Capítulo 21.

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¿Dónde estoy? Siento que estoy tumbada en el suelo por el tacto frío y duro en mi espalda. Mis ojos están cerrados. Noto como un hierro rodea mis muñecas, por lo que supongo que son cadenas. Mis pies descalzos sufren los azotes del aire. Pero a pesar de esto, la misma pregunta no deja de bombardearme la mente: ¿cómo he llegado hasta aquí? O mejor dicho, ¿aquí, dónde?

Empiezo a recordar. Estaba dormida en la cama de Kyron. Él me había dicho que moriría antes de verme sufrir un minuto más. Y después de eso se fue dejándome sola en la habitación. Luego me había puesto a pensar, y cuando me iba a decidir por dormir de nuevo para evadirme de todo, unas manos me taparon la boca arrastrándome fuera de la cama. Me removí intentando librarme pero de pronto me vi elevada por los aires y siendo llevada en el hombro de un hombre al que no le podía ver la cara. Pataleé gritando para que me soltara pero sólo recibí risas de su parte. Salimos de la mansión así y el pánico se apoderaba de mí al no ver al vampiro por ningún lado.

Entonces vi como tres personas más se acercaban hasta mí. Eran dos mujeres y otro hombre. Este último llevaba un pañuelo en la mano y una sonrisa de burla en el rostro. Llegó hasta mí y a pesar de mis intentos de escapar las manos del que me sujetaba se aferraban con fuerza a mis piernas impidiéndome la huida. Me colocaron el pañuelo en la cara asfixiándome y poco a poco mis ojos se fueron cerrando.

Eso es todo lo que recuerdo, por lo que la incógnita de cómo llegué hasta aquí, qué es este sitio y por qué, aún siguen en pie.

De pronto oigo el chirrido de una puerta abriéndose. A continuación unos pasos se aproximan hacia mí y siento como agua helada cae sobre mí, empapándome de la cabeza a los pies. Abro los ojos de golpe encontrándome la borrosa visión de un rostro masculino. Pestañeo varias veces hasta que mi mirada se enfoca en la cara de la persona que me mira desde arriba. Es un chico, quizás tres o cuatro años más mayor. Tiene los ojos verdes como el mar y el pelo tan negro como el carbón.

No me da tiempo a apreciar más sus distinguidas facciones pues comienza a hablarme con una voz algo aguda.

—No me puedo creer que se haya armado tanto revuelo por una vulgar niña como tú... —habla como para sí mismo—. En fin, levántate —dice agachándose para quitarme los ahora visibles grilletes que rodean mis muñecas.

Cuando mis manos quedan libres el chico me coge del brazo sin sutileza alguna y me levanta de un tirón. Me tambaleo amenazando con perder el equilibrio pero él me sostiene y empieza a andar. Observo que me encuentro en una habitación vacía y sin ventanas, oscura. Llegamos a la puerta y salimos del cuarto, encontrándonos con un pasillo largo y lúgubre. Al ser estrecho el recorrido se hace más difícil y tardamos más en llegar al final. Cuando lo hacemos abre otra puerta y la luz que pasa por ella me ciega temporalmente. Cuando mi vista se adapta, me encuentro con una escena espeluznante; ante mí se haya un gran salón decorado por paredes blancas y rojas. A la izquierda de este hay un piano de cola negro, y en el centro un pequeño escenario de madera en el que no hay más que una mesa de piedra con cadenas y grilletes incrustados en ella. A pesar de la iluminación que me golpeó al entrar, en la estancia apenas hay luz, lo que la hace de un lugar más lúgubre y tenebroso.

Pero lo que más me asusta de todo, es que en la esquina derecha del salón hay dos o tres sillones, en los que se encuentran hombres y mujeres de apariencia hermosa pero intimidante, mirándome fijamente con una sonrisa perversa en sus rostros.

El chico que me agarra del brazo me lleva sin vacilación hacia ellos, pero por instinto intento detener la caminata parando mis pasos, provocando que casi choque con su espalda. Este gruñe y sigue tirando de mí, prácticamente arrastrándome hasta la especie de reunión de esas terroríficas personas.

Cuando llegamos a estar en frente de los que no me quitan el ojo de encima, me aprieta el hombro en señal de que me ponga de rodillas. Cuando lo hago noto como se aleja de mí para segundos después sentir como algo rodea mi cuello. Asustada llevo las manos hacia este sintiendo la textura del cuero en él, pero unas manos cogen las mías temblorosas para acto después terminar de ajustar al cuello el cuero. Echo la vista hacia abajo y observo un collar negro con un arito de metal en el medio.

Con miedo a mirar hacia arriba, sostengo mi vista clavada en el suelo. No me digno a preguntar nada, ni qué hago aquí, ni quiénes son estas personas ni porqué me han colocado un collar en el cuello. Me dedico a observar un punto fijo de las losas que cubren el suelo mientras intento calmar mis nervios entrelazando mis manos para que no se hagan muy notorios mis temblores.

Pasan unos minutos en un incómodo silencio, en el que creo que me voy quedando sin respiración a causa del terror. Alguien, al parecer notando eso, coloca una mano sobre mi espalda, dándome una caricia tan dulce como terrorífica. La siento fría, por lo que afirmo lo que anteriormente había deducido: estoy rodeada por vampiros.

Ahora son las lágrimas las que corren por mis mejillas la única calidez que puedo recibir. Sólo pienso en lo desgraciada que es mi vida. ¿Por qué todo me tiene que pasar a mí? ¿Qué quieren de mí?

De repente oigo una risa varonil a la cual instantes después les siguen otras más. Pero no son risas naturales, sino forzadas, y con un mensaje oscuro tras ellas. Mis temblores se multiplican y más cuando una fría mano me coge de la cara alzándomela hasta encontrarme con unos ojos rojos como la sangre. Cierro los míos mientras dejo correr las lágrimas.

—No llores pequeña, no te vamos a hacer nada —dice el hombre que sostiene mi rostro con la ironía presente en su voz.

A causa de tener semicerrados los ojos, logro ver un sonrisa de burla sobresalir de su boca. Mis sollozos solo aumentan más, haciéndose más sonoros, ridiculizándome más.

Sigo oyendo las risas aun cuando el hombre suelta con rudeza mi barbilla. Quedo de nuevo mirando borrosamente al suelo, perdida en mis pensamientos, ignorando extrañamente lo que ocurre a mi alrededor.

De pronto ya no escucho nada, ni risas, ni ruido, ni sonido alguno. Sólo mi propia respiración acelerada. Pero cuando levanto la cabeza veo como hay personas de pie alrededor o lejos de mí que siguen riéndose. Hacen el gesto, pero el sonido no llega a mis oídos. Empiezo a preocuparme y vuelvo a sentir como algo obstaculiza la entrada y salida del aire en mi cuerpo. Comienzo a ver todo a cámara lenta mientras mis ojos se cierran decididos a caer en la inconsciencia, mientras mi cuerpo sufre.

Llevo las manos a mi pecho tomando grandes bocanadas de aire mientras me balanceo amenazando con caer. Mis ojos se cierran por completo y siento como me desvanezco sin un solo suspiro. Pero justo antes de tocar el suelo siento como unas manos me atrapan alzándome en el aire y unos fuertes brazos me acunan. Mi rostro se ve apoyado en un pecho duro, obviamente masculino.

Y luego me dejo llevar, queriendo desaparecer por fin. Queriendo que esta vez, sea verdad. El no volver a despertar. No sufrir más.

Marionette ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن