12. Más allá

1.7K 135 22
                                    

¿Podría haber algo peor que una sesión doble de Pociones? Definitivamente sí, y la respuesta la tenía durante aquel curso: sesiones dobles de Pociones en dos días seguidos. La clase anterior habíamos usado los cerebros de rata que Hannah y yo extrajimos la noche del martes, para preparar una complicada poción que rejuvenece a quien la toma por algunas horas. Y esta vez la clase consistió en arreglar la poción de otro compañero, agregando o diluyendo ingredientes según nuestro criterio.

A mí me correspondió corregir la de una chica morena de Gryffindor, cuya poción lucía un horrible color verdoso, a diferencia del ámbar que debería tener de haber sido hecha correctamente. La dificultad estaba en que cometer algún error de medición, ocasionaría que la poción no tuviera efecto alguno, en el mejor de los casos, o hacer volver tan joven a la persona que podía hacer que los resultados fueran irreversibles.

Pasadas un par de horas, tras las cuales tanto serpientes como leones terminamos realmente exhaustos, con los rostros llenos de humo y algunos de los ingredientes de la poción, la campana del castillo sonó. La amenaza de Severus Snape de hacernos beber las pociones (aún cuando en el libro decía claramente que sólo podían beberla personas mayores de veinticinco años), al parecer sólo era una estrategia para presionarnos, porque no comentó nada al respecto, y casi inmediatamente salimos todos de allí.

Después de aquella clase, aún si los elfos hubieran servido de almuerzo un montón de pan rancio, me hubiera sabido a gloria. Pero como siempre, fue un verdadero banquete lo que había en las mesas del Gran Comedor, del cual me serví todo lo que pude, con nulas ganas de ir a los invernaderos a clase con Sprout. La tarde pasó en un suspiro. Sobre todo porque sólo nos dedicamos a alimentar (desde lejos) a las plantas carnívoras, que crecían unos diez centímetros cada vez.

Aún no había sacado los libros de aquel lugar donde los escondí, detrás de la estatua de la bruja tuerta. Esa tarde esperaba sacarlos de allí y leerlos en algún lugar seguro. Estaba ansioso de obtener respuestas.

Cuando apenas caí en cuenta, la clase ya había terminado, y tenía el resto de la tarde libre. Entré de inmediato al castillo, bajé a las mazmorras y dejé los libros y los rollos de pergamino en mi habitación. De regreso al vestíbulo, reparé en una larga melena de cabello dorado que iba saliendo a los terrenos. Sin dudarlo, di un par de zancadas y la alcancé.

—Hola, rubia.

—¡Hola! ¿De nuevo siguiéndome, señor Black? —dijo Hannah Abbott.

—Claro que no... —respondí, haciendo una mueca—. Sólo venía saliendo de mi Sala Común. Quería aprovechar la hora libre para atender algunos asuntos.

El rostro de la muchacha cambió por completo.

—¿Irás ahora?

—Sí. Creo que hay tiempo suficiente antes de la cena. Quería preguntarte si querías...

—Claro que iré —dijo ella de inmediato.

La chica se despidió de sus amigos, y se dirigió a las escaleras de mármol, donde yo la estaba esperando.

—A estas alturas, todo el colegio se habrá enterado del desastre en la biblioteca —susurré cuando habíamos llegado al primer piso y estábamos subiendo al segundo.

—De eso no tengas ninguna duda. En Hufflepuff todos lo saben. Ernie dice que Madame Pince está furiosa. Y no sólo ella. McGonagall tuvo unas palabras con Filch.

Más allá [Regulus Black]Where stories live. Discover now