23. Tiempos de paz

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—Ya es hora de que despierte, ¿no?

—¡Cállate!

Las voces sonaban irreales, como si hablasen desde otra habitación. Mis ojos tardaron en abrirse más de lo que esperaba. El dolor regresó a mi cuerpo, acuchillando cada centímetro de él. Intenté evitar soltar un quejido, pero fue inevitable. Delante de mí había varias personas que no reconocía.

—Hola, R.A.B. —dijo un chico de cabello negro y anteojos.

Entorné los ojos intentando descubrir por qué me llamaba así, hasta que me di cuenta de que simplemente se trataba de mis iniciales. Y también fue la forma en la que firmé aquella nota que le dejé al Señor Tenebroso donde le explicaba que había cambiado el relicario que contenía el horrocrux por una réplica.

—¿Harry Potter?

El chico de las gafas asintió.

—¿Ves por qué te dije que te callaras, Ron? —dijo una chica de cabello alborotado que estaba al lado de Harry. Recordaba haberla visto varias veces en la biblioteca.

—Algún día despertaría, ¿no? —respondió Ron, que como Harry, estaba vestido con una túnica azul turquesa y un símbolo en la parte izquierda del pecho, que no reconocía. Al recordar aquella reunión en el despacho de Dumbledore, pensé que seguramente se trataba del uniforme del curso de aurores.

Pensaba preguntar dónde me encontraba, pero tras echar un breve vistazo alrededor, vi que se trataba mi habitación en el número doce de Grimmauld Place.

—¿Dónde está Hannah? —pregunté—. ¿Y Sirius?

—Hannah está en la otra habitación —dijo la chica de cabello espeso, quien se levantó y caminó hacia la puerta—. Voy a ir a buscarla.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Harry.

—Como si me hubiera batido en duelo con una mortífaga —dije con un intento de sonrisa. Traté de sentarme en la cama, pero tras un leve gemido, decidí que mejor me quedaba acostado—. ¿Ella está...?

—En Azkaban —completó el chico llamado Ron.

Solté un suspiro de alivio. Tras un minuto en el que se hizo el silencio, entró la muchacha acompañada de Hannah, quien se sentó en una de las sillas que estaban al lado de la cama.

—¿Cómo estás? —pregunté yo antes de que ella hiciera lo mismo.

—Mejor que tú —dijo ella con una sonrisa.

—Kreacher se negó a que te llevaran a San Mungo —explicó Harry—. Él mismo quiso curarte. Y ni siquiera el profesor Dumbledore pudo convencerlo de lo contrario.

—Es un poco obstinado —reconocí.

—No me digas —terció Ron con una mueca.

—Aún así, Madame Pomfrey ha venido por las mañanas a ver cómo evolucionabas —opinó la muchacha amiga de Harry y Ron.

—¿Por las mañanas? —pregunté extrañado—. ¿Cómo que por las mañanas?

—¿Es que no lo sabes? —dijo Hannah, tomándome de un hombro—. Han pasado diecinueve años...

—Oh, cállate —espeté.

Todos estallaron en carcajadas, incluso yo, de lo que me arrepentí unos segundos después, cuando mi cabeza amenazaba con estallar.

—En realidad han pasado dos días —aclaró la rubia—. Aunque no has estado inconsciente todo este tiempo. Unas horas después del golpe, recuperaste el conocimiento, y Kreacher te dio una poción para dormir.

Más allá [Regulus Black]Where stories live. Discover now