Capítulo 20.

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¿Qué he hecho? No me puedo creer que hiciera eso. ¿Por qué mentí? Es decir, ¿cómo que no tiene derecho a pensar? Me agarro el cabello con fuerza y tiro de él. Soy un idiota, maldita sea. ¿Qué pretendo? Desde luego en ese momento pensaba en ocultar mis sentimientos hacia ella. Pero no soy capaz. Vi su rostro cuando le hablé así y simplemente no creo que pueda soportar verlo otra vez así, asustado y con miedo. Miedo de mí.

Justo cuando salgo de la habitación escucho los sollozos de la pequeña, y no me puedo evitar repetirme la misma pregunta. ¿Qué he hecho?

Doy media vuelta y vuelvo a subir las escaleras que ya he bajado. Llego hasta la habitación de la muñequita y entro en ella. La veo dormida, acurrucada en un extremo de la cama con restos de lágrimas secas en el rostro. Me acerco a ella y con delicadeza me tiendo a su lado, quedando frente a frente.

Es tan hermosa... Aún no me puedo creer que después de tantos años, mi corazón vuelva a latir por una simple humana. Aunque de simple no tiene nada. Es especial. Siempre lo fue.

Escucho su respiración entrecortada. La miro con una ternura que nunca antes había sentido y extiendo mi mano hasta llegar a acariciar su suave mejilla.

Es irónico. Si hace dieciocho años me hubieran dicho que me fuera a enamorar de una humana, me hubiera reído en su cara y luego lo hubiera matado por decir semejante estupidez.

Niego sonriendo para mí mismo con la cabeza por este pensamiento. Poco a poco voy cerrando los ojos hasta acoplarme al sueño de mi pequeña.


(...)


Hace dos horas que he despertado y no me he despegado de la cama de Lena. Es tan dulce cuando duerme que eso la hace más vulnerable aún.

Hago el ademán de volver a tumbarme junto a ella cuando de repente abre los ojos sobresaltada y mira a todos los lados asustada. Tarda unos segundos en darse cuenta de dónde está, hasta que su mirada se topa con la mía. Me permito perderme por un momento en esos ojos violetas de los que me deleito cada vez que puedo. Entonces, habla.

—Y-yo...

—Lo siento —la interrumpo.

Abre los ojos asombrada mientras se queda mirándome unos segundos, para después dejar la mirada perdida en la habitación, sin saber qué hacer. Me acerco a ella y poso mi mano en su hombro, girando su cuerpo hacia el mío.

—De veras que lo siento. No quería decirte eso, fue una mala acción. Ahora sé que no podré hacerlo. Por favor, perdóname —suplico arrepentido.

Ella me mira con extrañeza.

—¿Q-qué no podrás ha-hacer? —Tartamudea como siempre. Se vea como se vea, es aún más linda cuando habla así, no sé por qué. Quizás sea por la voz tan angelical que tiene.

Me quedo callado unos segundos. ¿Y ahora qué hago? Me he prometido a mí mismo no ocultarle más mis sentimientos. Decidido, le contesto.

—No puedo tratarte más mal. No puedo ocultarte lo que siento. Yo... —Paro de hablar al ver su expresión de horror—. ¿No lo entiendes, verdad?

Niega con la cabeza.

—Mi inocente muñequita... —Esbozo una sonrisa triste y acurruco su rostro entre mis manos, acercándolo al mío—. Moriría antes de verte sufrir un minuto más.

De pronto me doy cuenta de lo que he hecho. Lo he dicho, he confesado.

Observo con preocupación su reacción, pero sólo obtengo una expresión de asombro en su rostro. Cierro los ojos frustrado y salgo de la habitación.

Bajo las escaleras casi volando y cuando llego al salón me tumbo en el sofá con las manos cubriendo mi cara. ¿Y si ahora me rechaza? ¿Y si ya ni siquiera me habla más?

Dios, no puedo evitar pensar de nuevo en lo irónico de la situación. Millones de cosas en las que me debería preocupar ahora mismo y sólo me centro en lo que pueda pensar de mí ahora la pequeña Lena.

Sacudo la cabeza y salgo de la mansión a dar un paseo. El aire fresco siempre me despeja la mente.


(...)


Ya ha pasado una hora desde que dejé a la muñequita en su cuarto con una cara de asombro. No puedo evitarlo, tengo que verla. Es extraño, pero me siento raro si paso mucho tiempo apartado de ella. ¿Qué me has hecho, pequeña Lena?

Sonrío para mis adentros mientras entro en la mansión y voy hasta su habitación.

Pero cuando abro la puerta siento como si alguien me hubiera golpeado muy fuerte en el estómago hasta quedarme sin respiración, que irónicamente no tengo. La habitación está desordenada, con el colchón, los muebles y las mantas por los suelos y una nota encima de la cama.

Por primera vez siento miedo, miedo por alguien. Miedo por mi muñequita. Lentamente me acerco hasta el papel y casi temblando lo cojo. Cierro los ojos un momento para acto después leer la nota, que dice así:

¿Te falta algo, Borrmann? Bien, ven si quieres recuperarlo. Pero recuerda, estás solo en este juego. Uno que nosotros ganaremos.

Así que date prisa. Tic-tac, el tiempo corre. ¿A qué esperas?

Firmado: Eversionem. "



Marionette ©Where stories live. Discover now