Capítulo 3

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Nos instalamos en una de las pocas mesas disponibles; tal como nos dijo Karen, su amigo Pablo, quien resulto ser socio del local, pagaría todo lo que íbamos a consumir esta noche. Karen y Lucia estuvieron de acuerdo en pedir una botella de tequila, como a mí no me convencía demasiado el tema del alcohol, me limite a pedir un refresco, no sin antes lidiar con las quejas de mis amigas por mi elección.

El sitio era agradable. Se percibía buen ambiente, con un aspecto bastante moderno y lujoso. La Terraza poseía una planta alta, donde efectivamente se encontraba la zona vip con vista a la ciudad, una barra de tragos a disposición y mesoneros atendiendo cada reservado; nosotras nos habíamos quedado en la zona común, no queriendo abusar de la amabilidad del amigo de Karen, nuestra mesa no estaba muy lejos de la barra.

Música electrónica retumbaba con fuerza por todo el lugar mientras distintas personas se movían al ritmo de la música, Luces multicolores brillando en diversas direcciones iluminaban el entorno y pequeñas nubes de humo artificial se esparcían alrededor.

Mis amigas ya habían entrado en ambiente y no paraban de reír.

― ¿Hace cuánto que no salías de fiesta, Ámbar?

―Uff, yo creo que ya ni se debe acordar ―respondió por mi Lucia.

Mire el vaso entre mis manos a medio beber, era mi segundo refresco de la noche; y ya había ido unas cuatro veces al baño.

―La verdad no me acuerdo ―conteste pensativa―. Creo que la última vez lo hice con el papá de Mila.

― ¡Con razón, niña! Que ganas ibas a tener de volver a salir de fiesta con ese pésimo recuerdo de tu última vez.

Realmente nunca pensaba en eso, ni en él, bueno casi nunca.

― ¡Pero eso se arregla hoy! ―Asevero Lucia algo achispada.

― ¡Por supuesto que sí! ―Convino Karen con su prima, chocando sus palmas― Escúchame tú ―dijo apuntándome con su dedo―, ya es hora de que elimines de tu mente la fobia que le tienes a la vida.

― ¡Estoy de acuerdo con eso! ―Apoyo Lucia.

―Yo no tengo ninguna fobia a vivir ―me queje―. ¿No creen que estén exagerando?

― ¡Para nada exageramos! ―Ambas me miraron seriamente; como si antes de venir se pusieron de acuerdo para tener esta conversación―. Claro que tienes miedo, de la vida, Ámbar. O como justificas que nunca sales a divertirte, no has tenido nunca una cita con algún chico desde que vives aquí, al menos no que nosotras sepamos ―quise interrumpir pero no me dejo―. No me vayas a salir con la excusa de que es por Camila, mi pobre caramelito siempre paga los platos rotos ―nunca antes Lucia me había hablado con tanta seriedad.

―Para no irnos muy lejos, desde que te conozco jamás te he visto bailar ―repuso Karen; me removí en mi asiento algo incomoda por sus ataques, sabía que sus intenciones eran buenas―. Sabemos que bailabas ballet desde niña y a eso querías dedicarte pero nada más. ¿Acaso el ballet tiene la culpa de lo que te sucedió?

― ¿Por qué tenemos que hablar de esto ahora? ―Cuestione disgustada.

―Porque hasta hoy dejas de estar atada al pasado y te vas a reconciliar contigo misma ―zanjo Lucia tomando una de mis manos―. Te amamos y queremos verte ser feliz.

― ¡Soy feliz, de verdad! ―Rebatí.

―Pero a medias y así no puedes seguir ―continuo Karen―. ¿Acaso no extrañas bailar?

Contuve la respiración.

―Ya no recuerdas lo bien que se siente escuchar la música, conectar con la letra, sentir el ritmo vibrar por todo el cuerpo ―comento Lucia, viéndome con ojos soñadores―. Esa emoción que sientes al expresarte con el cuerpo, el vacío en el estómago como si estuvieras volando con cada paso.

Bailando Contigo © VERSIÓN MEJORADAWhere stories live. Discover now