Capítulo 8.

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He perdido la cuenta del tiempo que llevo aquí. Mi mente me dice que ocho horas o más, pero a mi cuerpo le parece que son días.

Desde que Kyron, el vampiro, se fue, no hice más que intentar soltarme de las cadenas. Tras una hora de esfuerzos en vano me di por vencida, llevándome como consecuencia mis muñecas sangrando debido a la fuerza aplicada contra los grilletes de hierro.

Los ojos se me cierran, dudando entre si caer por fin en la inconsciencia o mantenerse despierta. Me cuesta respirar. Necesito que algo líquido pase por mi garganta, sino, puedo llegar a asfixiarme. Recuerdo entonces cuando me dio la comida y sus palabras al hacerlo. Eso me saciaría el hambre durante las semanas que dijo, pienso, pero no la sed.

Como si alguien hubiera escuchado mis pensamientos, la puerta se abre. Una luz ilumina la estancia y me ciega por unos instantes. Cuando mis ojos se acostumbran a la luz, distingo la silueta del vampiro junto a la puerta. Entre sus manos sostiene una jarra de cristal con un líquido transparente dentro. Agua.

Mi garganta vuelve a arder al ver el agua, implorando que esta pase por mi garganta, aliviando la sed. El vampiro se acerca lentamente, sin mediar palabra. Cuando llega hasta mí se queda quieto, mirándome fijamente, observándome. Mi cuerpo está tan cansado que ni me molesto en moverme u otra cosa, simplemente me dedico a mirar al suelo.

Entonces veo como Kyron deposita la jarra en el suelo y comienza a quitarme los grilletes. Cuando me quita el último siento mi cuerpo desvanecer y espero el golpe de mi cuerpo contra el suelo, pero unos brazos me atrapan y me tienden delicadamente en él. Mis ojos se van cerrando, decididos por fin a caer en la inconsciencia, pero una voz me lo impide.

―No te duermas todavía ―ordena a la vez que siento como lleva la jarra hacia mis labios―. Bebe ―me incita.

Intento llevar las manos hacia el culo de la jarra para sostenerla sola y poder beber, pero mi cuerpo no responde y sólo logro levantarlas dos centímetros del suelo. El vampiro parece que se percata de eso pues con una mano me coge de la cabeza y con la otra empuja la jarra para que beba.

Por fin, noto como el líquido pasa por mi garganta, humedeciéndola y saciando mi sed. Una sensación de alivio me invade momentos antes de cerrar los ojos y caer rendida.


(...)


Un leve balanceo provoca que abra los ojos. Tardo unos segundos en darme cuenta de que estoy siendo cargada. Miro hacia la persona que me lleva y descubro a Kyron, el vampiro. Este parece que se da cuenta de que he despertado pues baja su mirada hacia mí y la clava en mis ojos. Rápidamente apartado la vista y me quedo mirando mis manos. Él no dice nada y vuelve la vista hacia arriba.

Por el rabillo del ojo observo dónde estamos. Al aire libre, eso seguro. Un cielo estrellado nos rodea mientras ráfagas de viento helado me hacen estremecerme. Veo como sólo llevo el vestido que me dio Evolet, la mujer. Compruebo entonces que las vendas con las que me levanté en la cama horas antes han sido retiradas de mi cuerpo y ahora sólo se pueden observar las heridas provocadas por aquel perro. Más frío me entra al comprobar que estoy descalza.

Recuerdo lo sucedido antes de desmayarme; las cadenas, el vampiro y el agua. Al percatarme de que mis muñecas han sido curadas, abro los ojos sorprendida. Si luego me cuida, ¿para qué me hace daño? ¿Cuál es el verdadero propósito por el que me ha elegido? Desde que he llegado hace aproximadamente dos días (pues he perdido la noción del tiempo), no ha hecho más que confundirme. Primero me trataba mal, luego con una delicadeza extrema. Después le dio por darme falsas esperanzas con mi libertad. Me dañó, me curó y acabé de nuevo herida. No lo llego a comprender.

―¿En qué piensas? ―Pregunta de repente.

Su pregunta me asusta y por ello temo responder. ¿Qué digo? ¿Que estoy pensando en él y su falta de cordura? No, ni hablar.

Mi respuesta es el silencio, el cual él interpreta de mala manera y con un gesto de molestia vuelve a mirar hacia el frente.

Hasta ahora no me he parado ni un momento a pensar a dónde nos dirigimos. ¿A dónde me llevará ahora? ¿Qué es lo que me espera? Un escalofrío involuntario recorre mi cuerpo, no sé si de frío o terror al pensar en lo siguiente que me tendrá preparado.

―¿Tienes frío? ―Habla interpretando mi escalofrío como la presencia de frío en mi cuerpo, lo que también es cierto.

Asiento dudosa con la cabeza. Él resopla y va bajando sus brazos hasta dejarme en el suelo tumbada. Es tierra, y un vistazo a mi alrededor me confirma que efectivamente nos encontramos en lo que creo que es un bosque, repleto de árboles. Hago el ademán de incorporarme, pero su voz me lo impide.

―No te levantes.

Su orden me hace fruncir las cejas.

―Tu cuerpo está muy débil, no conseguirías siquiera sentarte ―explica.

Intento mover mis piernas y compruebo que tiene razón. Un dolor agudo me recorre el cuerpo y dejo de hacer el esfuerzo.

De repente un manto negro se cierne sobre mí, provocando que suelte un grito. Tardo en darme cuenta de que es una chaqueta negra de cuero. Miro hacia arriba y veo como el vampiro me abriga con ella pasándola por encima de mis hombros mientras levanta mi cabeza para que llegue hasta la espalda. Veo que de largo me llega hasta un poco más de las rodillas, y aunque no me cubre entera me hace entrar en calor.

Kyron vuelve a levantarme en sus brazos, cogiéndome por la parte trasera de las rodillas y la espalda, y comienza de nuevo a andar.

Embargada por la duda, no puedo evitar preguntar, aun temiendo su reacción.

―¿A-a dónde vamos?

Se para en seco y baja la mirada hacia mí. Me analiza de arriba abajo, como queriendo recordar cada parte de mí. Yo, sin poder evitarlo, me pierdo en el color rojo de sus ojos. Pasan así unos segundos hasta que sacude la cabeza y sin responder, sigue andando, dejándome sola con mis pensamientos, confundida y asustada, dándome cuenta de que me he quedado mirándolo y esta vez, no me ha hecho nada.


Marionette ©Where stories live. Discover now