Capítulo 24

12.4K 749 48
                                    

Derek.

No sé cuánto tiempo he dormido, pero se siente como una eternidad; y es que por primera vez en muchos meses, siento que he descansado completamente y todo gracias a mi preciosa pelirroja de ojos verdes. Me remuevo con cuidado en la cama y sonio aun con mis ojos cerrados al sentir la tibieza que aún conservan las sabanas gracias a nuestros cuerpos. Palpo a tientas a mi lado para comprobar que lo que sucedió anoche no fue un sueño y me despierto del todo, notando la cama vacía; Ámbar no está.

La habitación aún se encuentra a oscuras porque aquí en Mérida tarda más tiempo en salir el sol y cuando logro pensar con más claridad, me tranquilizo al ver que la luz del baño que tenemos en la habitación está encendida, e incluso alcanzo a escuchar la ducha abierta. Me dejo caer de vuelta a la almohada y sin remedio me imagino el cuerpo de Ámbar, desnudo y cubierto de humedad; rápidamente una parte de mí se entusiasma y tengo que morderme los labios para controlar mis instintos que luchan por un poco de satisfacción.

Las imágenes de la noche pasada no demoran en aparecer en mi mente y sin remedio surge una erección, estoy muy excitado.

No puedo creer que ella al fin haya sido mía.

Meto mi cabeza entre las sabanas y miro más allá de mi cintura donde compruebo lo que ya sabía, me he empalmado por Ámbar. Así que tengo dos opciones en este momento; la primera: me doy una ducha con ella, o dos: calmo mi cuerpo con su ayuda. Aunque pensándolo bien con cualquier opción que elija, terminare llevando acabo lo siguiente.

Salgo con cuidado de la cama y me pongo un bóxer para no intimidarla, debo fingir un poco de decencia con ella. No puedo evitar sonreír porque al entrar al cuarto de baño, escucho escucha a mi pelirroja cantando entusiasmada como niña chiquita. Me acerco con cuidado al ver que se ha dejado la mampara abierta y durante unos minutos observo como ella lava su cuerpo; esta de espaldas a la puerta, así que no se percata de mi presencia.

Me deleito ante su belleza y lo firme que son sus nalgas, e inevitablemente vuelven a mi mente los detalles de cada una de las cosas que hicimos la noche anterior, lo que provoca que mi miembro vibre ansioso por un poco de acción. Soy un poco masoquista, lo admito mientras me mantengo quieto observando un poco más el cuerpo perfecto de esta mujer que me hace enloquecer cada vez que me mira o se sonroja por alguna cosa que digo. Sus piernas largas y definidas son todo un espectáculo y al detallar su espalda, siento unas irrefrenables ganas de tocarla y clavar mis dientes en la tierna piel de sus hombros.

Y mi tortura se hace peor cuando ella se gira y me observa de arriba a abajo sin procesar lo que sucede. Su piel brilla por el agua y sus tetas firmes y carnosas me saludan con sus pequeños pezones erectos, lo que me hace saber que alguien más aquí esta tan excitada como yo.

Y como si despertara de un sueño sucio, sus mejillas y parte de su pecho se enrojecen de vergüenza; supongo que ha recordado que esta desnuda, porque automáticamente trata de tapar su cuerpo, solo que tanta belleza es difícil de ocultar y menos cuando estamos solos en un espacio tan reducido y lleno de vapor.

― ¿Pero tú qué haces ahí parado? ―Cuestiona nerviosa mientras el agua de la regadera sigue resbalando por su cuerpo.

―Observando lo hermosa que eres ―respondo juguetón, acercándome―. ¿Por qué te cubres?

―Este... no sé... es algo incómodo. No estoy acostumbrada a que me vean desnuda.

―Ya no tienes porque sentirte incomoda, preciosa ―musito con voz suave mientras procedo a quitarme la única prenda que me cubre―. No después de lo que sucedió entre nosotros anoche ―entro en el diminuto espacio que hay en la ducha y dejo que el agua caliente me empape por completo―. Ahora eres tan mía como soy tuyo

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now