Pasó su vida buscando actividad paranormal en esta área —aquello me causo mucha intriga. — Su trabajo me trajo aquí.

—¿Dónde está tu esposa? —pregunto Stefan.

—Muerta —respondió. — La mato un vampiro —aquello no me traía un buen presentimiento.

—Lo siento —menciono sincera ganándome una mirada rápida del profesor.

—¿Dónde está el diario de Gilbert? —pregunto mi hermano.

La Tercera Salvatore - Libro I [En edición]Kde žijí příběhy. Začni objevovat