Capítulo 25

7.8K 298 15
                                    

Llego a casa con una fuerte aprensión al tener que separarme de Derek y lo odio, porque no quiero volverme una mujer dependiente; me lo prohíbo. Lo amo, al fin he podido admitirlo en voz alta y eso lo ha puesto muy feliz, también a mí; sin embargo, tengo que luchar por mantener bajo control mis sentimientos.

Debo resguardar mi corazón y recordarme que el amor debe ser independiente, sin ataduras; no quiero volver a repetir la misma historia que con Esteban.

Entro al apartamento sin hacer mucho ruido y dejo mis cosas en el desván, menos el sobre de manila con los papeles que me dio el abogado. Esta mañana al llegar de Mérida me he ido directo al trabajo, luego de solo pasar a dejar mi morral y cambiarme de ropa, así que estoy deseando ver a mi hija.

En la cocina puedo escuchar a Yuye trastear, y por un momento siento ganas de huir y esconderme por toda la eternidad. Es evidente que entre Derek y yo las cosas avanzaron, no hay que ser adivinos. No siento vergüenza y aunque mi abuela lo debe intuir, confirmárselo es otra cosa y hablar de mi vida sexual con ella es algo prácticamente nuevo entre nosotras; pero algún día tengo que darle la cara.

Es imposible evitarla y menos cuando vivo bajo su mismo techo.

―Hola, buenas noches ―saludó entrando a la cocina y me sorprende no encontrarla sola―. ¿Y ustedes que hacen aquí?

Karen y Lucia que hasta hace un segundo parecían más interesadas en sus teléfonos, alzan sus miradas hacia mí y chillan poniéndose en pie, apresándome en un abrazo bastante entusiasta. Yuye abandona lo que sea que hacía en la cocina y me mira con picardía mientras se limpia las manos con su delantal.

―Hasta que te dignas aparecer muchachita del carajo ―finge regañarme, pero me guiña un ojo.

― ¡Tienes que contarnos todo! ―Interrumpe Karen demasiado emocionada―. Ni siquiera pude dormir pensando en cómo te fue.

―Y en el trabajo no me quisiste decir nada ―se queja Lucia, cruzando los brazos contra su pecho―. Así que no puedes dejarme con la intriga.

Yuye se ríe y las aparta de mi lado.

―Calma, bestias ―las toma de las manos y las devuelve a su lugar en el pequeño comedor―. No la atosiguen, no ven que la pobre aun no piensa con claridad. Nada más miren como le brillan los ojos.

― ¿Cómo? ―Pregunta inocente Lucia y Karen ríe por lo bajo.

―Como una mujer que ha sido bien cogida ―dice como si nada y me abraza―. Ya era hora, hijita.

― ¡Abuela! ―Chillo alarmada por su descaro y ella solo se encoge de hombros.

Karen y Lucia ríen a carcajadas.

― ¿Abuela, qué? ―Enarca las cejas―. Ay, mijita que yo nací de noche, pero no anoche. Y la felicidad que traes encima te brota por los poros ―de pronto se acerca y me olisquea―. Hueles a macho.

―Amo a tu abuela, es la mejor ―alardea Karen divertida con la situación.

―Yo también quiero una Yuye en mi vida ―gimotea Lucia y hace un puchero.

Las fulmino a las tres con una mirada que se supone debe intimidarlas.

―Son unas pervertidas ―las acuso, indignada con su comportamiento.

―Chismosas, que es muy distinto ―defiende Karen con orgullo―. Más respeto, por favor.

Resoplo y ruedo mis ojos sin poderme creer tanta desfachatez.

― ¿Mejor díganme como se portó Camila? ―Me siento junto a ellas en la silla que queda libre y trato de cambiar el tema.

―Como una princesa. Eso no tienes ni que preguntarlo. Hoy fuimos a casa de Berta y llego cansada de tanto correr que cayo rendida del sueño ―respondió Yuye viéndome con curiosidad―. Porque mejor no nos cuentas como te fue a ti, ¿cómo se portó Derek? ¿Te trato bien?

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now