18. Decepciones y alivios

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Alex me tenía agarrada de la cintura mientras que con mis manos trataba de agarrar de nuevo a Lily. Ella tenía un rasguño muy feo desde el labio hasta el cuello y además tenía un ojo cerrado por el golpe que había recibido, sin embargo, igual que yo, quería agarrarme del cabello para seguir peleando.

—¡Suéltame! —le grité mientras trataba de golpearlo— ¡Déjame Alex!

—Savannah cálmate, ya le hiciste suficiente daño —me susurró en el oído. Me dio escalofríos pero no me quitó las ganas de defender a mi amigo.

Miré a Lily nuevamente quien ahora estaba sentada en una silla recibiendo ayuda de Blake. Me calmé un poco y Alex suavizó su agarre lo que me permitió salir de entre sus brazos. Acto seguido me acerqué a mi mochila, la tomé y salí de la cafetería.

—¡Savannah espera! —me di la vuelta y vi que Peter corría en mi dirección. Una vez que llego a mi lado me abrazó, levantándome unos centímetros del suelo. Peter Bassett tenía complejo de jirafa— Gracias.

—No es nada, siento que hayas escuchado eso —dije. Ambos nos separamos y lo miré a los ojos, sus envidiables ojos azules. Él me sonrió e inmediatamente sentí como todo se calmaba y volvía a la normalidad.

—Ya me había acostumbrado a esos comentarios de... ¡Savannah tú mano! —chilló Peter levantando con cuidado mi mano derecha.

Tenía una herida bastante fea que me había hecho Lily, lo único que me reconfortaba era que yo la había dejado mil veces peor. Peter insistió en llevarme a la enfermería, pero sabía que Lily estaría ahí con alguno de los gemelos, así que terminamos en nuestra habitación. Yo en la cama y Peter frente a mi con el botiquín de emergencia que estaba en el baño.

—¿Sabes primeros auxilios? —le pregunté mientras limpiaba con alcohol mi herida. De vez en cuando hacía pequeñas muecas por el ardor que provocaba.

—Es la primera clase que tomé aquí —me respondió tomando la venda para envolver mi mano en ella— Ya está.

—Gracias —le di un beso en la mejilla para luego levantarme de la cama— Eres un gran amigo.

—También tu rubia —me respondió. Peter se levantó de la cama y me tomó de la muñeca para que me volteara a verlo— Por cierto, aún nos quedan algunos condones...

—No digas más —tomé mi mochila, la mano de Peter y salimos de la habitación.

[...]

—Esto es probablemente lo más horroroso que he visto en mi maldita vida —me susurró Peter al ver la escena en frente de nosotros.

—He visto a mis abuelos tener un trío, nada supera eso —le susurré.

Peter hizo una mueca de desagrado y luego soltó una pequeña risa. Ambos nos acercamos un poco más, abrimos la ventana y comenzamos a lanzarles las bombas/condones de pintura al maestro Patrick y a la maestra Dominé.

—¿Qué demonios? —Patrick dejo de besarse con la maestra para ver de dónde provenían los condones, pero Peter le lanzó uno a los lentes impidiendo que nos descubriera.

Dominé pudo verme y abrió sus ojos como platos, pero eso no evito que la mancháramos, seguimos lanzando condones hasta que tuvo que salir del salón a la vista de todos, en ropa interior. A diferencia de Patrick que estaba completamente desnudo.

Él tomó su ropa y también salió del salón. Peter y yo nos miramos y nos partimos de la risa en el suelo. Creo que al maestro Patrick le haría bien el líquido de Blake.

—Eres asombrosa —me dijo Peter chocando nuestras manos. Me ayudó a levantarme del suelo y luego pasó un brazo por encima de mis hombros— Me alegra que hayas venido a mi habitación.

—También a mí —suspiré, mi celular vibró y lo saqué de mi bolsillo trasero.

Las nalgas de Alex mandan.

Harper:
No soy adivina, pero estoy segura de que esto, es obra de Savannah.

Adjunta venía una foto de los maestros corriendo por el campus desnudos y manchados con pinturas de todos los colores.

—Estoy aburrido —me dijo Peter tomando mi celular y guardándolo— Juguemos algo.

—¿Verdad o reto? —pregunté

—Verdad o verdad, me dan miedo tus retos —reímos. Nos sentamos en una banca cerca de los dormitorios— ¿Cuál es la cosa más humillante que has hecho?

—Declararme a un chico y que me rechazara frente a toda la escuela —le respondí chocando la palma de mi mano con mi frente.

—Qué tarado.

—Bastante. Mi turno ¿tienes un fetiche raro? —le pregunté

—Soltar gemidos mientras duermo —confesó logrando que yo estallara en carcajadas— ¡No te rías!

—Lo siento, es que eres único Peter. Nunca te he escuchado gemir, pero estaré atenta esta noche. No te sorprendas si mañana amaneces por todo instagram —golpeé su espalda.

—¿Cuál de los dos gemelos te gusta? —preguntó y rodé los ojos.

—Ni siquiera yo lo sé —le respondí levantándome de la banca— Tengo clases en un rato, nos vemos luego.

—Adiós y Savannah... —me detuve para mirarlo— Eres genial, no necesitas a nadie a tú lado para serlo.

Le sonreí y me fui corriendo a mi habitación para ponerme el uniforme. Llegué a la clase de matemáticas unos segundos antes que el maestro, por suerte.

—Desde ahora tienen sesenta minutos para terminar su examen, comiencen.

Había olvidado por completo el examen de matemáticas, pero Peter me había ayudado a estudiar lo suficiente para no reprobar esta materia. Minutos después ya había terminado, entregué mi examen y salí del salón, encontrándome algo que me dejó quebrada.

Podría decir que en ese minuto me sentí destrozada, decaída o al menos decepcionada. Y si, sentía todo eso, pero también me sentía aliviada porque podía quitarme el peso de sentir que me gustaba alguien como Blake Thompson.

Además, Blake no me iba a esperar eternamente, él podía besarse con la chica que quisiese. Me armé de valor y pasé por al lado de ellos, sé que se dio cuenta y me valía un rábano lo que pensara.

—¡Savannah! —sonreí mientras corría hasta Peter— Adivina quién está castigado por primera vez en su vida...

—¿Tú? —pregunté mientras caminábamos

—Error, tú y yo bebé. —me despeinó, si es que era posible que me despeinara más de lo que estaba— Tu abuela me ha llamado y me ha dado un sermón de una hora, para concluir, estamos castigados por dos semanas y tenemos que limpiar el comedor después de clases.

—Estamos en el siglo XXI y sus castigos siguen siendo un asco —le dije mientras subía a su espalda y dejaba que me cargara hasta afuera. Una vez afuera, un segundo alivio llegó a mi acompañado de una punzada al estómago.

Si, claro les gustaba tanto a los gemelos que ambos terminaron besando a una chica ni siquiera veinticuatro horas después de declararse.

—¿Estás bien? —me preguntó Peter sin bajarme de su espalda.

—Más que eso, vamos quiero un café si me cargas hasta el puesto yo pago —le susurré

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