Paloma

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DOS AÑOS DESPUÉS

~Alacante~

Alec ••

Un par de cosas han cambiado en estos dos años.
Jia no pudo seguir siendo Cónsul, el puesto le pareció demasiado y renunció, el señor Rogelio Rosales es el nuevo Cónsul. También Jem y Tessa tuvieron un hijo, el pequeño William.
En la pista, mi padre y yo competimos por llegar primero a la meta de la carrera de obstáculos, el último es el tubo, una plataforma giratoria bajo la cual hay una piscina de lodo. A toda velocidad lo cruzo sin problemas y me detengo al final para ver a mi padre caer a mitad del tubo, siempre lo hace, siempre le gano.

–¡Gané otra vez! ¡Me debes un helado!

–Sólo porque eres joven –mi padre se sacude el resto de lodo–. Si estuviera en tu misma condición te ganaría.

–Típica excusa de un anciano.

Mi padre me aprieta la cabeza y yo quito su mano. Odio cuando hace eso. Mi padre ríe y toma una toalla de la banca.

–Iré a comprar algunas cosas. Si deseas, adelántate a la casa.

–Está bien, adiós papá –me despido con la mano, pero él parece tener otra idea.

–¿No vas a abrazarme?

–¿Y arriesgarme a estar cubierto de lodo? No
–mi padre ríe y baja los brazos, da media vuelta y se dirige a las duchas.

Salgo de la pista hacía un pasillo que conecta con las oficinas de la sala de entrenamiento en Alacante. La primera vez que vine a la cuidad de cristal fue junto a mi padre, Magnus y Rigna. Ella ya no existe, exactamente a las doce del día en el cumpleaños de Magnus desapareció. Todos sabíamos que pasaría, pero aún así Magnus se sintió muy mal por eso. Recuerdo como todos nos veían extraño, yo no supe porqué hasta que la vi: una estatua enfrente del salón del ángel que muestra seis figuras, y yo reconocí todas. Eran tío Jace, Clary, Simon, mi hermana Isabelle, Magnus y yo. A veces me cuesta recordar que tenía otra vida, que en realidad esta no es mi edad.
Tardo casi una hora caminando, pero eso no es nada, mi condición ha mejorado y todo esto dará sus frutos cuando mañana, en mi decimosegundo cumpleaños, obtenga mi primera runa.

–¡Alec! –escucho un grito a lo lejos– ¡Alec, ayúdame!

Podrá escucharse como alguien desesperado, pero sólo es Magnus. Sigo caminando lentamente hasta que distingo la casa a lo lejos. Ahí está Magnus, persiguiendo a Jaix que persigue una bolita de pelos naranja con rayas. Su nombre es Miss Cuack, una de los hijos de Presidente Miau.

–¡Vamos, Magnus, corre! –me rio de su pequeña persecución.

Magnus se detiene y respira agitadamente. >Apuesto que no debería correr con zapatos que tienen tacón.<

–Eres... un... maldito –responde entre jadeos.

–Vamos, no puedes estar cansado si sólo persigues un perro que persigue un hámster.

–T-tú... eres... despreciable... ¡No es un hámster!

Comienzo a reír cuando siento algo chocar contra mi pierna, miro y ahí está el pequeño minino que busca refugio. Jaix corre ladrando y el gato quiere trepar mi pierna... cosa que consigue enterrando sus garitas en mi traje de combate.

–Lo siento, es un mono.

–¡Es una gata! Una hermosa gata pequeña –Magnus, que al parecer ya está mejor, me quita a la pequeña mona del pantalón y se la lleva a la casa.

–No te preocupes –me dirijo a Jaix–. Pronto será tu cena.

El perro ladra entusiasmado con la idea. Yo entro a la casa y veo que Magnus pasará el resto del día en el patio trasero practicando su magia con Miss Cuack, entre ello hacerla levitar o cambiar su color de pelo. Originalmente era gris con rayas negras, pero según Magnus eso era muy aburrido, y ahora es naranja con las rayas de un tono más oscuro.
Para pasar el rato decido subir a mi cuarto y leer un buen libro. Eso es lo que hago la mayoría del tiempo, leer para poder saber más que mis enemigos, más sobre cómo defender a mis amigos cuando lo necesiten, y otras cosas de interés.

Malec ¿otra vez? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora