Capítulo 35

9.2K 645 12
                                    

― ¡Me hacen el favor y se calman los dos! ¡Aquí nadie se va a caer a coñazos!

Grite con la voz temblorosa del miedo.

Por nada del mundo iba a permitir que estos dos se agarraran a golpes; así que, atravesé mi cuerpo entre ellos para impedir cualquier choque, pero la manera en que se miraban, como dos perros con rabia, me espeluco todos los pelitos de la nuca.

Y luego existen mujeres que se sienten afortunadas de que dos machos se peleen por ella... ¡jaa! Pues esa no aplica con este pechito, a mí me gusta la paz.

―Derek, por favor. Habla conmigo. Te puedo explicar todo ―me atreví a poner mis manos en su pecho que vibraba por el enojo; su mirada azul, fría y distante, fue un golpe para mi corazón.

― ¿Por qué debería escucharte? ―retrocedió, dejando que mis manos cayeran lejos de él―. Cuando paso lo del mensaje, tú ni siquiera me diste una oportunidad y créeme que esto que acaba de pasar es mil veces peor.

Me tome la frente, entendiendo su postura y es que tenía toda la razón en estar molesto conmigo; ver a otro hombre besándome en sus narices, sin mayores explicaciones, sin un contexto, era suficiente aliciente para su enojo... y lo peor, es que no se trataba de un desconocido, o un simple compañero de danza, sino que se trataba de mi ex novio, el mismo que me rompió el corazón y me abandono con un hijo en el vientre.

―Lo sé y lo entiendo, pero te juro que no es lo que piensas ―di un paso hacia él, pero se mantuvo estoico e imperturbable, sus ojos viajaron de mi rostro compungido al de Esteban en un segundo―. ¡Yo ni siquiera sabía que iba a encontrarte aquí y tampoco a él! ―exclame desesperada porque me creyera―. ¡Vine solo por hacer un favor a uno de mis profesores, nada más!

― ¿Y por qué no me lo dijiste anoche cuando fui a verte?

Resople cansada.

― ¡No lo sé, simplemente no lo sé! Estábamos discutiendo y luego tú me besaste y yo te perdone y créeme que lo menos que hice fue pensar en esto ―mire a Esteban de reojo, mantenía una postura defensiva y sus ojos verdes centellaban en dirección a Derek―. Ni siquiera tenía idea de que él bailaría aquí hoy.

―Eso es cierto. No tienes porqué atacarla ―le dedique una mirada asesina a Esteban para que se callara; no necesitaba que me defendiera, eso solo iba a complicarlo todo―. Ámbar no sabía que yo bailaría con ella, fue algo de último momento ― apareció a mi lado, posando su mano en mi hombro―. Y lo del beso fue solo parte del espectáculo, pana. No tienes que hacer un drama por eso.

― ¡Porque mejor no quitas tu mano de su hombro si no quieres salir de aquí con los dedos rotos! ―Esteban gruño, mas no retrocedió―. Y no me llames pana. ¡Yo no soy amigo tuyo! ―enfatizo muy serio―. Sobre lo del beso no me lo creo, tampoco soy idiota; ella ni siquiera estaba enterada de que eso iba a pasar ―contuve el aliento al entender que mi cuerpo era un libro abierto para Derek―. Te aprovechaste del momento y de que Ámbar no podía rechazarte sin echarlo todo a perder... debería golpearte por eso.

―En todo caso sería ella quien debería hacerlo, no tú ―contraatacó, Esteban cual gallito de pelea―. Que seas su novio no te da derecho a querer gobernar su vida.

Derek apretó la mandíbula y movió la cabeza hacia un lado como intentando controlar un impulso.

Era mi momento de interceder.

― ¡¿Y tú que vas a saber de ser un buen novio?! ―me adelante a responder antes de que Derek perdiera la cabeza―. ¡Al menos, él me protege de imbéciles aprovechados! ¿Y tú que hiciste cuando fuiste mi novio? ¿Ya se te olvido que me abandonaste? ―Esteban bajo la cabeza cual perro regañado y sus ínfulas se desinflaron en un segundo―. No necesito que vengas aquí a darte golpes de pecho en mi nombre. Los problemas entre Derek y yo son solo nuestro, así que mejor vete.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now