Capítulo 22

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Me levanto muy temprano para salir al cementerio. Me doy un baño, y voy directamente a mi armario para vestirme. Todo esto lo hago en un estado neutral.

Me coloco un vestido negro y tacones, tomo mi bolso y salgo de mi habitación.

Se que no hay nadie despierto así que bajo a la cocina, pero me sorprendo al ver a mi tío sentado con un café en sus manos y otro frente a este.

– Tómalo – dice sin mirarme.

– Gracias – digo y me siento a tomar mi café.

– ¿Cómo estás? – pregunta cauteloso.

– ¿Por qué estás despierto? – pregunto ignorándolo.

Suelta un suspiro y toma mi mano.

– Quiero acompañarte – dice y cuando voy a replicar me detiene – Solo un momento Cielo, quiero ir solo un momento y te dejaré para que regreses cuando tu quieras, pero recuerda que es mi hermano.

Siento un gran nudo en la garganta.

– Lo sé y lo siento... ¿nos podemos ir ya? – pregunto y se levanta de su lugar.

– Bien, termina tu café y te espero en la puerta – se va dándome un beso en la frente.

No le quiero hacer esto pero no puedo evitarlo, siento que nadie comprende mi dolor solo yo... eso es solamente mío.

Termino mi café y salgo de la cocina, voy directamente a la puerta pero antes tomo mi abrigo del perchero.

Doy media vuelta y ahí en la puerta lo veo.

Se que no es el pero me duele tanto.

– ¿Mi niña estás lista? – dice pero yo no lo escucho.

Mi niña saldremos.

¡No!

– Espera... – digo y trato de moverme.

– ¿Cariño estás bien?

Cariño regresaremos te lo prometo.

¡No! ¡Espera no se vayan! – digo desesperada. Trato de acercarme pero no puedo – ¡Por favor! ¡Papá! ¡No lo hagas!

No quiero que se vayan.

Cielo...

No por favor – caigo de rodillas y es cuando siento unas manos en mi rostro.

– ¡Cielo! cariño respira – mi tío ¡dios!

Lo abrazo, lo abrazo tan fuerte como puedo.

Besa mi cabello, y siento como mi respiración se va calmando.

– Tranquila mi niña, ¿qué pasó? – dice y levanta mi cara.

– Lo... lo vi tío se estaba yendo pensé cuando, cuando te vi yo no sabía lo... lo siento tanto – le hablo a su pecho jamás me había vuelto a pasar.

– Tranquila cariño no pasa nada – dice –¿Aún quieres salir?, podemos quedarnos en casa y salir más tarde.

– No, por favor vámonos – quiero terminar con este día.

[...]

Llegamos al cementerio y bajo del auto con una tranquilidad que no me durará mucho.

Mi tío y yo caminamos entre las diferentes lápidas hasta llegar a un árbol floreado y bajo este solo están dos.

Celeste Ward y Sebastián Ward.

Duele, duele mucho. Me arrodillo y toco sus nombres.

Silenciosas lágrimas ruedan por mis mejillas y me permito llorar.

– No saben cuánto los extraño – digo con la voz rota.- ¿Por qué la vida me hizo esto?, ¿acaso era una mala hija?

– Claro que no Cielo – se acerca a mi y me abraza fuerte.- Ellos te amaban muchísimo, eras su luz.

Me siento tan chiquita...

No digo nada por un rato, y logro escuchar a mi tío hablar.

– Es una gran mujer Sebas, te prometí cuidarla y así lo haré – siento su voz temblar – Estarías orgulloso de ella, le va muy bien en la empresa, y está hermosa... igual de hermosa que Celeste. Te seré sincero, te envidiaba hermano te quedaste con la chica, pero ese sentimiento se fue al ver lo feliz que te hacía y eso era lo único que importaba.

Siento un gran suspiro salir de sus labios. Veo unas cuantas lágrimas rodando por su rostro y me acurruco más a él.

Nos quedamos en un silencio cómodo, abrazados sin movernos de nuestro lugar.

No se cuanto tiempo pasa pero siento a mi tío levantarse y me lleva consigo.

– Hay que regresar Cielo – Dice tomándome de la mano.

Niego con la cabeza – Quiero quedarme.

Me mira y sabe que no daré mi brazo a torcer.

– Bien me puedo quedar contigo.

– No, quiero estar sola.

Se encuentra en una batalla entre si dejarme o no pero decide aceptar.

– Está bien, me iré – dice y se acerca a darme un beso en la frente y un abrazo – No llegues tarde y cualquier cosa llama.

– Gracias. – digo a modo de despedida.

Lo veo subir al auto e irse.

Volteo hacia las lápidas y tomo de nuevo mi lugar.

– A veces me pregunto – digo hacia la nada – Qué hubiera pasado si ese día hubiera ido con ustedes.

Siento mi cara mojada.

– ¿Habría muerto?, ¿Habría sido diferente?, ¿Estarían conmigo?, porque hubiera preferido estar en ese momento con ustedes que estar aquí sola... ¿¡Porque no fui con ustedes!? ¡Maldita sea!, ¡estaría con ustedes! – en este punto ni siquiera me controlo lo dejo salir así sin más – ¡Quiero estar con ustedes! ¡Mamá! ¡Papa! ¡Quisiera estar muerta! ¡No quiero estar sola! me siento tan sola

Siento un dolor tan grande en el pecho. Quisiera arrancarlo, grito tan fuerte que me duele la garganta y me quedo sin voz.

No sé en qué momento empezó a oscurecer, después de respirar más tranquila digo las últimas palabras a mis padres para levantarme y salir de ahí.

No miro hacia atrás, porque si lo hago sé que no saldré de aquí. Tomo un taxi y le di mi dirección. Creo que no me he limpiado el rostro porque el taxista me mira con una cara de pena.

Pero no me importa, quiero llegar y descansar.

No quiero saber de nada y de nadie.

Llego a mi hogar, le pagó al hombre y bajo del taxi. Estoy en la puerta y entro, está todo oscuro y pienso que ya están dormidos.

Voy directamente a mi habitación, me quito el vestido, los tacones y quedando en ropa interior.

Me meto bajo las sábanas y solo quiero descansar, quiero paz.

Quiero descansar para siempre...

Completamente MíaWhere stories live. Discover now