Capítulo 4

22.6K 1.3K 148
                                    

DEREK

― ¡Tenemos que hablar, Derek!

Escucho que gritan irrumpiendo en mi oficina; desvió la atención de los papeles sobre mi escritorio para confirmar de quien se trata.

―No tengo nada que hablar contigo, Verónica ―digo pacientemente.

― ¡Claro que sí! ―Exige algo alterada―. Llevo tres meses tratando de explicarte lo que paso aquel dia ―se apoyó con ambas manos sobre mi escritorio, dándome una vista completa de su escote.

Enarque una ceja, dejándome caer contra el respaldo de mi silla.

― ¿Qué me vas a explicar? ―Pregunto juntando mis manos contra mi barbilla―. Para mí todo quedo bastante claro cuando te encontré teniendo sexo con otro hombre en tu apartamento. Me fuiste infiel, punto.

Negó con la cabeza agitando su cabello negro ondulado; enderezándose, cruza los brazos contra su pecho, imponente. Ella es hermosa y lo sabe, se vale de eso para persuadirme. Vestida con un ajustado traje azul marino que resalta muy bien sus curvas definidas y voluptuosas; una diosa. Pero lo que Verónica no quiere entender, es que después de haber descubierto su infidelidad, el encanto que producía en mí al mirarme con sus ojos grises, ya no surtía ningún efecto.

―Derek, yo estaba muy enojada y él se aprovechó de eso ―dice refiriéndose al patán con quien me fue infiel―. En todo caso, tú tienes la culpa por no haberme llevado contigo a Londres como te lo pedí.

Suelto una risa irónica, asombrado de escuchar una excusa tan estúpida.

― ¿Ahora resulta que la culpa fue mía por no acceder a tus caprichos tontos? ―Ironice poniendo una mano en mi frente―. Nunca imagine que fueras tan cínica, Verónica.

Ella alza el mentón con gesto indignado.

― ¿Y qué esperabas? Llevamos ocho meses de compromiso y por tu maldita sucursal, dejaste de prestarme atención ―eso era cierto, con la nueva sucursal de mi empresa en el país, mi tiempo se había reducido considerablemente; pero eso no justificaba su engaño, no le merecía―. No soy de piedra, yo también tengo sentimientos.

Me reí con ganas.

―Y ¿por eso no te importó una mierda jugar con los míos, verdad?

Abrió la boca con intención de decir algo más pero no lo hizo, era la verdad y ella lo sabía.

―Sabes qué, dejemos las cosas como están, Verónica ―me puse de pie, dejando de lado los documentos que me habían mantenido ocupado toda la mañana, tome mi saco del respaldo de mi silla y me lo puse bajo la atenta mirada de mi ex prometida.

―Derek, yo... lo siento mucho ―se interpuso frente a mi tomándome por un brazo―. ¡Perdóname, por favor!

Le di una mirada despectiva, ahí, donde su mano entraba en contacto conmigo.

―Suéltame, por favor ―pedí con voz contenida, y así lo hizo―. Estoy cansado, anoche dormí poco ―pero valió la pena, pienso, al recordar a la chica de ojos verdes que conocí en el bar. Ámbar. ―La verdad, justo ahora tengo mucha hambre como para quedarme aquí escuchando tus disculpas. Por mi parte todo está olvidado, lo que sucedió entre nosotros ya no me importa.

Soné como un patán, pero ella se lo merecía por haberme roto el corazón; no la amaba, pero le quería y eso debía bastarle lo suficiente como para respetarme.

― ¡Te invito a comer! ―Le escuche decir mientras salía de mi oficina; era sábado y todas la demás oficinas estaban vacías, solo yo me tomaba la molestia de venir a trabajar un sábado.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now