thirty five

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Los días han pasado, el invierno ha llegado a Nueva York y el viaje se acerca cada vez más. He hablado con Redmond un par de veces, él ha accedido sin ningún problema y obviamente me ha pedido que traiga a Pam a casa. El día que lo hice la recibió de la mejor manera, le hizo preguntas –nada raro en él- y Pam inventó mentiras rápidamente, salvándome.

Ahora me encuentro en el centro de la ciudad, estoy acompañando a Tara a comprar unas cosas de navidad para su familia. Es decir ragalos... Estamos en Dior y ella está loca escogiendo que le llevará a su madre, yo mientras tanto miro el gran ventanal, amo la nieve.

–¡Lo encontré!– grita haciéndome saltar.

–¿Qué?– me río al ver el tic en su ojo y su sonrisa macabra.

–¿Qué opinas de este fantabuloso collar?

–Wow.

Me quedo sin palabras, es plateado con algunos diamantes a su alrededor, se ve que es corto pero vaya... Es realmente digno de admirar.

–Esta precioso– le digo sonriendo.

–Lo sé, mamá se volverá loca cuando lo vea.

–Me alegro que hayas conseguido algo para ella. ¿Ya podemos ir...

–Ahora necesito algo para Samantha.

–Oh no– susurro–. ¿Y qué le comprarás?

–No lo sé, creo que tenemos que ir a buscar un par de botas. Las vio hace unas semanas y sé que si se las regalo le haré un gran favor, no sé de que marca son pero valdrán la pena.

–¿De dónde sacas tanto dinero?– le pregunto riendo–. Yo debo pedirle dinero a mi padre si quiero comprar algo.

–Pues... El verano pasado ayudé a mi tío con su joyería en Londres, no es por presumir pero gané bastante dinero y pues... Amo comprar cosas.

Ella se dirige a la caja, donde tiene una corta conversación con la cajera, ella le entrega una tarjeta de crédito donde asumo debe estar el dinero que ganó. El collar es empacado en una caja realmente fina y preciosa, ella lo guarda en la bolsa y Tara lo recibe agradecida. Se queda viendo algunas cosas en el mostrador, así que vuelvo a sentarme. Conociéndola, sé que comprará algo más. Mi celular empieza a sonar y me es inevitable sonreír al ver quien es.

–Hola– le digo emocionada y puedo apostar a que él también está sonriendo.

–Hola amor, ¿qué tal tu día?

–Congelándome pero bien– río– ¿y tú?

–Igual– se queda callado por unos segundos–. ¿Tienes planes para esta noche?

–No, me quedaré en casa, sola... A menos de quieras ir a hacerme compañía.

–Pensaba pasar por ti, quiero llevarte a cenar. Hay algo que tengo que decirte.

–Oh, de acuerdo. ¿A las 7?

–Sí, y no pongas esa voz– se ríe con ganas–. No es nada malo, mi amor.

–De acuerdo, te amo.

–Y yo a ti.

Cuelgo mi celular con una exuberante sonrisa en la cara. Alzo la mirada y veo a Tara mirándome cómplice.

–Tienes que contarme.

–Lo sé pero será en otro momento.

–De acuerdo.

Salimos del almacén para dirigirnos a un montón de tiendas hasta que al fin encontramos las famosas botas de la hermana de Tara. Y a decir verdad son hermosas, mientras ella pregunta la talla yo empiezo a ver todos los zapatos. Encuentro unas botas preciosas, tienen detalles que hacen que me enamore de ellas. Llamo a Redmond para decirle si las puedo comprar, él milagrosamente accede así que saco la tarjeta donde él deposita dinero de vez en cuando. Tara compra las de su hermana y yo compro las mías.

Her » ZAYNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora