Trivialidades

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~Nueva York (Instituto)~

Magnus **

Antes de que mi madre y yo nos fuéramos al funeral de Miss Cuack, ella arregló mi habitación. Quitó la madera quemada, los muebles negros y el olor a humo. Pero en este momento, al ver mi cuarto como nuevo, pienso en una cosa: >¿donde está mi celular?< Lo busco por debajo de la cama, sobre la misma, en mis muebles e incluso entre mi ropa, pero no aparece. Me quedo pensativo e intento recordar dónde lo tenía.
De hecho lo llevé conmigo, siempre lo llevo conmigo, pero mientras despertaba a mi madre y la convencía de que nos quedamos dormidos sin querer, me di cuenta que mi celular ya no estaba guardado en mis pantalones.
Unos golpes en la puerta interrumpen mi búsqueda. Qué más da, puedo intentar hacerlo aparecer en mi mano en un segundo, ahora lo importante es que pasaré otra noche con Alec. Con una sonrisa me dirijo a la puerta. Del otro lado está Alec con una bandeja de sándwiches en una mano y dos vasos con leche en la otra.

–Te dije que no quería nada –le recuerdo conmovido por el detalle.

–Tienes que cenar. Además, no me costó mucho.

–Muy bien, pasa.

Dentro, coloca la charola en mi cama y los vasos sobre la mesita de noche.

–¿Ya escuchaste el mensaje? –pregunta apenado al tiempo que se sienta sobre la cama con cuidado de no tirar ningún sándwich.

Supongo por su cara y completo afán de que lo escuche, que dicho mensaje es de algún modo vergonzoso. Quizá lo hizo sin pensar o quedó grabado por accidente, sea como sea, cuando Alec hace algo impulsivo casi siempre es tierno. Y justo ahora quiero verlo lo más tierno posible.

–Lo escuché. Eres adorable.

–¿Sí? –desvía la mirada y se sonroja un poco.

–Sí, pero un mensaje no es suficiente, quiero escucharlo de tus labios –pido juguetonamente y acaricio los mismos.

Alec se levanta de golpe tirando los sándwiches al piso, comienza a jugar incomodo con sus dedos y evita mi mirada.

–No creo que sea necesario.

-Vamos, Alec, dilo –pido divertido por su reacción.

–Prefiero que no –repite, casi implora, pero yo no me rendiré.

–¿Sabes? Hoy enterré a mi mascota, mi amiga –Alec retrocede a cada paso que doy–. Mi pequeña Miss Cuack. Después fui al loft que tengo en Brooklyn y allí pude revivir recuerdos del pasado, –Alec termina entre la pared y yo, literalmente. Me mira con sus ojos azules brillantes por la luz de la luna– eso me ha puesto un poco triste. ¿No podrías reanimarme repitiendo lo que dijiste en el mensaje?

Sé que es sucio jugar con eso, pero realmente quiero escuchar a Alec decirlo. Se sonroja hasta las orejas y suavemente comienza a hablar sin dejar de mirarme a los ojos.

–Hola, Magnus, sé que debes estar triste por lo de Miss Cuack. No puedo decirte que lo entiendo, pero lo siento. De verdad lamento lo que pasó... –sin pensarlo lo interrumpo con un beso.

Alec parece preferir mil veces más el besarme que seguir hablando. Toma la iniciativa y abre la boca dejando que mi lengua ingrese sin problemas. Siento que todo ha desaparecido, el aire es más liviano y no logro escuchar nada además de nuestras respiraciones...

–... No debes sentirte culpable, no fue tu culpa. Escucha... sólo quería decirte que te extraño –me alejo de golpe de Alec y veo que mi celular apareció sobre la cama, encendido y reproduciendo lo que supongo es el mensaje de Alec–. Bueno, siempre te extraño, pero me conformo con nuestros encuentros secretos. ¡Diablos! Olvida eso. Mmm, llámame.

Malec ¿otra vez? Where stories live. Discover now